Carmen Leñero
Dosis
Al futuro no le hace mella
que lo ignoremos.
Lirin liran,
la muerte acecha.
El pesimismo “cura en salud”
pero hacer mutar los virus.
Perspicaz naturaleza:
aguarda irónica su turno.
Cruza el mundo en su extensión
un niño mirando al suelo.
Si vencemos a la muerte,
la eternidad se acabó.
Perplejos, los animales
nos mirarán perecer.
Un instante de epifanía
te obnubila para siempre.
Nunca son “las mismas gotas”
en la lengua del enfermo.
Paralítica y divina se pasmó,
a medio techo una lagartija.
Paradoja
Un bostezo se contagia
por inercia del vacío.
El tallo abatido del geranio
persiste en su promesa.
La rosa-gato que cultivaba
consumió sus siete vidas.
Abrió como pétalos las manos
y su bondad se marchitó.
Angustiada besó mi boca
mi gemela en un mundo alterno.
No hibernar, como los osos,
lesionó mi corazón.
Soy la última en la fila:
a mis espaldas, el aire fresco.
In extremis
Nunca supe desde qué extremo
acometer la escalera.
Por gravedad o por orgullo,
todo centro es peligroso.
Antes era saltar la cuerda.
Hoy es andar en un hilo.
Madurar es observar
que hay cosas que no se dicen.
Somos anónimos, por fin
cuando sufrimos.
Quien escribe una novela
se excede en su epitafio.
“Que no me duela”, le suplicamos.
Y la muerte nos cumple apenas.