20.2 C
Puebla
viernes, abril 19, 2024

La herencia maldita de Bartlett

Más leídas

Los últimos 28 días, con sus 28 noches, han sido los más convulsos, negros y brutales que ha tenido la política en Puebla. 

Desde la tarde del 24 de diciembre de 2018, cuando la gobernadora Martha Érika Alonso y el senador Rafael Moreno Valle murieron tras desplomarse el helicóptero en el que viajaban, nada como ahora había alterado tanto la vida política en la entidad. 

El primer movimiento ya advertía que la mano venía pesada. Ocurrió en la tarde del domingo 15 de mayo. Se trataba del adelanto de una investigación periodística con efectos devastadores. Así fue. 

Seis días más tarde, el sábado 21 de mayo, dos fueron los hechos puntuales que provocaron el terremoto.  

Los dos con epicentro en el PRI. 

En el PRI de Puebla, para evitar dudas. 

El más grave, el asesinato de la abogada Cecilia Monzón, quien en algún momento estuvo ligada a las juventudes priistas y era, hasta su último respiro, defensora incansable de mujeres maltratadas. El otro, la detención de Arturo Rueda, el director del Diario Cambio, inmerso en una red delictiva en la que su principal socio es Ignacio Mier Velasco, exdirigente estatal del PRI. 

¿Algún vínculo entre los casos? 

¿El escándalo Rueda-Mier detonó el asesinato de la activista? 

¿Pensaron que pasaría inadvertido? 

¿Menospreciaron a quien hoy controla los hilos en la entidad? 

¿Creyeron que serían impunes? 

¿Quién lo sabe? 

La detención de Rueda en la Ciudad de México se dio cinco días después que se conoció públicamente que la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda lo investigaba por lavado de dinero, operaciones de recursos de procedencia ilícita y evasión de impuestos por 427 millones de pesos, en la que estarían involucrados, entre otros, su socio, Ignacio Mier Velasco, actual coordinador de Morena en San Lázaro, y el exauditor superior del Estado, Francisco Romero Serrano. 

Esa investigación sirvió además para que se reactivara una denuncia por extorsión contra Rueda que presentó Jorge Estefan Chidiac, el actual coordinador de los diputados locales del PRI, congelada desde hacía siete años, y otra más de Alejandro Armenta Mier, expresidente estatal del PRI y hoy senador de Morena.  

Ese mismo sábado, horas antes de la detención de Rueda, a un lado del Camino Real de Polanco, Cecilia Monzón, madre de uno de los hijos de Javier López Zavala, excandidato del PRI al gobierno del estado, fue brutalmente asesinada por dos sujetos que viajaban en una motocicleta cerca de Cholula. 

 

*** 

 

La herencia de don Manuel 

Las últimas tres semanas han sido demenciales. 

Mario Alberto Mejía, el director general de Hipócrita Lector, nos abrió el jueves ese viejo y enmohecido álbum del que algún día fue el partidazo, el único, el invencible: el PRI. 

Desde La Quinta Columna nos mostró algunas de esas fotos que formaron parte de la familia. 

En ese árbol genealógico estaban, cómo no, Alejandro Armenta, el hijo político de Javier López Zavala 

Y Zavala que a su vez lo fue de Mario Marín. 

Y del padre político de Marín. 

Del padre político de toda una generación, pero especialmente de Mario Marín: Manuel Bartlett. 

Esa es parte de la herencia de don Manuel, sí, con el don por delante, el que suele anteponerse al nombre propio y se otorga a los respetables, a los que tienen dones, a los que ganan batallas épicas, aunque se abuse y se conceda a personajes como don Vito. Don Vittorio Corleone. 

Sus cartas credenciales tienen poco que envidarle al personaje de Mario Puzzo 

A don Manuel se le atribuye un rol central, casi protagónico, en hechos reales, no de ficción, como el fraude patriótico en Chihuahua; la muerte del agente de la DEA, Enrique Kiki Camarena; la de Manuel Buendía; la pasarela de los seis fantásticos que se disputaron la candidatura presidencial para suceder a Miguel de la Madrid, y cómo no, la posterior caída del sistema, entre tantas otras lindezas. 

Así, hasta que llegó su exilio (temporal).  

No a París, como le ofrecieron en algún momento, sino a Puebla, ese desierto en el prácticamente no conocía a nadie, pero del que sería su más admirado conquistador. 

Disciplinado, el entonces gobernador Mariano Piña Olaya le presentó a su visitante a Mario Marín. Era un funcionario menor en su administración, pero podría serle de utilidad en varios temas. Era un buen operador. Lo ayudaría en lo que se le ofreciera. 

Y vaya que a don Manuel se le ofreció. 

Tan buenos resultados le dieron que lo hizo su secretario de Gobernación.  

Marín le cumplió todo.  

Fue fundamentalmente el plomero de Bartlett, como lo testimonió desde entonces La Quinta Columna.  

Marín hizo el trabajo sucio, el de cañerías.  

Se movía de maravilla entre el lodo, la mierda, la putrefacción. 

De Bartlett aprendió todo, o casi todo. 

Recibió el premio. 

Lo hizo alcalde de la capital. 

No pudo imponerlo como su sucesor, como pretendía, pero aguardó pacientemente seis años para dar un zarpazo y hacerlo el candidato del PRI al gobierno de Puebla. 

Era su jugada magistral: Por una parte, mostraría su desprecio a los poblanos y por la otra garantizaría que su sueño transexenal se cumpliera.  

El de mantener y ampliar privilegios. 

El de repartir puestos y presupuestos. 

El de hacer negocios públicos con beneficios privados. 

El de vivir impune. 

La tragedia, para Puebla, se cumplió. 

La herencia maldita de Bartlett llegó al poder. 

Se emborrachó de él. 

El sexenio de Marín representó todos los excesos. 

El autoritarismo, el nepotismo, el despotismo, todo sazonado de marinismo. 

La corrupción cínica y descarada. La extorsión, la persecución a periodistas independientes, el contubernio con los fieles, los amigos, los leales y serviles. 

Convirtió a Puebla en un prostíbulo. 

Sus días y noches fueron una orgía de poder. 

Con sueños transexenales. 

López Zavala, su plomero, luego Armenta, después su hijo de verdad.  

La sucesión dorada. 

Los años maravillosos.  

¿Esa es su pesadilla cuando despierta sudoroso en la cárcel de Cancún? 

¿Quién lo sabe? 

 

*** 

 

El PRI y su Luz del Mundo 

Los últimos 28 días, con sus 28 noches, han sido los más convulsos, negros y brutales que ha tenido la política en Puebla. 

Menos para el PRI. 

Es más. Para ellos no pasó nada. 

No importa que uno de sus dirigentes, Ignacio Mier, hoy en el partido del presidente la República, esté bajo investigación de la Unidad de Inteligencia Financiera por sospechas de lavado de dinero, uso de recursos de procedencia ilícita, defraudación fiscal, de ser socio del director de un periódico que tenía entre sus funciones extorsionar y “administrar reputaciones”. 

No, no importa. 

Tampoco importa que el asesino intelectual de Cecilia Monzón, alguna vez en sus filas, y según la versión de la Fiscalía General de Justicia en Puebla, haya sido un destacadísimo miembro de su partido. 

Tan destacado que el PRI se lo propuso a los poblanos como su mejor hombre, para que fuera él, quien los gobernara. 

Néstor Camarrillo, el actual presidente del CDE del PRI, se deslindó de todo. 

Ni Marín ni Zavala ni Nacho Mier ni Armenta fueron parte del PRI. 

Camarillo arrancó las fotos del viejo ábum priista y las desapareció. 

Resuelto el problema. 

Es más, ¿cuál problema? 

Sólo faltó decir que no los conoce ni nunca los vio. 

López Zavala representa para el PRI lo mismo que Naasón Joaquín para la iglesia de La Luz del Mundo. 

Los dos apóstoles en prisión. Uno por ser el autor intelectual de la muerte de la madre de su hijo y el otro por ser responsable de pederastia y haber abusado de al menos tres menores de edad. 

Tanto el PRI como La Luz del Mundo niegan lo que todos sabemos. 

¿No sería más fácil pedir perdón? 

¿Así es como ofrecen ser un partido nuevo? 

¿O quieren ser la Luz del Mundo? 

 

*** 

La bomba nuclear 

Para el priismo es muy complicado ser sincero, ser honesto. Hablar con la verdad no está en sus estutos. 

No sabe lo que es la autocrítica ni para qué sirve. 

Ayer se cumplió justo una semana de las elecciones en las que se renovaron seis gubernaturas. 

Morena arrasó en cuatro: Quintana Roo, Tamaulipas, Oaxaca e Hidalgo. Las importanes. 

La alianza, o lo que eso sea, formada por el PAN, el PRI y lo que queda del PRD, mantuvo Aguascalientes y Durango. 

La lección fue durísima. Morena les arrebató Oaxaca e Hidalgo, dos bastiones históricos, donde Alejandro Murat y Omar Fayad presumían ser el nuevo PRI. 

Pero quizá el golpe más fuerte que se llevaron fue en Quintana Roo. 

Ahí, el PRI, también el PRD, perdieron el registro. 

¿De verdad no toman nota en Puebla? 

Perdieron el registro en una entidad donde siempre gobernó el PRI, incluso con Carlos Joaquín González, un priista enfrentado al gobierno de Roberto Borge Angulo (otro priista en prisión), que se disfrazó de panista. 

¿Se dan cuenta? 

El PRI no obtuvo ni siquiera el 3% de los votos necesarios para mantener el registro.  

Habían gobernado Quintana Roo desde que se fundó. 

¿Acasó cayó una bomba nuclear? 

¿Qué hizo el PRI en seis años para desaparecer? 

¿Por qué los priistas migraron en masa hacia Morena? 

¿Morena es el nuevo PRI? 

¿De verdad creen que negar que el último gobernador del PRI en Puebla está en la cárcel les será de utilidad? 

¿En serio creen que desentenderse de Javier López Zavala, a quien el priismo propuso como candidato a gobernador, les servirá de algo?  

¿Seguirán fingiendo que el marinismo, con funcionarios y dirigentes partidistas, algunos en prisión, otros fugados, y algunos ya en distintos partidos al suyo, no fue una asociación delictuosa? 

¿La gente respetable de su partido, que la hay, seguirá callada? 

¿Creen que de la mano de los panistas les alcanzará para no perder el registro en las próximas elecciones? 

¿Chignahuapan, Zacatlán y algún otro municipio que gobiernan, servirán para salvarse? 

¿Ese es el nuevo PRI? 

¿Así construyen el futuro? 

Síganle. Su futuro es el entierro. 

Notas relacionadas

Últimas noticias

spot_img