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viernes, abril 19, 2024

Ada Lovelace, matemática y visionaria

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Augusta Ada Byron, condesa de Lovelace, hija del poeta lord Byron, nació el 10 de diciembre de 1815 y murió el 27 de noviembre de 1852. Lady Isabella, su madre, se separó del locuaz, romántico y radical Byron a los pocos meses de su nacimiento, así que nunca lo conoció en realidad, pues él murió luchando por la independencia de Grecia frente al imperio otomano cuando Ada tenía ocho años de edad. Su madre insistió en que los tutores de Ada le enseñaran, sobre todo, matemáticas y ciencias, en lugar de poesía y filosofía, en un intento por alejarla de los pensamientos “perturbadores” que acechaban en la cabeza y la pluma del padre. También la obligaba a pasar horas enteras sin moverse, creyendo que así templaría su “humor byroniano”, enseñándole el autocontrol para enfrentar un mundo nada complaciente, en particular con las mujeres. Aun así, desde muy temprana edad mostró talento para ambas disciplinas, ciencias y letras. Entre sus tutores estaban William King, médico de la familia, conocido por sus ideas en favor del reformismo social, y la astrónoma Mary Sommerville, la primera mujer en ser admitida en la Royal Society.

Ada escribió los primeros compiladores utilizando algoritmos, esto es, una serie de instrucciones o pasos que sirven para llevar a cabo una tarea u objetivo y resolver un problema. Debido a su naturaleza matemática, un algoritmo bien desarrollado debe guiarnos a encontrar la solución más eficaz. Así, un algoritmo, o bien, una combinación de varios, tienen la capacidad de resolver un problema matemático, en principio. Pero también, desde 1840, se demostró que los algoritmos más refinados pueden resolver algunos problemas del mundo real, en particular, el del funcionamiento de los organismos vivos. Un algoritmo será considerado efectivo solo si puede traducirse en acciones ejecutadas por una máquina que sigue reglas de funcionamiento precisas.

Ada Lovelace de niña. Retrato de Alfred d’Orsay en 1822

Cuando Ada conoció a Charles Babbage ella tenía 17 años de edad, mientras que el afamado inventor se acercaba a los cuarenta. De inmediato se hicieron amigos. Él le mostró los diagramas de sus máquinas, de hecho, protocomputadoras. Ella quedó fascinada, de manera que cuando Babbage le pidió que tradujera un artículo escrito por él mismo sobre tales máquinas analíticas, Ada encontró manera de mejorar su diseño y desempeño.

Esto constituyó un salto importante dentro de la cultura cibernética. La meta era que el artefacto sumara o restara números de cincuenta dígitos en un segundo y los multiplicara o dividiera en un minuto. Para tal efecto, los valores de los logaritmos y de las funciones trigonométricas debía aportarlos un operador, al que la máquina avisaba mediante una campanada. Si el operador se equivocaba al proporcionar los datos, una segunda campana sonaba en otro tono y más fuerte. Ada se dio cuenta de que podía haber muchos errores incluso en la preparación de las instrucciones, por lo que se le ocurrió elaborar un lenguaje mnemotécnico que la máquina traduciría a instrucciones interpretables por ella misma. Ada Lovelace había inventado los compiladores, herramientas indispensables en las ciencias de la computación. (CCh)

Daguerrotipo de Ada Lovelace (c. 1843), de Antoine Claudet.

La palabra algoritmo proviene del árabe, pues el matemático Abdu Abdullah Muhammad bin Musa Al-Juwarismi los estudió entre 780 y 850 de nuestra era. Sabía que era posible definir algoritmos mediante una sistematización clara y concisa de cómo calcular con precisión. Pensó que estas “órdenes” de un nuevo alfabeto podrían dejar atrás los ábacos manuales por ingenios mecánicos. Es una forma de hacer invisible para algunos lo que queramos que sea solo visible para otros.

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