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lunes, abril 21, 2025

El ridículo del gato del gato

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Advertencia: Si usted, querido hipócrita lector, no sabe quién es personaje central de esta columna, no se preocupe, ese es el nivel del sujeto de marras. Ahora sí, pasemos a la historia. Marcos Castro Martínez actualmente cobra como diputado local del PAN. Su llegada fue producto a una sola cosa: ser el empleado del empleado de la Organización Nacional del Yunque, es decir, Eduardo Rivera Pérez. Anteriormente había ocupado cargos menores y regidurías, todas patrocinadas por su jefecito. Al llegar el oriundo de Toluca por segunda ocasión al Ayuntamiento de Puebla, Marquitos se convirtió en la carta natural del Yunque burocrático para la presidencia del Comité Directivo Estatal del PAN, pero una jugada del CEN panista les impuso la cuota de género y no le quedó otra que ceder su lugar a Augusta Díaz de Rivera Hernández y él asumir la secretaría general. Con la idea de que era el favorito de Lalito Fraudes, Marquitos se tomó a pecho su papel de dirigente estatal y comenzó una guerra a muerte con su compañera de fórmula. La andanada de ataques entre ambos desembocó en la ingobernabilidad total del partido, ya sabe, dobles indicaciones, dobles mensajes a la estructura, doble gasto, dobles puntapiés, dobles escándalos y muchas lindezas más. El único acierto de Marquitos fue más o menos operar a nivel de suelo con la militancia, por lo que logró hacerse del respaldo de un sector de liderazgos aunque también cargo con la responsabilidad de desencantar a los panistas del interior del estado por su doble moral y promesas incumplidas. Mientras hacía la guerra contra Augusta, Marquitos extendió su influencia a la Presidencia Municipal, en donde incrustó al orgullo de su nepotismo. Fiel al negocio de familia, es decir, pelearse con sus compañeros, el vástago también terminó peleado a muerte con el velador más caro de la Comuna, Adán Domínguez Sánchez. Se habla de que las cosas fueron tan fuertes que el asunto se llevó al tema personal. Con una operación chafa en el partido, fiel a la política sectaria del riverismo y sumido en una pelea a muerte con Augusta, Marquitos llegó a la elección del 2024. Como era de esperarse, las cosas salieron peor de lo que se imaginaron, pero el gato del gato logró que su jefecito lo recomendara con los jefazos del Yunque y lo nombraran su operador político de la secta exclusivamente para la campaña y, como era de esperarse, con eso justificó que fuera impuesto en la lista de candidatos plurinominales. Sus grillas, además, sirvieron para desbarrancar a Augusta de esa misma lista. Tras la penosa derrota del 2 de julio de 2024, Marquitos creía que sería el nuevo dirigente estatal, pero no contaba que su odiada Augusta le metería el pie y que Lalito Fraudes se decantara por su velador en la Comuna. La jugada no le salió a ninguno y al final quedó como candidato el insípido Felipillo Velázquez, quien fue humillado en la elección interna. La derrota significó la muerte del riverismo en el PAN y abrió la caja de pandora: deudas, deudas, deudas y más deudas heredadas a la nueva dirigencia, eso sin contar un partido hecho pedazos. Desde hace varias semanas salió a la luz el cochinero financiero de la gestión saliente, pero para el gato del gato ¡su dirigencia fue mejor que la que recibieron! Así como lee. Es el ridículo de quien no sabe que corre por el corral como gallina descabezada.

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