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sábado, junio 7, 2025

La borrachera y las deudas

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Si algo tienen en común los grupos de Eduardo Rivera Pérez y Rafael Moreno Valle Rosas es su adicción y codicia por el dinero público. Pero, así como entre los gatos hay diferencias, en este caso también, y es sobre todo la visión. El segundo, por ejemplo, usó el erario para pagar su fallido y ambicioso plan de convertirse en presidente de la República. Para ello no escatimó en despilfarrar a manos llenas. Su máxima era que todo aquello que podía comprarse con dinero, era barato. Y allí están las obras no prioritarias que construyó y endeudaron al estado por 30 años. Ahí están los cientos de elecciones pagadas por la entidad en todo el territorio nacional para hacerse de diputados locales, federales, senadores, alcaldes y gobernadores. La riqueza de los morenovallistas siempre fue obscena y escandalosa. El buen gusto que tienen por el arte lo echan a perder con su impudicia hacia el dinero. El caso del exalcalde también hizo algo parecido, pero solo le alcanzó para imaginarse en la gubernatura. No dejó ninguna obra significativa y prefirió, junto con su equipo, llenarse los bolsillos a diestra y siniestra. Cómo estará el asunto que las malas lenguas dicen que con todo los robado, perdón, ahorrado, le alcanzó para irse a vivir a España sin preocupaciones. La visión pequeñita del exalcalde es propia de su visión como parte de su formación en el Yunque, pero no hay que equivocarse, pues su instrucción nunca fue para convertirse en uno más de los Santos Varones sino en el mejor empleado a su servicio. Es por eso que lo máximo que pudo conseguir fue llevarse lo que creía que era suyo, saciar la bolsa de sus patrones y dejar que la vida corriera. En esta historia, uno soñó con adueñarse del país y el otro con llenarse los bolsillos. Ambos resultaron el peor cáncer para Puebla. El costo de sus errores y ambiciones todavía los seguimos pagando. Lo que es peor: Hoy no hay un solo morenovallista preso por los excesos y desfalcos cometidos —los que había ya los dejaron escapar— y tampoco se ven muchas ganas de meter a la cárcel a alguno de los riveristas que andan por ahí presumiendo sus millones en redes sociales y fingiendo ser buenos padres de familia. En fin, es el mundo poblano.

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