En la Mixteca poblana, en el municipio de Acatlán de Osorio, se encuentra Santa Catarina Ilamacingo, un poblado marcado por su historia migratoria. Aquí, cada familia tiene un lazo con Estados Unidos: un hijo, un nieto o un hermano que vive en la zona triestatal de Nueva York, Nueva Jersey y Connecticut. La migración masiva comenzó hace más de medio siglo, creando una comunidad binacional que hoy conserva sus raíces en México y extiende sus lazos hasta el corazón de Nueva York.
Con apenas 700 habitantes en el pueblo, pero más de mil paisanos radicados en Estados Unidos, Ilamacingo ha dado lugar a una red solidaria que no conoce fronteras. Esta conexión se refleja en el trabajo del Ilamacingo Comité NYC, un grupo binacional que ha invertido en el desarrollo de su comunidad natal con obras que van desde pavimentación de calles hasta construcción de caminos y apoyo médico.
Con sus letras de colores, el puente colgante y el sonido del Río Mixteco, Ilamacingo es hogar y refugio. Aquí y en Nueva York, el pueblo vive en un eterno “bienvenido” y “wellcome”, en el recuerdo de sus hijos migrantes y en los esfuerzos por construir un futuro mejor.
UN PUENTE SOLIDARIO ENTRE DOS MUNDOS
El Ilamacingo Comité NYC surgió ante la necesidad de atender problemas que las autoridades locales no podían resolver. Adán Nemesio Pereyra Herrera, presidente del comité en México y exmigrante, explicó que este grupo nació para gestionar y financiar proyectos esenciales para la comunidad. “Es un grupo de personas que decidimos trabajar por nuestra comunidad. Contamos con apoyo de migrantes en Estados Unidos que tienen la voluntad de aportar para mejorar las condiciones de nuestro pueblo”, señaló.
Con una docena de miembros en Nueva York y otro tanto en Ilamacingo, el comité ha logrado administrar de manera transparente las aportaciones de sus paisanos. Los fondos, obtenidos en gran parte del trabajo de migrantes en sectores como la construcción y el comercio, se destinan íntegramente al beneficio público.
Desde 2019, se han impulsado más de 30 proyectos, que incluyen la pavimentación de calles, la construcción de un muro de contención para un camino rural, el apoyo a emergencias médicas y la organización de eventos culturales. Estos logros han sido posibles gracias al compromiso de los migrantes, quienes no solo envían dinero, sino que también visitan el pueblo para supervisar las obras y fortalecer sus lazos con la comunidad.
LA NOSTALGIA COMO MOTOR
Migrar, para los habitantes de Ilamacingo, es una experiencia marcada por la nostalgia y el sacrificio. Pereyra Herrera recordó las dificultades que enfrentan los migrantes al llegar a Estados Unidos: “Es una vida complicada, el idioma es una barrera y el trabajo es pesado. Dejas a tu familia con la esperanza de progresar, pero siempre estás pensando en tu casa y en regresar algún día”.
Pedro Francisco Rosales, integrante del comité, también compartió su experiencia como migrante. Después de varios intentos de establecerse en Nueva York, enfrentando deportaciones y travesías por el desierto, Rosales logró regresar a Ilamacingo. “Allá extrañaba todo: mi familia, mis amigos, mi tierra. Aquí la vida es más libre; allá el estrés y el trabajo son muy duros. Siempre soñé con volver”, afirmó.
Para quienes permanecen en Nueva York, como Alfonso Álvarez Ortega, la conexión con Ilamacingo es constante. Álvarez, quien emigró a finales de los años 70, ha sido un pilar en la organización de actividades y en la recaudación de fondos. Su experiencia como empresario en Yonkers, ciudad aledaña al Bronx, le permitió colaborar con el comité en diversos proyectos.
UN PUENTE ENTRE DOS MUNDOS
El pueblo de Ilamacingo refleja el impacto de la migración en su infraestructura y economía. A diferencia de otras comunidades de la Región Mixteca, cuenta con calles pavimentadas, escuelas hasta nivel bachillerato y un puente colgante que cruza el Río Mixteco, uniendo los dos lados del poblado.
El comité ha sido clave para mantener esta dinámica. Leonel Castelán Rojas, profesor de educación física e integrante del grupo, destacó la importancia del trabajo binacional: “Nuestros paisanos en Estados Unidos no olvidan su tierra. Han invertido grandes cantidades de dinero en proyectos que las autoridades locales no han podido concretar. Todo se hace con rendición de cuentas, lo que da confianza para seguir trabajando”.
Uno de los mayores retos de la comunidad es la construcción de un camino de 25 kilómetros que conecte a Ilamacingo con Guadalupe Santa Ana y, finalmente, con la carretera Panamericana. Aunque este proyecto ha sido prometido por diversas administraciones, sigue sin concretarse. Mientras tanto, los habitantes y los migrantes continúan buscando alternativas para financiarlo de manera independiente.
HISTORIAS DE SACRIFICIO Y SUPERACIÓN
El camino de Ilamacingo a Nueva York está lleno de desafíos. Las historias de migrantes como Álvarez y Rosales son ejemplo de las dificultades que enfrentan al cruzar la frontera, adaptarse a un nuevo entorno y, en muchos casos, regresar a su lugar de origen.
“Muchos de nosotros pasamos por experiencias críticas al llegar a Estados Unidos. Las redadas, el idioma, el trabajo… todo es complicado. Pero lo más difícil es dejar a la familia. Esa nostalgia es lo que nos impulsa a seguir apoyando a nuestro pueblo”, comentó Pereyra Herrera.
En Nueva York, los migrantes de Ilamacingo se han organizado en comunidades que recuerdan las tradiciones de su tierra. En barrios como Brooklyn, Queens y Yonkers, los encuentros entre paisanos son frecuentes, y las festividades mexicanas son una oportunidad para mantener viva su cultura.
EL REGRESO COMO SUEÑO DE LOS QUE PARTIERON
El amor por Ilamacingo y el deseo de retornar algún día son sentimientos compartidos por todos los migrantes. Para muchos, el regreso no solo significa volver al lugar donde nacieron, sino también contribuir al bienestar de su comunidad.
“Es un orgullo ver cómo nuestros paisanos han transformado Ilamacingo desde lejos. Cada calle pavimentada, cada camino construido, es un recordatorio de su esfuerzo y de su amor por esta tierra”, afirmó Castelán Rojas.
Con más de 30 proyectos completados y un sistema sólido de trabajo binacional, el Ilamacingo Comité NYC es un ejemplo de cómo la migración puede convertirse en una fuerza transformadora. Su labor demuestra que, a pesar de las dificultades, la unión y el compromiso pueden superar cualquier frontera.
Para los hijos e hijas de Ilamacingo, el pueblo es más que un lugar de origen: es el centro de un sueño compartido de progreso, identidad y retorno. Mientras el sonido del Río Mixteco sigue marcando el ritmo de la vida, el trabajo de sus migrantes asegura que este rincón de la Mixteca poblana siga vivo en la memoria y el corazón de quienes lo llaman hogar.