Tal vez a Delfino Reyes Bocardo y a los zares del transporte público ya se les olvidó, pero aquí estamos para recordárselos: El transporte público, así como presta su servicio, es el enemigo público número uno de la sociedad. Ya es un lugar común hablar de las pésimas condiciones de las unidades, las raterías que cometen a costillas de los usuarios y su conducción los hace susceptibles de ser considerados como potenciales homicidas. La razón de fondo es una mezcla de analfabetismo funcional, codicia y corrupción. Los concesionarios, en su mayoría, están en el giro porque el transporte público ofrece ganancias redondas. Los transportistas no son hermanitas de la caridad, si esto no fuera una mina de oro ya estuvieran buscando negocios en otra parte. Pero no, siguen empecinados en hacerse las víctimas, cuando todos sabemos que su único objetivo al detentar una concesión es ganar lo suficiente para convertirse en riquillos de colonias populares o ser aristócratas de rancho. Ahí está el caso de Delfino Reyes Bocardo, una verdadera fichita que todavía sigue lamiéndose las heridas porque lo obligaron a dejar su jugoso negocio de las rutas Mayorazgo y Galgos del Sur para que se pusiera en marcha el Metrobús. La fichita transportista, en sus mejores épocas, se embolsaba -junto con su compañero de mafia Ángel Sierra de la Rosa– alrededor de 100 mil pesos diarios. Se estima que esta fichita actualmente tiene 20 concesiones repartidas entre sus familiares, quienes fungen como prestanombres, en la ruta Galgos del Sur. En ese derrotero hay 80 concesiones vigentes, por lo que Reyes Bocardo sería el dueño del 25 por ciento de todas las unidades. ¿Dónde está el negocio? Sencillo: En los operadores, unos verdaderos orangutanes al volante, quienes son contratados sin cumplir con los mínimos requisitos para ese trabajo -hay mocosos de 17 años al frente del volante-. Ellos son los responsables de poner en marcha el negocio. Sobre sus hombros recae el pago de gasolina y la cuenta que debe dar al “patrón”. Para que pueda salir más o menos a mano, el conductor debe trabajar hasta 12 horas al día. ¿Sabe por qué el deterioro de las unidades que operan es tan grave? Porque son explotadas a todo lo que dan, con los servicios mínimos o en caso de que se requieran porque sencillamente el camión se quedó parado. La ganancia es la ganancia y para qué se invierte en una unidad que, de por sí, tiene un lapso de vida muy corto debido al desgaste natural por el rubro al que está destinada. El asunto termina por reventarle a las autoridades, ¿Acaso no saben lo que todo mundo con un mediano criterio puede advertir? Los concesionarios son los primeros responsables, pero si no hay autoridad que los meta en cintura todo se va a la borda. Durante su sexenio, Melquiades Morales Flores enfrentó una franca rebelión de los transportistas. Hizo lo que se pensaba era imposible: desalojó a punta de macana a los inconformes de las inmediaciones de Casa Aguayo y metió a la cárcel a los cabecillas. ¿Sabe qué pasó después? La ciudadanía aplaudió la medida porque el agravio que existe por parte de este gremio supera cualquier racionalidad. No decimos que deben reprimirlos nuevamente sino que la inconformidad social que existe es un arma poderosa que si se utiliza adecuadamente, puede frenar cualquier intentona de chantaje de estos vivales.