El miedo y el temor son simplemente reflejos de la inseguridad en uno mismo. Una sociedad que ha aprendido a superar desafíos, que ha pasado de vivir bajo un régimen monolítico y monopólico durante 80 años, no puede permitirse el lujo del miedo. El miedo no construye liderazgo, lo destruye.
La presidenta Claudia Sheinbaum, que obtuvo el voto de más de 30 millones de mexicanos en las últimas elecciones, no puede permitirse construir su liderazgo sobre miedos ni sobre debilidades. Ella, como líder de una nación de 130 millones de personas, tiene la responsabilidad de construir su camino con fortaleza e inteligencia.
Porque, seamos claros, Donald Trump no es un dios. En la historia de las relaciones entre México y Estados Unidos, las amenazas y las medias verdades han sido una constante.
¿Cuántas veces hemos escuchado que los mexicanos no somos suficientes para la economía estadounidense? Pues bien, los números nos dicen otra cosa.
Más de 37 millones de mexicanos viven en EU y son responsables de casi 700 mil millones de pesos en Producto Interno Bruto (PIB) anual. Los migrantes mexicanos sostienen sectores clave de la economía estadounidense: agricultura, construcción, manufactura, y servicios. Sin ellos, la maquinaria económica estadounidense no funcionaría de la misma manera.
Trump puede gritar todo lo que quiera sobre un “muro” o sobre “el robo de empleos”, pero la realidad es que, sin los migrantes mexicanos, los EU no serían la potencia que son hoy. Los inmigrantes no están “quitando trabajos”, están ocupando los que los estadounidenses no quieren o los que no pueden realizar. Los empleos de baja remuneración que muchos estadounidenses rechazan son cubiertos por los migrantes. Ese es el verdadero milagro económico de Trump: utilizar mano de obra barata y eficiente, sin querer reconocerlo abiertamente.
Claro, Trump intenta disfrazar su debilidad económica con un discurso de supremacía y nacionalismo, pero la economía global no entiende de fronteras. La globalización es un tren que ya no se puede frenar. Y cuando Trump amenaza con controles migratorios o aranceles, lo que realmente está haciendo es proteger una economía que depende de la explotación de la mano de obra barata.
Es aquí donde la estrategia de la presidenta Sheinbaum se convierte en algo más que una simple respuesta. La política de “ojo por ojo” es una declaración de soberanía que no solo resalta la fortaleza de México, sino también su inteligencia. Si Trump quiere jugar con la economía mexicana, México responderá de la misma manera.
El piquete de la serpiente: No es que México quiera una guerra comercial. No es que México quiera un conflicto. Pero si Trump decide atacar las exportaciones mexicanas, como lo ha insinuado en más de una ocasión, entonces México tiene el derecho de responder con la misma moneda. Y que no se nos olvide: México es el segundo socio comercial más importante de Estados Unidos, con un comercio bilateral superior a 700 mil millones de dólares al año.
Es ahí donde la sabiduría de Sheinbaum entra en juego: responder a la amenaza de Trump con estrategias concretas, con medidas claras y justas. No más intimidación.
Lo que Trump no entiende es que la verdadera fortaleza de México no radica solo en su capacidad de producción o en su rica cultura. Radica en la resistencia, en la unidad, y en el hecho de que los mexicanos ya no tememos ser usados como peones en un juego de poder económico.
Es claro que la estrategia de los “gringos” de mantenernos en un constante estado de miedo con amenazas de deportación, o imposición de aranceles, solo busca garantizar mano de obra barata, sumisa y vulnerable. Pero, como bien sabe cualquier empresario exitoso, el miedo no crea prosperidad.
La prosperidad se crea con entendimiento, respeto mutuo y cooperación. Y ese es el terreno donde México puede ganar.
La respuesta a las amenazas de Trump debe ser firme y clara: Ojo por ojo, Mister Trump. Si bloqueas nuestros productos, nosotros haremos lo mismo con los tuyos. Que no nos subestimen. Los mexicanos aprendemos rápido, y ya no nos espantamos con el “petate del muerto”.
Bien por la fortaleza de Sheinbaum. Aplaudimos
su valentía, pero también sabemos que esta no es
una batalla solo contra Trump. Es una batalla por la
soberanía económica de un país que, con su gente,
ha demostrado que puede salir adelante sin miedo,
sin temores y con la cabeza bien en alto.