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jueves, noviembre 21, 2024

Los aliados que abandonaron a Lalo Rivera

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A pesar de que anda diciendo que es el líder del PAN en Puebla y su inclusión en la planilla de Jorge Romero Herrera a la dirigencia nacional, Eduardo Rivera Pérez prácticamente se quedó sin aliados entre los panistas poblanos, quienes ya se cansaron de su infinita soberbia y el papel que decidió asumir de cacique bananero.

El exalcalde, a pesar de lo que anda pregonando,
construyó su influencia dentro del PAN con el apoyo
de diferentes liderazgos. Eso lo llevó, por ejemplo,
a tener el control del Consejo Estatal y la Comisión
Permanente.

No bastó que abriera la chequera de las arcas municipales —porque, claro, es buenísimo gastando el dinero que no es suyo— y comprar voluntades. Por
sí solo, el oriundo de Toluca nunca hubiera tenido
el control del partido. Así pues, los aliados fueron
clave en la construcción de su liderazgo.

Humillado en las urnas el pasado 2 de junio, Rivera Pérez hizo lo que mejor sabe: evadir su responsabilidad y culpar a otros de la derrota. Lo que no intuyó es que su patético comportamiento no sería aceptado, ya que aliados y no aliados padecieron en carne propia los desatinos, el sectarismo, la ineficiente actuación de la dirigencia estatal y las locuras del exedil antes, durante y después de la campaña electoral.

En el PAN, amigos o enemigos sabían que el responsable de la derrota tenía nombre y apellido. Incluso, fueron más allá y desgranaron todos los errores que sumieron al blanquiazul en su peor crisis desde la década de los 70.

Cómo olvidar aquel comunicado emitido por la dirigencia estatal del PAN, avalado por el propio Rivera Pérez, en el que culparon de la derrota a Mario Riestra Piña, candidato a la alcaldía de Puebla, por generar un chisme” para hacerse la “víctima” durante la campaña; a Xóchitl Gálvez Ruiz, por su escaso posicionamiento de la campaña; y al PRI estatal, por no promocionar lo suficiente las candidaturas de Acción Nacional.

Sobre la responsabilidad directa y fundamental de Eduardo Rivera, Augusta Díaz de Rivera Hernández, Marcos Castro Martínez y el patético coordinador de la campaña, el líder nacional político del Yunque, Marco Antonio Adame, no hubo una sola línea.

Pero, la soberbia de Rivera Pérez lo llevó a convencerse que no necesitaba de sus antiguos aliados.

Apostó por convencer a Jorge Romero de que era el
único que podía garantizarle un triunfo en Puebla.

Fue a vender espejitos, para decirlo de forma más precisa.

Poco a poco, el ambiente interno del PAN se crispó a un nivel que nadie pudo pararlo. Fue ahí que los aliados de Eduardo Rivera dijeron basta y advirtieron sobre lo peligroso que representaba la continuidad del actual grupo enquistado en la dirigencia estatal, pues el partido se encaminaba a su extinción.

Uno de los principales aliados que marcó su distancia es Edmundo Tlatehui Percino, exalcalde de San Andrés Cholula, el único panista que fue capaz de frenar la ola morenista en la zona conurbada y llevar a Guadalupe Cuautle a la presidencia municipal con un triunfo avasallador.

¿Cómo lo consiguió? A diferencia del sectarismo
de Eduardo Rivera y su panda de buenos para nada,
Mundo Tlatehui y Guadalupe Cuautle fueron en
busca de la militancia, la escucharon y la hicieron
copartícipe de la campaña electoral.

Mundo y Lupita hicieron lo que todo político con
oficio: hacer política, dialogar, construir puentes de
comunicación, consensaron y entendieron que el
pastel debía repartirse entre todos.

Otro fue Mario Riestra, uno de los panistas más brillantes y quien hace unos días hizo el mejor análisis sobre las causas que originaron la crisis del PAN: ausencia de democracia interna (99 por ciento de las candidaturas en el pasado proceso electoral fueron por designación), exclusión (hubo precandidatos con alta competitividad que fueron marginados por no pertenecer al grupo de Rivera Pérez); una estructura de papel (de los 217 comités municipales, sólo 80 tienen vida); la abdicación de la dirigencia estatal a su responsabilidad de ser oposición y la cerrazón hacia las nuevas generaciones.

Ambos representan un serio boquete en el Consejo Estatal para Rivera Pérez, al grado de que prácticamente le complica cualquier acuerdo interno.

También hay que sumar a diferentes grupos dispersos que, si bien no tienen números muy grandes de consejeros, juntos suman un número que puede inclinar la balanza. En este sector se encuentra la familia Rodríguez Regordosa, que tiene como avanzada a la exdiputada local Mónica Rodríguez Della Vecchia. Otro es el diputado local Rafael Micalco Méndez.

Ante este panorama, Eduardo Rivera, a instancia
de Jorge Romero, se vio obligado a pactar con su
acérrima adversaria Genoveva Huerta Villegas,
quien en realidad controla aquellos sectores a los
que los riveristas nunca podrían acceder.

Cuál será el papel que juegue la diputada federal
y el alcance de su incorporación en la planilla que
busque la dirigencia estatal del PAN es motivo de
otra columna.

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