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jueves, noviembre 21, 2024

La doble derrota del Yunque

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Eduardo Rivera Pérez anda muy confiado en que los números al interior del Consejo Estatal del PAN le alcanzan para imponer a quien quiera en la dirigencia estatal. Lo que ignora, lo que no le quieren decir o lo que no quiere saber es que, a pesar de que logre su cometido, al final no podrá eludir una doble derrota: la electoral y la legitimidad al interior del blanquiazul.

En la electoral es para todos conocidos que perdió por más de 800 mil votos frente al morenista Alejandro Armenta Mier, que su política sectarista lo llevó a agandallarse las mejores posiciones en las listas de candidatos plurinominales y su ambición sin freno terminó por hundir al panismo poblano en una crisis que no se veía desde hace un cuarto de siglo.

Sí, leyó bien, hasta un cuarto de siglo retrocedió Rivera Pérez al PAN en Puebla, sobre todo, a aquellos tiempos en que la oposición no ganaba nada… excepto las plurinominales que previamente pasaban al control del Yunque.

El exalcalde podrá argumentar lo que sea, lo mismo que sus ineptos seguidores, pero la realidad es que bajo su conducción ya demostró que es un terrible estratega en dos sentidos: por ser muy malo en la batalla electoral y por ser un aprendiz dictador.

Los resultados que obtuvo este 2024 fueron los mismos que obtuvo siendo dirigente estatal en 2005.

Con estos dos antecedentes, Eduardo Rivera se alista a imponer a un nuevo dirigente estatal, a través de un método que solo le conviene a él y a su grupo, lo que significa que sus intereses están antes que los del partido.

Para que el grupo del yunquista pudiera tener siquiera la mínima estatura moral para contender en la próxima renovación del Comité Directivo Estatal necesitaría, en primera instancia, llevar a cabo un amplio proceso de autocrítica y análisis de los resultados del pasado 2 de junio, en el que participen todas las corrientes y liderazgos.

Los militantes del PAN, ya sea liderazgos o la base, están urgidos de ser escuchados y tomados en cuenta.

Obviamente, Rivera Pérez y su séquito no tienen ningún interés en realizar ese ejercicio porque los obligaría a reconocer las torpezas y patética conducción que han tenido. La desgracia del edil es que su ego es tan enorme como su incapacidad de reconocer un error.

Una vez con el análisis sobre la mesa, la militancia debe elegir a su nuevo dirigente si es que pretende sentar las bases de su refundación o, mínimo, transformación. La coyuntura del panismo tras el 2 de junio es funesta en la medida que se nieguen a corregir todo aquellos que se necesita para ir nuevamente a las urnas en tres y seis años.

Es por eso que antes de elegir al próximo dirigente estatal del PAN, Eduardo Rivera Pérez ha perdido dos guerras en menos de un mes: la electoral y la de la legitimidad al interior de su partido.

Quien llegue por la vía de la imposición sólo ahondará en la desgracia de Acción Nacional y será uno de los principales responsables de provocar su extinción. Ahí está el caso del PRD. Nadie quiso hacer caso y hoy sus dirigentes escarban en los desechos que quedan de la oposición para ver si les alcanza para formar un nuevo partido.

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