La clase política poblana cercana a la 4T tuvo tres mensajes claros, a través del mismo número de mensajeros, en una misma semana. La idea central fue una: Nadie se mueva. En esa frase se resumía las nuevas reglas del poder y la primera aduana es el gabinete estatal.
¿Qué decía ese mensaje? Que, por ejemplo, la vieja práctica de sembrar nombres en calumnias, perdón, columnas periodísticas no sirve para nada y, por el contrario, es muy mal visto.
O también que no por mucho promocionarse se les tomará en cuenta. De manera contundente fue un llamado a cerrar filas, ser pacientes y dejar que todo fluya de manera natural. Todo lo contrario, sería interpretado como un intento de imponer o forzar al gran tomador de decisiones, lo cual no se permitió, no se permite ni permitirá.
Los mensajeros cumplieron su tarea y muy pocos hicieron caso. ¿El resultado? El gobernador electo, Alejandro Armenta Mier, tomó la decisión de enviar el mensaje de su propia voz. “A algunos yo los veo como que están en la pista corriendo o ya se apuntaron, nomás que el juez aún no da el banderazo. Cuando alguien sale en falso es foul y se le descalifica, entonces, todos los que andan dando banderazos de salida, pues ya se descalificaron”. Ese fue la advertencia.
Luego, vino la reprimenda: “Cuando nombras a algún compañero empiezan a decirle en las columnas ‘el brillante secretario’, entonces, yo lo que le digo a mis compañeros es que no se crean, no se la crean que son brillantes porque cuando no estábamos en esta posición nos ninguneaban, entonces del ninguneo a la brillantez, yo no entiendo cuál sea la diferencia, o como pasaron de un ninguneo a una brillantez, entonces no se la crean, sean moderados porque el ejercicio del poder marea, entonces hay que ser muy cuidadosos”.
En esas dos sentencias, a las que se sumaron la ratificación de la cero tolerancia a la corrupción y que requiere secretarios estatales 24/7, quedaron definidas las reglas del estilo personal de gobernar de Alejandro Armenta.
La postura es entendible si se conoce al nuevo hombre que dirigirá los destinos de la entidad.
Cuando fue designado candidato, en lugar de ir por confrontación y el ajuste de cuentas, emprendió una gran operación de reconciliación con todos los participantes.
Luego, vinieron las definiciones del resto de los puestos de elección popular y el oriundo de Chietla utilizó el oficio político para conciliar intereses y repartir equitativamente los espacios, de acuerdo con el peso de cada actor. El tsunami de intereses y aspirantes (más de 2 mil 500 tiradores y solo 217 presidencias municipales), en lugar de tomarlo como una desgracia, lo asumió como un reto que lo motivaba a encontrar la mejor solución.
Cuando intentaron forzarlo a tomar otra decisión o presionarlo para entregara más y más cargos, dio el manotazo en la mesa y dijo no. Más aún: Llevó a que los cinco partidos de la coalición Sigamos Haciendo Historia para que advirtieran que no permitirían que se vistieran de disidentes, aquellos que en realidad actuaban por un interés personal y pensaban que todo era como antes: Pego para que me den más espacios.
Los orquestadores de la división fueron exhibidos y arrinconados como infectados de ébola.
Ahora que está en marcha el proceso de transición, lo más importante es conocer a ciencia cierta el estado que guarda la entidad y su gobierno. El gabinete vendrá después y será designado en la inteligencia y oficio político de Alejandro Armenta. Nadie más puede y nadie más debe.
Por eso es que la vieja práctica de que “el que no se mueve no sale en la foto”, es tan obsoleta como la frase original que acuñó Fidel Velázquez.
Son otros tiempos.
La politiquería bananera no tiene cabida.
La clase política debe escuchar y hacer un esfuerzo para entender quién es el hombre que tomó las riendas del estado.
No hacerlo no solo es ignorancia sino un suicidio político… y ahí también entran los medios de comunicación.