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domingo, noviembre 24, 2024

Mundo Tlatehui con las credenciales para dirigir al PAN

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Hasta este momento, de todos los que han levantado la mano por la dirección estatal del PAN, el único quien tiene la autoridad moral para exigirla es Edmundo Tlatehui Percino, presidente municipal en San Andrés Cholula.

El panismo de dicha zona resistió todo y a todo tipo de operadores electorales.

Acción Nacional arrasó en ese municipio. Fue lo único que quedó vivo para los albiazules.

El perdedor de Morena, Víctor Correau Galeazzi, lo mandaron al patíbulo con malos asesores, una pésima estrategia de comunicación social, pésimos operadores políticos y, hasta cuentan que se queja porque le quitaron tres millones de pesos con la promesa de triunfar “son para la operación, bro”.

Ya le aplicaron el clásico de “lo caido, caido”.

Guadalupe Cuautle Torres aplastó a Morena.

Hoy San Andrés Cholula es una isla panista, porque todos los demás municipios de la zona conurbada sucumbieron. Perdieron la capital poblana, San Pedro Cholula, Cuautlancingo y de todas esas demarcaciones son culpables los grupos que hoy dirigen (abierta o encubiertamente) al partido blanquiazul.

Augusta Valentina Díaz de Rivera prefirió las camionetas y su edificio nuevo, en vez de capacitar a su gente; prefirió pelearse con su secretario general que lograr cubrir el 100 por ciento de las casillas para la jornada electoral.

Para que ganaran los panistas en San Andrés Cholula se dieron varios factores: el buen gobierno de Tlatehui, la inteligencia y la buena campaña de Lupita Cuautle, estrategas en el área de comunicación social y propaganda, cohesión entre los grupos panistas de San Andrés Cholula y el voto contra la 4T que se dio en las zonas residenciales de Lomas de Angelópolis y todos los fraccionamientos del municipio.

Por eso, Edmundo Tlatehui es un competidor interno legítimo.

En cambio, los demás aspirantes a dirigir este partido resultaron unos perdedores.

Incluyendo los que hoy se beneficiarán con diputaciones plurinominales, porque no sumaron nada a su partido. O alguna diputada que renunció a la candidatura porque no quiso enfrentar a Tony Gali Jr.

Los panistas no entienden que no entienden.

Necesitan nuevos cuadros, nuevas caras y también nuevos personajes.

Fueron rebasados desde la llegada de Andrés Manuel López Obrador. No han comprendido que no son una opción de cambio. Desde los años noventa, jugaban a cambiarse las sillas: si no eran diputados locales, eran federales, regidores o tenían puestos directivos en su partido, pero siempre eran los mismos.

Viviendo del erario, de las benditas prerrogativas.

Nunca dejaron crecer a sus correligionarios porque la militancia sólo sirvió para colocar pendones, llenar mítines (eran acarreados), cuidar casillas y cumplir con la máxima: quien obedece no se equivoca”.

En el PAN están más cercanos a los comportamientos de una secta: los líderes manipulan a sus feligreses haciéndoles creer que fuera de su partido no son nada o no son nadie, los exprimen física o económicamente por “la causa”; si alguno de los militantes observa algo negativo de sus líderes, llega a dudar de sí mismo y no de sus “pastores”.

Hablan de democracia, pero son autócratas y los más viejos citan frases de Gómez Morín para justificar sus abusos.

Hay mujeres dentro del PAN que, en vez de estar haciendo política, las emplean como nanas de los hijos de los yunquistas más conspicuos (esta historia es real).

Por ello, Tlatehui Percino es de los pocos que cuenta con la autoridad moral para levantar la mano por su partido.

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