Hace tres años que compré El verano que mi mamá tuvo los ojos verdes (Impedimenta, 2019) y Del color de la leche (Sexto Piso, 2014) ambos libros estaban en mi top cinco de aquel año y consideré comprarlos ya que los había leído en electrónico. Le dije a mamá con cierto anhelo de inmiscuirla en la literatura, que ambas historias le estrujarían el corazón y que, cuando terminara de leerlos, me los devolviera.
A los meses me confesó que no pudo continuar con la historia que Tatiana Tibuleac escribió magistralmente, “el muchacho se la pasa insultando a la mamá”, me comentó bastante enojada. Sí, efectivamente eso sucede en las primeras páginas. Pensé que no vendría mal una ligera advertencia al inicio del libro: “si usted es mamá, resista la primera parte pues la historia que está por leer, narra una de las historias más conmovedoras de reconciliación entre madre e hijo y, créame, las ofensas tienen su razón de ser.
Un poco desalentada le dije a mi madre que entonces leyera el otro libro, la historia de Mary, una niña con un impedimento físico que le complica las labores en el campo y es enviada por su padre a trabajar como cuidadora de la esposa del vicario y como doméstica. Todo lo que vive Mary en esa casa es doloroso, desde el maltrato y explotación, hasta la añoranza de su vida pasada.
Este fin de semana mamá me prestó su casa y digo me prestó porque ella no estuvo los días que yo la habité en medio de una intrusa melancolía. Buscando una bolsa que combinara con mi atuendo, encontré ambos libros empolvados en un minúsculo espacio del vestidor. Los rescaté indignada, les quité el polvo y para mi tristeza, noté una hoja amarilla en la página 17 donde mamá marcó su última lectura del libro escrito por Neil Leyshon.
Los libros se van conmigo, sin necesidad de avisarle a mamá su nuevo domicilio. Debieron irse desde aquella vez que visité la CDMX en medio de la pandemia y, a modo de disculpa, serán mis dos relecturas de este año.
En temas felices, ayer impartí el primer taller de escritura en la CDMX Del yo al personaje, de la anécdota al relato. Una veintena de chicos y chicas divididos entre el gusto de escribir, futuros escritores y porque la escritura es parte complementaria de su formación actoral.
Lección aprendida queridos hipócritas lectores, a fuerza, ni los zapatos.