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jueves, noviembre 21, 2024

El encuestólogo mentiroso y el paciente muerto

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Un médico mata a su paciente como consecuencia de un pésimo diagnóstico.

Al día siguiente, en lugar de retirarse de la medicina e indemnizar a los familiares de su víctima, el médico anuncia que hará una revisión exhaustiva de su metodología —que no tiene— para que en el futuro sus parámetros éticos —que tampoco tiene— estén a la altura de sus pacientes.

“Caí en un bache, pero no volverá a suceder”, jura ante la prensa que lo increpa.

Así, tal cual, Carlos Campos, dueño de Massive Caller, justificó los yerros brutales de su encuestadora, que puso por arriba de Claudia Sheinbaum a Xóchitl Gálvez en los últimos días.

(Las mismas pifias las cometió en siete estados de la república. Puebla, entre éstos).

La confesión de su fracaso lo hizo en el noticiero de Azucena Uresti, en Radio Fórmula, este lunes 3 de junio.

En la misma transmisión se encontraba Rodrigo Galván de las Heras, de Demotecnia, que fue una de las encuestadoras que estuvo más cerca de los resultados finales.

Los errores de Campos, dijo el hijo de María de las Heras, dejan muy mal parados a los encuestadores serios.

Le faltó decir que por vergüenza tendría que cerrar su negocio y romper sus tarjetas de presentación.

Sobra decir que una y otra vez, pese a la mala fama de Massive Caller, candidatos y periodistas utilizaron sus números para vender ventajas inexistentes y delirantes.

En estos casos, tanto el encuestador como sus interesados propagandistas estaban divulgando, abiertamente, mentiras atroces.

¿Les importó?

Por supuesto que no.

Sus cómplices a su manera agarraron la pata de la vaca moribunda.

Galván de las Heras lo dijo muy bien:

“Te equivocaste en la historia que contaste”.

Cierto.

Y se equivocaron también quienes ocuparon las encuestas hechizas para jurar que Xóchitl Gálvez, Eduardo Rivera y Mario Riestra iban arriba de Claudia Sheinbaum, Alejandro Armenta y Pepe Chedraui.

En cada elección se cuenta una historia.

Contarla mal tiene sus consecuencias en el tema de la credibilidad.

Campos no mató a nadie como encuestador, pero si fuese médico tendría su ropero repleto de cadáveres.

¿Cuántos otros fallaron en esta temporada electoral?

Se cuentan por decenas.

Pero, ya lo sabemos, los volveremos a ver de nuevo —igual que a Massive Caller— en la siguiente jornada electoral.

Y lo peor de todo es que no faltarán quienes promuevan sus encuestas y nos las vendan como agua de tlacote contra la malaria.

 

 

El caso Riestra, el caso Lalo. Algo quedó claro en las elecciones poblanas:

Mario Riestra y su hermano Rodrigo —virtual coordinador de campaña— no tuvieron en tierra lo que crearon mediáticamente.

Su falta de operación fue total.

Esa ausencia de estrategia la suplieron con una nutrida propaganda periodística.

La mano del ayuntamiento de Puebla —a través de los convenios publicitarios— no sólo blindó al candidato del PRIAN a la alcaldía, sino también a Eduardo Rivera.

Algunas plumas hicieron evidente un doble juego hasta el final.

Y, en consecuencia, trataron con particular esmero a los contendientes de Alejandro Armenta y Pepe Chedraui.

Esa generosidad produjo un escenario que resultó hechizo: que en la puja por la alcaldía de Puebla había un empate técnico.

Una vez que la realidad se impuso abrumadoramente en favor de Chedraui, Mario y Rodrigo guardaron silencio y se retiraron a sus habitaciones.

Discretamente.

Como si un pesado tráiler no los hubiera avasallado.

El caso de Eduardo Rivera fue elocuente.

Nunca quiso ser candidato a la gubernatura.

Y menos cuando supo que iría contra Alejandro Armenta.

Su campaña se limitó a la zona metropolitana, pero siempre a medio gas.

Hizo como que quería.

Y nada más.

Y así se movió durante los dos meses de la campaña.

Simulando, haciendo el papel de candidato: un papel que le quedó —sobradamente— bastante grande.

 

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