I. Rabelais, Montaigne y Mutis
He dicho en otros espacios que los dos pilares sobre los que se sustenta y construye la cultura francesa son François Rabelais, el autor de los libros de Gargantúa y Pantagruel, que creó la Joie de vivre, La alegría de vivir y Michel de Montaigne, el creador del ensayo, que se pregunta desde una melancolía lúcida qué es lo que sabe. Alegría y melancolía.
En Maqroll el gaviero, el personaje de las siete novelas del gran novelista colombiano, coexisten estos dos sentimientos. El gaviero ama la vida y se entrega a ella, aunque sabe que todo, siempre, termina en un desastre. No por ello deja de entregarse a las fuerzas ocultas que provocan que nos enamoremos, que emprendamos aventuras destinadas al fracaso, que seamos, a veces, unos locos.
Leí estas novelas y me fascinaron. En una de ellas, el narrador dice que: “los hombres somos una especie inconsecuente y fantasiosa, y es allí donde siempre perdemos la partida”.
Por sus ganas de vivir, por su melancolía lúcida, Mutis es más cercano a mi alma que Gabo. Soy de los herejes que prefieren las aventuras de Maqroll a las mariposas amarillas de García Márquez.
II. Homenaje en la casa Octavio Paz
Hace unos días, gracias a Leticia Luna y a muchos amigos de Mutis, se celebró una jornada de dos días de celebraciones en honor al Premio Cervantes, hacedor de amigos. Tuve la oportunidad de asistir el segundo día. Allí, Alberto Ruy Sánchez recordó cómo Mutis —al haber estado en Lecumberri y ser, en sus propias palabras “monárquico”—, aprendió a no hablar de más, a no juzgar sino a comprender, convirtiéndose, gracias a esa actitud, en el puente entre García Márquez y Octavio Paz y sus respectivos discípulos y adherentes. Por su parte, Ariel Castillo, poeta colombiano, describió cómo Mutis representó un cambio de paradigma en la poesía colombiana, mientras que Philiphe Ollé-Laprune recordó cómo Mutis fue presidente de la Casa Refugio de Escritores, quizá por su condición de exiliado permanente, por llevar la casa a cuestas, como ha dicho Juan Villoro.
III. Mutis y Gabo
Un día, cuenta García Márquez… “No me consideraba agotado. Al contrario: sentía que aún me quedaban muchos libros pendientes, pero no concebía un modo convincente y poético de escribirlos. En esas estaba, cuando Álvaro Mutis subió a grandes zancadas los siete pisos de mi casa con un paquete de libros, separó del montón el más pequeño y corto, y me dijo muerto de risa: —¡Lea esa vaina, carajo, para que aprenda! Era Pedro Páramo“.
IV. Evocaciones
Los sueños intactos: Evocaciones de Álvaro Mutis en su centenario, libro publicado por Ediciones Del Lirio y Ediciones Sin nombre, reúne una serie de ensayos celebratorios. Cedo la palabra:
Al leer a Mutis, dice José Miguel Oviedo, uno tiene “la imborrable sensación de que no estamos leyendo, sino experimentando”; “Maqroll es una utopía basada en las lealtades, el amor, la amistad, la alegría, la vida en fin, que le toca vivir. Es un personaje que asume su destino, lo elige, pero ese destino no tiene por qué ser legitimado —perturbado— por una finalidad, un objetivo, muchos menos una ideología o una utopía” (Javier García-Galiano); “Para leer a Álvaro Mutis hay que sentir la humedad del suelo, el frío de las baldosas, la agonía del cemento, el fresco temor de las piedras. Hay que echar, después, un trago de luz como palabra de santo. Porque pocas veces la poesía penetra tanto el infierno como el paraíso en un mismo oleaje rumoroso” (María Baranda); “Maqroll es un quijote en soledad, sin Sancho, sin molinos, sin yelmo ni Mambrino, sin caballero de los espejos: todo él lucidez absoluta” (José María Espinasa).
Adolfo Castañón cita a Mutis. Así podemos cerrar este ensayo para, ustedes, amigos de Hipócrita Lector: “No mezcles la miseria en los asuntos de cada día. / Aprende a guardarla para las horas de tu solaz / y teje con ella la verdadera, la sola materia perdurable / de tu episodio sobre la tierra”.
