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viernes, noviembre 22, 2024

De la lejanía DE la gente y la cercanía CON la gente

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I. La coronación de Carlos III y Camila 

En días pasados tuvo lugar la coronación del rey Carlos III, quien sucedió a la reina Elizabeth II después de esperar 70 años. Quiero compartir con ustedes que el corresponsal en el Reino Unido de una cadena de televisión mexicana dijo que su madre tenía 95 años y había visto la ceremonia de coronación de la reina Isabel 70 años antes. Recordaba que fue la primera transmisión de televisión. El corresponsal dijo que la coronación del viernes iba a ser vista por 2 mil millones de personas en todo el mundo. ¿Cuántas personas vieron la coronación de Isabel, en 1953? Supongo que pocas, porque había pocos aparatos de TV. Y ahora, un habitante de la tierra de cada seis vimos, aunque sea un fragmento del evento, lo que lo coloca en un lugar preponderante en términos de comunicación global, nos guste o no nos guste la realeza.  

 

II. La lejanía de la gente 

Las monarquías son símbolos. Alguna vez fueron espacios de poder real. En Inglaterra y en casi todos lados, reyes y reinas sirven para construir una identidad nacional con base en ciertos valores compartidos. Pero los primeros ministros, de distintos partidos políticos, son quienes toman las decisiones. Llegaron al poder no por unción divina, sino por la decisión de los votantes. 

Es difícil comprender el significado simbólico profundo de la coronación del rey Carlos. ¿Por qué lo digo? Bueno, la silla de la coronación tiene 700 años. ¡Fue elaborada antes de la fundación de México-Tenochtitlán! 

Ahora bien, lo interesante de la monarquía inglesa es que es aceptada por una de cada 4 personas, a pesar de la enorme distancia de Carlos y Camila con la gente. Seamos sinceros, son pesados, unos hígados. Diana fue encantadora, y su historia de princesa de cuento de hadas destruida en el afán de que no la fotografiaran con su amante es patética, pero le aseguró la inmortalidad de las revistas rosas. 

Las monarquías están destinadas a desaparecer no por el gasto de su boato y oropel, sino porque son familias a las que la gente, a fin de cuentas, les importa un pepino. Recordemos que en La importancia de llamarse Ernesto, de Oscar Wilde, los personajes comen “finger sandwich”, deliciosos emparedados de pepino. Y que Lord Sandwich inventó esta especie de torta porque se la pasaba jugando cartas y, como comía con los dedos, no quería ensuciar los naipes. Con el pan como protector de la proteína y sus condimentos, podía tragar y jugar sin maltratar su mazo. Como se puede ver, a los reyes y a los lores les importa pasarla bien, jugar a las cartas y comer sandwiches de pepino. Por eso no van a durar, por su lejanía de la gente. 

 

III. La cercanía con la gente 

En el suplemento semanal del periódico El país entrevistaron a una serie de alcaldes españoles que han sido muy exitosos y han repetido -algunos hasta más de 4 décadas- en sus cargos, con una aprobación total de la ciudadanía. ¿Cuál es la clave? La cercanía con la gente. 

Todos coinciden en que no hay una fórmula secreta; simplemente se trata de: 1. No mentir. 2. Escuchar las necesidades -incluso emocionales- de los gobernados-. 3. Hablar poco y hacer mucho. En suma, estar cerca de la gente.  

 

IV. Hacia el futuro

Mientras más se asciende en el escalafón de la política, desde la presidencia municipal hasta la presidencia de la República, es altamente probable que se pase de estar cercanos CON la gente a estar lejos DE la gente. En casi todas las democracias, buena parte de los miembros destacados de las clases políticas, con excepciones, claro, sólo se escuchan a sí mismos, están lejos de la ciudadanía a quien representan y por eso han ganado el rechazo de parte de la sociedad, que simplemente no les cree. 

No intento hacer un análisis político sino reflexionar que los políticos de hoy y de mañana que quieran permanecer en sus cargos o ganar el apoyo popular, encontrarán que no podrán soslayar el eje cercanía/distancia. No es el único que determina el éxito en las urnas, pero es tan importante como una rueda para un automóvil. No es la llanta lo más importante, pero con tres ruedas no se puede manejar -a menos que sea un dragster-. Y el que quiera comer sandwiches de pepino sin escuchar a sus gobernados tarde a temprano se saldrá de la pista.  

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