“Tristemente, cuando perdemos algo,
es que empezamos a apreciarlo mejor y a valorarlo”.
Anónimo
Una de las principales características del Siglo XX es que ha sido el peor y el mejor de todos.
Eric Hobsbawm, el gran historiador británico de origen judío, menciona: “Ha matado a más gente que ningún otro. Pero al mismo tiempo, hay más gente viva y que vive mejor, y tiene más esperanzas y mejores oportunidades”.
Hemos vivido crisis sin precedentes. Ya sea de desigualdad social, de degradación medioambiental, violencia global, de salud o de desestabilización económica.
Es innegable que la concentración de riqueza se ha dado y seguramente, se seguirá dando. La globalización neoliberal ha sido, en gran medida la responsable. Específicamente, por la forma en que ha sido gestionada.
Pero estamos ante un exceso y es probable que tengamos frente a nosotros, una situación que puede tornarse insostenible.
Cada día que pasa, se hace más imperiosa la necesidad de poner manos a la obra y construir un cambio social profundo, con el fin de “desarrollar humanidad” en el largo plazo.
En su libro Tierra-Patria, el sociólogo francés Edgar Morin, dilucida que, “el genuino problema de fondo se ha hecho patente: la impotencia de la humanidad para llegar a ser una verdadera humanidad”
Esto no puede ser sostenible económicamente. Ni socialmente. Es menester forjar una conciencia de envergadura planetaria. Si no, tenderemos inevitablemente, una crisis de proporciones enormes.
La élite del poder global debe reconocer, por su propio bienestar y supervivencia, que, si no desarrollamos esa conciencia social y realizamos los ajustes económicos, sociales y urbanos necesarios, podremos ser testigos en poco tiempo, del fin de la raza humana.
Existe ya preocupación dentro de las élites transnacionales, en personajes con conciencia más elevada y con mentalidad reformista, sobre la potencial amenaza que se cierne sobre la crème de la crème multimillonaria.
¿Cómo contrarrestar las contradicciones explosivas e indudablemente suicidas de un sistema en franca decadencia?
La imperiosa necesidad de reformar el sistema actual se revela como algo fundamental en nuestra existencia. Si no el propio sistema terminará por devorarse a sí mismo. Veremos el auto-canibalismo del capitalismo.
La desigualdad económica viene motivada en gran medida por una irracional y desigual posesión de capital. Creadora de una profunda fractura social.
La cuestión política más apremiante de nuestro tiempo es cómo implementar esa redistribución mundial de la riqueza.
Para abordar esa desigualdad de ingresos y riqueza en el mundo es necesario realizar cambios importantes en las políticas fiscales y tributarias nacionales y mundiales.
Las formas de cómo ejercer el gobierno, las políticas educativas y las políticas de fijación de salarios deben ser también revisadas.
Y se tiene que ir más allá. Las reformas no son suficientes. Es de igual forma, un tema de responsabilidad social, de reconocimiento de talentos y de conciencia existencial.
Es fundamental que las élites del poder y del “megacapitalismo” empiecen por desarrollar una mentalidad para invertir socialmente.
Eso no significa regalar dinero, que quede claro. Es más, yo veo al capitalismo como la opción para salir adelante. Sí, pero no un capitalismo brutal, salvaje, inconsciente y que no mire a su alrededor.
Tener en cuenta a la rentabilidad social es tan importante como la rentabilidad económica y financiera, que hoy, se encuentra en el ostracismo.
Nuestra irremediable impermanencia, en nuestro planeta, nos debería de llevar a vivir una vida más plena.
El rumbo que llevamos nos está conduciendo a la destrucción absoluta de las democracias gubernamentales, de las libertades individuales y de la supervivencia económica de miles de millones de personas.
Si la élite del poder global no introduce cambios correctivos relevantes, los movimientos y las rebeliones sociales masivos, unidos al derrumbe medioambiental, acabarán desembocando de forma inevitable a nivel mundial, en un terrible caos.