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jueves, noviembre 21, 2024

Pakistán en la cocina

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El año pasado llegué a una casa llena de sabor. Yo no sabía lo que me depararía, la verdad es que los compañeros de departamento con los que coincidí eran de una tierra muy lejana para mí en todos los aspectos, sobre todo en el tema cultural, sin embargo, lo que resultó de todo eso fue una gran experiencia en muchos aspectos… también en la comida. 

Mis compañeros de cuarto eran de Pakistán, ese país asiático que tiene una interesante cultura, la mayoría de los habitantes son musulmanes y todos se rigen por las reglas de esta religión, entre ellas una muy importante es la comida. 

Desde que llegué a casa me comentaron que ellos no comían carne de cerdo, pero que yo podría comerla sin ningún problema, también que ellos comían carne de res y pollo sólo de establecimientos halal, lo que para ellos significaba que la carne no estuviera intervenida por ninguna máquina, algo así como nuestros carniceros en México, pero lo que sí era raro es que ellos la consiguieran en Chicago, en donde absolutamente todo estaba intervenido por máquinas e incluso la mayoría de la comida es congelada. 

Estaba equivocada, en un país tan multicultural como lo es Estados Unidos siempre hay muchas opciones de encontrar absolutamente todo, y la comida halal no está exenta. Ellos iban a una zona específica en Chicago y ahí conseguían todo tipo de carne halal, incluso hasta salchichas de pavo halal. 

Vivir con ellos para mí fue estar como en un paraíso pues los dos se turnaban para cocinar y claro, siempre me contemplaban en las porciones, así que los meses que viví con ellos pude apreciar muchos platillos locales de Pakistán en la comodidad de mi casa y con personas que dedicaban más de dos horas a cocinar.  

Recuerdo que uno de los ingredientes nuevos que probé y fue mi favorito fue la okra, una verdura que era muy común en los platillos de mis compañeros de departamento. Recuerdo que el platillo en donde más lo disfrutaba era en el  Bhindi Masala, platillo con un montón de especias, pero donde resaltaba el jengibre, la cúrcuma, el comino y el cilantro en polvo, además el jitomate y todo el conjunto de sabores hacían una deliciosa salsa que mezclada con esta verdura formaba un platillo delicioso. 

El cordero también es una carne muy utilizada en esta cultura, así que también llegué a comerlo en una salsa deliciosa, sin dejar de mencionar unos garbanzos exquisitos que cocinó con paprika uno de mis amigos pakistaníes.  

En mis últimos días también prepararon kabob, una especie de hamburguesa de res, pero mucho más redonda y pequeña tipo albóndiga con más de siete especias, y una salsa de yogurt y perejil. 

Los frijoles secos con pan pita eran deliciosos también, pues el conjunto de especias es pan de cada día en la comida de Pakistán, por ello es que también están acostumbrados a tomar mucha leche o un yogurt bebible que sabe muy distinto al que conocemos en México. 

Pero lo que más extraño de vivir con estos dos chicos es el té chai; ése sí que me enseñaron a hacerlo con cada una de sus especias y el respectivo té negro. Además debo admitir que siempre la hora del té fue un ritual memorable pues mientras lo bebíamos después de haber esperado más de 20 minutos para la concentración de sabores, hablábamos y reíamos de un tema distinto que teníamos; también me enseñaron a bailar como en su país y logré aprender no más de tres palabras en urdu, su idioma en Pakistán; también es conocido como hindi en la India. 

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