Hermandad en Uruguay
La primera vez que escuché la palabra Charrúa fue en el Séptimo Encuentro de Pueblos Originarios Tawaintisuyu Mapu-Pacha en el año 2010. Congreso Intercontinental donde se reunieron líderes y pueblos originarios descendientes de los pueblos andinos y que en esta versión contemplaban la integración de los pueblos Mapuches y otras etnias del sur de América. Entre ellos el pueblo Charrúa, grupo cultural proveniente de Uruguay, quienes habían llevado un proceso sumamente interesante de reivindicación cultural a pesar de haber sido un pueblo “nómada” durante la llegada de los colonos europeos. Para ese entonces, los registros históricos ofrecieron en sus escritos poca información de dicha etnia por el hecho de ser un grupo que no estaba registrado como “civilización” con asentamientos.
Durante muchos años, especialmente desde 1989 la Asociación de Descendientes de la Nación Charrúa (ADENCH) se fundó como una organización cuya finalidad era el rescate, la preservación y la promoción de la identidad y cultura de los descendientes de los charrúas, originalmente nómadas en el territorio uruguayo. En 2005 se fundó el Consejo de la Nación Charrúa (CONCHA), quienes los próximos 10 años se independizaron de la primera organización, considerando diferencias poco claras. Durante el Encuentro citado se comunicaron diversos procesos internos de preservación que los pueblos Charrúas hacían para fortalecer y recuperar sus tradiciones, la más contundente fue la recuperación de la lengua Charrúa. Una lengua prácticamente muerta pero que ya había sido recobrada y aprendida por los llamados descendientes de dichas etnias.
Los charrúas son un pueblo americano, que durante el siglo XVI se ubicaban en la Provincia de Santa Fe. Existen 600 generaciones de nativos americanos en contraste con las 12 generaciones desde la llegada de los colonizadores europeos. Investigaciones arqueológicas han demostrado que las culturas precolombinas de Uruguay, no eran tan primitivas como se ha pretendido difundir. No solo vivían de la caza y la recolección, sino que ahora se sabe que domesticaron algunas especies vegetales como el maíz, el zapallo, los porotos y la mandioca. Debemos decir que el derecho consuetudinario (también llamado usos y costumbres) está basado en la palabra dada por dichos pueblos. Históricamente las alianzas inter-tribales y la fijación de límites de territorio de caza, se solía hacer mediante un pacto oral, el cual era respetado.
A la llegada de los europeos, a principios del siglo XVI, en Uruguay había dos Macro- Etnias o naciones bien diferenciadas. Una era la Guaraní, compuesta por las parcialidades de Tupíes y de Carios. La otra parcialidad era la Charrúa, compuesta por las parcialidades de los Charrúas, Guenoas, o Minuanes, Yaros, Bohanes y Chaná-Timbú. Si bien, cada parcialidad se centraba en un nicho biológico específico (los Chanáes eran ribereños y los Yaros, Montaraces, los Charrúas, propiamente dichos eran de la Pampa o las praderas). Todas las etnias antes mencionadas hablaban una variante lingüística de la Familia de la Lengua Charrúa y compartían una misma espiritualidad y una misma cosmovisión. La unidad de la Nación Charrúa o Macro Etnia Charrúa no sólo se manifestaba en la memoria oral, sino también en crónicas que lo confirman como la de Hervás en el siglo XVIII, “los indios llamados yaros, son tribus de la nación guenoa, y se cree que también lo sean las naciones de los minuanes, bohanes y charrúas”. El territorio que ocupan estas parcialidades iba desde el Río Paraná (República de Argentina) hasta el Océano Atlántico y desde el Río de la Plata hasta el Río Ibicuy (República Federativa de Brasil).
A partir de la conquista española y los posteriores enfrentamientos contra españoles, portugueses y contra guaraníes cristianizados, las parcialidades se fueron reduciendo gradualmente.
Es por eso que a mediados del siglo XVIII los Charrúas y Gueona-minuan empezaron a convivir juntos en el mismo espacio. Además de estas dos parcialidades que seguían teniendo una considerable fuerza estando juntas, se le sumaron el resto de los pueblos yaros, bohanes y chanáes cimarrones (quienes renegaban de las Reducciones y del cristianismo). La mezcla de los restos de las tribus, agrupadas todas juntas, fue lo que sobrevivió hasta las épocas republicanas y es de ahí que proviene el actual pueblo Charrúa de Uruguay.
Esa fue la palabra de los pueblos que convivieron en el Encuentro Tawaintisuyu Mapu-Pacha en el año 2010 en Quilmes, Buenos Aires, de donde extraje estas palabras y relatos. Para ese año, los aires latinoamericanos vivían un éxtasis liberador con los presidentes que se encontraban a favor de la plurietnicidad de los Andes y que se repartían en algunos países del Sur. Pero la curiosidad que causaba que el entonces presidente de Uruguay; Pepe Mujica no firmara el Convenio 169 de la OIT, el cual da derecho de consulta a las comunidades ancestrales del porvenir de sus territorios, conmovía las paredes de las asambleas. El pueblo Charrúa se encontraba luchando por que se firmara ese tratado.
Décadas después, Pepe Mujica reflexionó en un programa de radio sobre los “indios” y su vinculación con el proceso revolucionario artiguista. Recordó que Artigas fue el personaje que más reconoció y respetó a los indígenas en Suramérica. En esa entrevista el presidente Mujica hizo un reconocimiento histórico a los pueblos originarios. Pero además hizo un reconocimiento del derecho a las tierras que tienen los pueblos indígenas, aún sin firmar el tratado.
Debemos reconocer que los pueblos charrúas actuales recuperaron una lengua extinta. Algo que lingüísticamente es casi imposible sin un modelo de organización interno bien estructurado. Lo que hace un estudioso no patrocinado, esforzarse el triple y lograr políticas públicas del lenguaje y políticas culturales a partir de una necesidad fidedigna. Muchas veces se cree más en los episodios históricos escritos por unos cuantos intelectuales que en la tradición oral y las luchas indígenas que originan cambios y preservan la historia en sus prácticas culturales.
Hoy lamento la muerte de uno de los presidentes que rompió moldes, pero la hermandad genética que tiene con el pueblo Charrúa para romper moldes también es digna de reconocer. Los actuales “descendientes” de los Charrúas se presentan con rostros blancos, cabello rubio o castaño claro hablando una lengua indígena que estaba extinta y que de la nada lograron revivir. Me parece que es un sentido complejo de la hermandad. ¡Inchalá! se despidieron mis amigos charrúas después de los Encuentros a los que asistimos como jóvenes del continente americano. La demanda: compartir la palabra de los pueblos en los medios que pudiésemos. Inchalá significa hermano en lengua charrúa.
Tumulto de contradicciones y de incertidumbres nos invaden en las calles y en los campos complejos de América Latina. Compartí un mate con Charrúas aquel año 2010, pero no fue un mate cualquiera. Me enseñaron a hacer un mate desde cero. Para beberlo tardamos casi dos semanas. Cortamos el guaje, lo curamos; cortamos la caña, la lijamos; cortamos el cuero, lo secamos; cosechamos la hierba mate, y después compartimos toda la noche cediendo la palabra alrededor del fuego. Sus palabras y su hermandad se quedaron impregnadas en mi piel aquel día. Bebimos el mate y fue eterno. Igual que las palabras de Pepe Mujica en sus innumerables reflexiones de vida. Esa velada bajo el manto de la noche fría, escuché las palabras de alguien que es capaz de encontrar la felicidad en el vacío.
Hasta siempre inchalá Mujica.