“El más fuerte no es nunca lo suficientemente fuerte para ser siempre el amo, si no convierte su fuerza en derecho y la obediencia en deber.”
Jean–Jacques Rousseau
La niñez de Rousseau fue complicada, marcada por la ausencia de una madre, la huida de su padre y una educación fragmentada.
Sin embargo, estas experiencias contribuyeron a su desarrollo intelectual y a las ideas revolucionarias que más tarde expresaría.
La soledad y el abandono fueron los que forjaron esa sensibilidad especial hacia las injusticias y desigualdades sociales de la naturaleza humana.
A los 13 años, Rousseau fue enviado a trabajar como aprendiz en el taller de un notario, lo que marcó el comienzo de su vida laboral.
Durante este tiempo, continuó con su aprendizaje autodidacta.
Desarrolló un profundo amor por la lectura, pero no recibió una educación académica convencional.
Rousseau pasó por varias ocupaciones en los primeros años de su vida adulta, incluyendo el trabajo como escribano.
A los 16 años, Rousseau dejó Ginebra y se trasladó a Francia.
A lo largo de su vida temprana, Rousseau trabajó en oficios como músico, secretario y copista de música,
Rousseau más tarde reflexionó profundamente sobre su niñez en su autobiografía, en sus Confesiones y Emilio, o De la educación.
Pero su libro, esencial para la Ciencia Política, donde plasma sus ideas políticas es el Contrato Social.
LA LIBERTAD NATURAL DEBE CEDERSE A UN INTERÉS COLECTIVO
Rousseau introduce la idea de que la legitimidad del poder político sólo puede concebirse con el consentimiento general de los dos actores principales: el individuo y la sociedad.
Este contrato implica que los individuos ceden sus derechos naturales (como la libertad absoluta) a la comunidad a cambio de la protección y el bienestar colectivo.
Una de las ideas clave es que la soberanía reside en el pueblo.
Para Rousseau la soberanía del pueblo se realiza en la ley, en el marco del Estado de derecho.
La legitimidad de la ley exige que el pueblo sea su autor, en el sentido de que decide sobre ellas. Corresponde al legislador proponer las leyes.
Rousseau defiende que la verdadera libertad: “Consiste menos en hacer su voluntad que en no estar sometido a la de otro; consiste, también, en no someter la voluntad de otro a la nuestra. Quienquiera que sea amo no puede ser libre, pues reinar es obedecer”.
Rousseau analiza la propiedad privada y su relación con la desigualdad social.
A pesar de ser un defensor de la libertad y los derechos individuales, Rousseau argumenta respecto a la propiedad privada que: “Es la fuente de desigualdad y de la explotación, y sólo es admisible, como un mal menor, en la medida en que el temor a perderla hace que los individuos cumplan las leyes”.
Para Rousseau, el concepto de totalidad del “cuerpo político” o Estado legítimo, se asume como la forma de organización política del pueblo y que se basa en el principio de soberanía popular.
También expone, en términos de la Teoría General de los Sistemas, que el Estado es un “todo” compuesto y complejo que se integra por partes o elementos de diferentes grados de cohesión y concreción, es decir, por órganos e individuos (personas naturales), desempeñando distintos papeles (ciudadano, legislador, magistrado).
Los órganos son individuos o “cuerpos” parciales, subordinados al todo mayor y compuestos también por miembros individuales.
Es importante notar que el Estado es la suma de las fuerzas de los miembros individuales componentes, por lo que su poder (su fuerza) es necesariamente siempre superior a la de cada individuo tomado por separado (sinergia).
Aunque Rousseau pone énfasis en la voluntad general, también advierte sobre los peligros de que la mayoría se convierta en una tiranía.
En El Contrato Social, Rousseau propone una teoría política basada en la soberanía popular, la libertad como obediencia a la ley, y la idea de que el poder legítimo sólo puede surgir de un acuerdo colectivo que busque el bien común.
El libro representa una crítica a la desigualdad social y a las instituciones políticas de su tiempo, y defiende la idea de una democracia participativa donde todos los ciudadanos tienen un papel en la creación y cumplimiento de las leyes.
A lo largo de su vida, Rousseau había sido una figura polémica debido a sus escritos sobre la política, la educación y la naturaleza humana, y su muerte no fue un final pacífico.
Sin embargo, su legado como pensador sigue siendo enormemente influyente en la filosofía política, la educación y las ciencias sociales.