Escena 1:
Un panista está en un table dance de mala muerte que está ubicado sobre la calle 11 Sur. Una joven de veintitantos años está en toples y que solo lleva una pequeña tanga le baila en su mesa.
El panista, en ese entonces diputado federal, se baja los pantalones y se queda sólo en calzones.
Sus acompañantes, todos hombres, le aplauden.
Él, muy envalentonado, se acaricia el sexo frente a la chica que sonríe y toma del vaso jaibolero del legislador.
Ella se sienta sobre el panista. Él sonríe y presume frente a sus cuates.
Todos festejan. Ella se levanta y lo toma de la corbata. Él se levanta y la sigue como si fuera un pingüino porque los pantalones del diputado siguen abajo. No puede caminar bien y casi se tropieza. Sus acompañantes ríen, carcajean, brindan por su amigo “diputado pingüino”. Ella lo lleva a un privado mientras le jala de su corbata roja. Él la sigue. Tardan una hora, pues le llevan su botella de Bacardí al cuarto en el que se quedó con la chica. Sus amigos siguen bebiendo en la mesa.
Unos días después, el legislador aparece en misa dominical con su esposa e hijos.
Escena 2:
A una oficina de comunicación social de un ayuntamiento panista llegó el jefe, el director, el mero mero del área. Ya casi no había nadie en la oficina, sólo estaba ella, la chica que había contratado desde hace unos meses y que siempre le mandaba mensajes, le tomaba de la cintura o de la mano, pero siempre le sonreía y le hacía un comentario sugerente a veces de frente o a veces al oído. Esa noche, el director, ya con unas copas encima, se le acercó y la jaló hacia él. Intentó besarla, pero ella se negó, esquivó los labios de su patrón. Forcejeó con ella, pero ella se soltó y salió corriendo de la oficina. Unos días más tarde se presentaron dos denuncias contra dicho funcionario: una penal por acoso sexual y otra de índole administrativa en la Contraloría. Tuvo que dejar su cargo no sin antes emborracharse con varios directores de medios de comunicación y posar para la foto. Desde sus años de estudiante en la UPAEP se decantó ideológicamente con el grito: “¡Dios, Patria, Organización!”.
Dicen que no es el único caso de acoso en ese municipio. Que hay muchísimos expedientes de varios funcionarios que emularon a este personaje que terminó operando desde la sombra para su jefe.
Hay otros famosos casos, como aquel secretario particular de un conocido alcalde panista que correteaba strippers en un antro gay. Que pasaba lista en el famoso “cuarto oscuro” y quien recientemente fue evidenciado por el periodista Edmundo Velázquez en su cuenta de Twitter, ahora que lloró en la tribuna del Congreso del estado.
Fueron ellos que fueron formados en una secta católica clandestina, que los enseñaron a odiar y señalar con el dedo índice a las mujeres que por las razones que sean decidieron abortar. Que los enseñaron a discriminar, a tratar mal a los demás, pero siempre a señalar con el dedo juzgador a quien rompiera las normas y no abrazara el rosario.
Fueron ellos quienes manipularon la información cuando se aprobó la despenalización del aborto en comisiones en el congreso estatal poblano y acusaron de “asesinos” a sus compañeros diputados porque se sumaron a descriminalizar a las mujeres que decidirán sobre si tienen o no hijos.
Los panistas que tanto se espantaban del aborto, pero de manera secreta llevaban a sus hijas con una partera de forma clandestina o las mandaban a la Ciudad de México para que su imagen quedara intachable ante la sociedad.
Ellos, quienes prefieren vivir como en los tiempos de Octaviano Márquez y Toriz evitando hasta la vacuna del papiloma humano porque “qué van a decir de nuestra familia si lo vacunan con eso”.
Son esos que se dicen provida cuando justifican que un sacerdote católico le mete la mano a un menor de edad, lo viole, lo acose, lo haga sentir culpable después de que lo masturbe.
Son esos panistas que gritan “¡Ánimo Montana!” en los Congresos legislativos. Fueron ellos los que ahora salieron a gritonear contra la despenalización del embarazo interrumpido. Con sus falsos discursos y con una doble vida cargando en su espalda.
En la sesión del Legislativo, por fin el panismo regresó a su origen.