La izquierda poblana se ha caracterizado por ser rijosa, sectarista, dividida y confrontativa. Históricamente, la izquierda poblana fue intervenida por el gobierno desde los años 70 y 80, infiltrada, cooptada y al final entre los grupos o tribus internas se acusaban mutuamente de ser “orejas de Gobernación”, de policías políticos, de chivatones y de vender el movimiento.
Muchos sí operaban para los aparatos de inteligencia; muchos otros no lo hicieron. Había de todo: buenos, malos y regulares. Sobraron los que estudiaron Derecho y vendían los movimientos al gobierno o a los empresarios.
Aunque no hay corrientes al interior de Morena, como sí fue en el viejo PRD, la forma de pensar, la cultura y la formación del izquierdoso poblano no ha cambiado mucho. Sigue siendo sectarista, algunos casos con razón, otros no tanto.
Entender a la izquierda y, en especial a la poblana, no es un tema sencillo, porque son muchos pensamientos: hay personajes que vienen de la academia y que sus cuestionamientos son basados en el estudio. Hay otros personajes que vienen de la lucha social, porque apoyaron campesinos, obreros, líderes vecinales, causas estudiantiles.
También están los activistas de café, que están todo el día en el centro discutiendo sobre cómo debe ser la administración pública y están los de sofá que hacen política desde un celular, una tablet o una computadora de escritorio.
Hay congruentes, incongruentes, exporrros universitarios, gente que fue apapachada desde Gobernación con canonjías, huatos de mota, boletos para el futbol, permisos para vender hasta cemitas, placas de taxi y hasta licencias de cabarets o hasta para poner un bachillerato.
Hay decentes e indecentes.
Hay una parte de la izquierda que cuando militaba aún en el PRD fue a pactar con el otrora archienemigo de Morena, Rafael Moreno Valle (uno hasta fue gobernador de Puebla, si mal no recuerdo) y otra que prefirió irse con el PRI de Marín y de López Zavala.
Hay quien inició en la lucha izquierdosa en el 2006, cuando López Obrador tomó la avenida Reforma de la Ciudad de México y hay quien se sumó de manera institucional desde el 2012 al movimiento que terminó como un partido en el poder.
Hay quien llegó en el 2018 o 2019 o 2021.
Como verán, mis queridos amigos, es un verdadero pedo entender a la izquierda poblana y aunado a eso le suman que son poblanos los que militan, bueno, es todo un coctel; es por eso que hay que analizar con lupa la elección a alcalde de Puebla.
Si bien en Morena y en el PRI hay muchas coincidencias, en ciertas formas políticas no es así, al contrario, en Morena hay que pasar ciertos filtros a menos que sea una decisión del “caudillo” López Obrador, de ahí en fuera, tiene su propia lógica y su estilo.
Por eso, ha sido tan difícil ponerse de acuerdo con quién será el abanderado por la ciudad de Puebla. Hay que retomar el 2021, la mayoría daba a Biestro Medinilla porque era el candidato de Miguel Barbosa y no fue así. Hay que recordar el 2018, hablaron hasta de Violeta Lagunes y al final surgió Claudia Rivera. En ambas elecciones fue Rivera Vivanco, de hecho.
Morena, o, mejor dicho, la izquierda poblana tiene sus propios códigos. Y por eso quizá se aplazó hasta marzo la definición del candidato porque no han sabido leer cómo es que se configura el de la izquierda poblana y apoblanada.
Quien sí supo hacerlo porque se fue rodeando de ellos y los fue convenciendo poco a poco fue el senador Alejandro Armenta. Tan es así que hoy es el coordinador de los trabajos de la 4T poblana, por algo ganó la encuesta estatal en noviembre pasado.
Por eso hay tanta incertidumbre en la elección del candidato (a) a la presidencia municipal de Puebla por ese partido, porque hay que entender, cómo es que piensan, cómo se han creado, cómo se han destruido, de qué hablan, cómo hablan y cuáles son sus necesidades, las legítimas y las ilegítimas.
Morena se puede parecer al PRI, pero no son lo mismo.