Nadie en su sano juicio puede despertar una brillante mañana, abrir la ventana, saludar al señor sol, al señor cielo, a las señoras flores y a los señores árboles y decir todo orondo “¡Yo soy Loret!”. Eso sólo les corresponde a personajes como Javier Lozano Alarcón, Lily Téllez, Carlos Alazraky y toda una runfla de mafiosos.
No, señora bonita; no, señor atento; no, señeres (para que nadie se sienta discriminado). No y no.
Tampoco se trata de salir a defender a Andrés Manuel López Obrador porque exhibir el supuesto salario de un particular es vil, prosaico y es contra la ley. Sí, es cierto, el citado periodista ha sido solo un soldado del sistema, un periodista orgánico, un empleado del poder. Pero, si gana uno o dos millones o 5 o 20 al año, al final es problema de él y de quien lo contrate. Ya con pagar impuestos ya tendrá tema para no dormir.
Hay algo que nunca han entendido muchos personajes: la mayoría de los periodistas trabajan para empresas privadas que son negocios lícitos, registrados ante el SAT, con cuentas bancarias y que lo que ganemos, perdamos, apostemos, invirtamos, prestemos, desperdiciemos es nuestro problema. Sólo debemos pagar impuestos y cumplir con nuestros adeudos.
Lo que se contrata como publicidad gubernamental a las personas físicas o morales sí puede ser transparentado ya que son recursos públicos, pero de ahí a lo que hizo el Presidente es una barbaridad.
Lo que escribimos, nuestra forma de pensar, de percibir la vida y cómo la comunicamos en los medios de comunicación es nuestro problema. Empresarios y ciudadanos se quejan amargamente de la prensa, pero no le invierten ni un solo peso. Así que dejemos esa visión ramplona que no va en los tiempos del siglo XXI. Seriedad, señoras, señores y hasta señeres.
Loret de Mola no es un adalid de la justicia, de la honestidad y de la ética. Tampoco es el periodista que todo México esperaba. Fue en su momento un lector de noticias en Televisa. Participó activamente en un teatro armado por Genaro García Luna, hoy detenido en Estados Unidos. Ese García Luna que persiguió a periodistas como Anabel Hernández, que encarceló a otros tantos como el escritor Jesús Lemus, autor del libro Los Imperdonables.
Así que no caigamos en tontas manipulaciones. Tampoco nos subamos al tren de la cuarta transformación, especialista también en el maniqueísmo y la mentira.
No podemos hacerle caso a personajes como Javier Lozano Alarcón (perdón, Pedro Gutiérrez, sé que tu amor por él es infinito), quien extorsionó a un traficante de drogas coreano copelas o cuello); o aquella vez que amenazó a un dueño de una radiodifusora. Lozano es un personaje impresentable. Ese que se quede con su Loret.
En el fondo, esta última polémica sí es un tema contra el periodismo, sí, por supuesto, pero no hay que verlo desde ese punto de vista romántico; de activista de sofá, de izquierdoso de café o de esa derecha buena ondita que se pone muy flamenca en redes sociales. Y es un tema serio porque efectivamente en este año han vuelto a las primeras planas nacionales los asesinatos a los reporteros.
Evidentemente, ni los mecanismos de protección ni las comisiones de derechos humanos, ni las instancias de gobierno de todo el país funcionan. La cuarta transformación, además, ha contratado a una señora de nombre Liz Vilchis quien no sabe leer en voz alta para atacar a la prensa.
Es cierto, siempre han existido excesos de los periodistas. Ha existido y es real la corrupción que se vive. Ha habido, incluso, personajes ligados al hampa y que defienden prostíbulos, table dances, cárteles o son voceros del crimen organizado.
Pero también es cierto que los que viven de esto: fotógrafos, reporteros, editores, camarógrafos, ganan muy poco y no tienen IMSS, Infonavit y a veces, si les pagan en efectivo y sin recibo de honorarios, hasta les retienen impuestos a pesar de que el dinero ya viene “lavado”.
Los dueños de los medios —no todos, hay que hacer la aclaración—, tienen una trayectoria cuestionable. Tampoco, han servido las asociaciones de periodistas, porque en ocasiones sirven para conseguir favores del gobierno o se terminan delatando entre ellos o en casos peores, algunos líderes se quedan con el dinero de las cuotas.
Pero de ahí que la solución sea matar reporteros, violar la ley y exhibir sus ganancias personales, decir que son fifís, golpeadores, bueno se vale criticar y cuestionar, pero no es lo mismo que lo haga un particular que lo haga una autoridad. No hay igualdad de condiciones. No digo que no seamos calificados y señalados, eso siempre se hace. Además, hay tanto qué leer que actualmente es muy democrática la elección de lo que nos interesa.
Pero insistimos, no, no somos Loret.
Y hablando de la prensa, me enteré ayer qué el portal Lado B, dirigido por Ernesto Aroche y Mely Arellano, anuncia una pausa en su quehacer. La verdad es que es una mala noticia. Es algo triste. No siempre coincidí con su estilo, pero sí les reconozco una labor periodística. Sí hicieron grandes reportajes y crónicas. Quizá les faltó cacarear más el huevo, pero ese es un punto de vista personal.
Esperemos que sea eso: solo una pausa, pues, aunque no siempre se coincida, es necesario tener diversos puntos de vista y líneas editoriales diversas.
Un abrazo a Mely y a Ernesto.