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jueves, abril 18, 2024

Ha muerto la cordura

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Un panista fue linchado y quemado vivo en una comunidad de Huauchinango, Puebla, el fin de semana pasado. Una turba de pobladores perdió totalmente la razón y porque a “alguien”, aún no sabemos quién, se le ocurrió gritar que el asesor de la Cámara de diputados “era un robachicos”. 

A los habitantes de la junta auxiliar de Papatlazolco se les olvidó el concepto de la dignidad humana. Sí, esa que nunca se pierde, que con solo el hecho de existir se es digno por naturaleza, según lo planteó Aristóteles y posteriormente San Agustín y Santo Tomás. Porque a “alguien” que vive con temor todo el tiempo, con una ansiedad que lo carcome todos los días consideró que lo mejor era cercarlo, golpearlo, quemarlo vivo. 

¿Qué es lo que mueve a la gente a actuar así? No es la primera vez que vemos estas escenas, en el sexenio de Rafael Moreno Valle, un par de encuestadores fueron quemados vivos en una comunidad de la Sierra Negra porque a “alguien” se le ocurrió decir que “andaban unos robachicos”. El fenómeno es el mismo, fueron cercados, golpeados y quemados vivos los pobres hombres que cometieron el pecado de estar en un lugar haciendo su trabajo. 

Y sinos vamos unos años antes, a unos cuántos kilómetros de la capital poblana, en 1968, unos trabajadores universitarios fueron linchados en Canoa porque tanto al cura de la población como a su ama de llaves se les ocurrió decir que eran “comunistas”. 

¿Qué ocurre en la mente de la turba? Por qué muchas personas se vuelven una sola y claman justicia, la aplican, pierden el conocimiento y sacan todos sus odios, sus traumas, rencores, y se convierten en un verdugo que ejecuta sin piedad. 

¿Sabían ustedes por qué los verdugos a la hora de ejecutar estaban encapuchados? Por el anonimato, porque en el anonimato se puede cercar, golpear, quemar vivo a quien sea. Sin dar la cara y todos ser uno es más fácil actuar. Ahí se pierde la razón, porque somos todos. 

Esa quizá sea la causa de la deshumanización de la turba: el anonimato, ya que uno solo y mostrando su cara, no enfrentaría a otra persona. Se necesita a la turba para perder la razón y se deshumanice. 

Hay dos experimentos que valdría la pena citar para tratar de explicarnos mejor esta idea: el primero es el famoso experimento de Stanford (hay dos películas que relatan el hecho). Resulta que, en 1971, Philip Zimbardo lideró una investigación que consistió en reclutar a dos grupos de personas. A uno los hizo policías y a los otros prisioneros. 

Establecieron el sótano de la universidad de Stanford como una cárcel y, a los policías les dieron un tolete y gas, para controlar a los reos. Al segundo día del experimento, los detenidos se amotinaron. Posteriormente, los presos fueron divididos y algunos cayeron en depresión cuando se les comunicó que no podrían salir, empezaron a enfermarse y perdieron totalmente la razón. Los policías, por su parte, incurrieron en abusos.  

Todo lo anterior, pese a que ambos grupos sabían que era una obra teatral, que no era real, pero en la turba, buenos vs malos, policías contra ladrones, nazis contra judíos, provocaron que nadie se reconociera como persona, sino como una turba y que todos envueltos en sus papeles actuaran desde el anonimato. 

Años antes hubo un experimento sobre la obediencia, es muy famoso y se le conoce como El experimento de Milgram, porque fue desarrollado por Stanley Milgram (también hay una película en Netflix). Este consistió en que un actor estaba en un cuarto solo conectado con dos electrodos le tenían que dar choques eléctricos. 

Lo que ocurría es que en realidad no hubo choques eléctricos, pero la persona que subía el voltaje no lo sabía, puesto que no veía al actor que estaba en otro cuarto y solo escuchaba sus gritos y pese a que era una dramatización, con quien se experimentaba se le obligaba a subir más y más las descargas eléctricas y este obedecía, pese al supuesto dolor del actor. 

Esta fue la explicación que se dio para la Alemania Nazi, porque los alemanes como cualquier ciudadano del mundo, no es mala. Se descubrió además que para matar a los judíos no se les disparaba, sino que al momento de llevarlos a un cuarto y soltar el gas para que murieran, los encargados no sintieran dolor ni compasión. 

Entonces, ¿qué ocurre en el linchamiento que se dan en las comunidades?, ¿qué pasa con las personas que pierden la razón?  

Es difícil saberlo y ahí tanto psicólogos, sociólogos como académicos nos deberían ilustrar, pero algo tiene que ver con atacar desde el anonimato. Tiene que ver con la ansiedad, con el temor, con dejar sacar al doctor Hyde de nuestras almas. 

Pero también tiene que ver con el anonimato. Por qué creen que hay tanto odio en las redes sociales, por qué se lincha la honra de las personas, porque no se hace de frente sino con una pantalla que deshumaniza. 

Esa es la razón de la existencia de tanto odio en esta sociedad que está cautivada por la psicología positiva. Es en el anonimato donde la persona pierde su “yo” y se convierte en todos somos uno.  

Fuente Ovejuna… todos a una. 

No es un tema menor, porque cuántas personas pueden ser víctimas de la turba. Qué orilla a alguien a pensar que lo mejor es tomar la justicia por su propia mano, haciendo a un lado el Estado de Derecho.  

En una sociedad como la nuestra (hablo de todo el país) en la que desigualdad, un sistema judicial fracasado, una política de abrazos no balazos, el ser humano se siente vulnerable y cae en acciones verdaderamente criminales.  

Lo malo es que pagan justos por pecadores, disculpe usted el uso de este lugar común pero no encuentro cómo explicarlo mejor. 

Y si piensa usted que no sería víctima de un Stanford o de Milgram, déjeme decirle que está usted equivocado, en nuestra ingeniería social, somo somos unos ratones de laboratorio que podemos perder la cordura en cualquier momento. 

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