El robo de las boletas electorales dejó mal parados a los del Instituto Electoral del estado (IEE), porque demostró que no hay una cadena de custodia y que el encargado de llevar la papelería a los presidentes de las casillas al final puede hacerlo en bici, en patineta, en un Tsuru o en burro y es vulnerable no sólo al robo (como el pasado lunes ocurrió), sino a que las papeletas se le caigan en el camino, a que algún malora les prenda fuego o que las llenen de grasa porque se comieron unas tortas de mole con pollo, qué se yo.
El IEE se vio peor cuando se le ocurrió la brillante idea de poner un cartoncillo rosa en el medallón de los coches donde se trasladan las boletas para anunciar que ahí va paquetería electoral.
Sólo faltó que escribieran: “Señores ladrones, si quiere robarse este Tsuru no lo haga mientras entregamos la paquetería electoral, por fa’. Róbelo hasta la otra semana. Este 2 de junio votas tú, votamos todos”.
Con el robo del Tsuru quedó en evidencia que es pésimo el manejo de las boletas electorales. Faltan protocolos de seguridad. No obstante, para la presidenta del Consejo, Blanca Cruz García, así es y así debe ser, faltaba más.
Pobre del ladrón, si es que lo detienen, porque ahora no sólo se robó un coche sino hasta la papelería electoral, como ya fue denunciado ante la Fiscalía General del estado (FGE). El criminal tendrá que responder por dos delitos: el hurto del automóvil y por las boletas.
Eso sólo pasa en México, me cai’.
En el 2018, cuando se judicializó la elección estatal entre Martha Erika Alonso y Miguel Barbosa, el tema fue porque se violó la cadena de custodia y porque se encontraron papeletas hasta en una camioneta que se había volcado.
La ola de especulaciones que provocó el robo del Tsuru era natural. Cualquiera se escandalizaría porque el hecho en sí mismo genera muchas suspicacias, sobre todo porque vivimos en un país en el que crecimos en medio de fraudes electorales, algunos patrióticos (Manuel Bartlett, dixit), otros no.
En los años 80, era tiro por viaje el robo de la paquetería. Ahí está el caso de 1983, aquí en Puebla, cuando los priistas que apoyaban a Jorge Murad Macluf robaron tantas urnas que hasta se llevaron las casillas donde ellos ganaban.
La versión del IEE es que el ladrón del Tsuru resultó un criminal, pero, el delincuente ante todo era un demócrata, un auténtico demócrata traído desde la antigua Grecia, pues sólo pensaba robarse un automóvil sin afectar el derecho ciudadano a votar.
¡Eso jamás!
Es decir que el IEE, (el sacrosanto IEE, árbitro de árbitros) ya dictaminó que sólo iba por el coche, jamás por las papeletas de los comicios del domingo.
¡Qué paz!
Ayer, en un noticiario de cuyo nombre no quiero acordarme, escuché al conductor escandalizarse (y persignarse) como toda una tía católica: “Ya sabe cómo son los políticos. Todo lo politizan. Ahora los partidos ya andan cuestionando el robo de un Tsuru”. Sólo le faltó decir a este opinólogo: “¡válganos los cucus y los petates!, ¿por qué acusar a un pobre ladronzuelo que necesitaba un medio digno para transportarse? Hasta Dimas y Gestas eran ladrones, pero jamás la papelería electoral”.
Es imposible no pensar de forma negativa. No la chinguen. Y que esto se politice.
Una acción lleva una reacción.
No obstante, quedó evidenciado un error en el método de repartición de papelería comicial.
Y de eso es responsable el IEE.
No digan que no se politice algo que es eminentemente político.
Sobre todo, en estos tiempos que estamos totalmente polarizados todos los ciudadanos. Y en una elección que se está cerrando y se va a cerrar más, según dicen los que saben y no creen en las encuestas que se publican.