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miércoles, mayo 21, 2025

El laberinto de la verdad

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Ulises Cortés

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también la verdad se inventa

M.Machado

 

¿Alguna vez le han preguntado o se ha preguntado: ¿Cómo sabe eso? ¿Es cierto? Una pregunta semejante es: ¿Qué es la verdad? Que es una pregunta estrictamente filosófica, y muchos pueden pensar que es una invitación a la mera retórica. Sin embargo, la verdad importa, en particular en la sociedad de la posverdad, en la que se toleran las mentiras y sus variantes en diversas intensidades –descontextualizaciones, omisiones intencionadas, insinuaciones, insinuaciones y paparruchas–, y se ignoran los hechos o no se cotejan de forma efectiva.

Hoy estamos expuestos de forma continua a una lluvia perenne de noticias falsas o declaraciones no contrastadas emitidas por el deseo de ser los primeros y una insana necesidad de compartir información de forma instantánea. A diario se reciben en nuestros dispositivos electrónicos, en cantidades que dependen en los hábitos de búsqueda de cada usuario, notificaciones de las redes sociales con contenidos más que dudosos y sin validar.

Cuanto más se avanza hacia una sociedad conectada, más importante será comprender lo que es verdad y, también, lo que la verdad es. Si nuestra intención es la de entender por qué importa la verdad, primero debemos entender qué es.

La verdad, en su versión más elemental, es un concepto abstracto que expresa la cualidad de lo que consideramos verdadero o exacto. La verdad, lejos de ser una noción simple y transparente, se asemeja a un laberinto, como sugiere Octavio Paz en su exploración de la soledad y la identidad. No es una línea recta hacia una certeza absoluta, sino un entramado de pasadizos, máscaras y espejos en el que cada afirmación, creencia o hecho debe ser descifrado y desenmascarado.

Muchas veces, la verdad se utiliza para describir declaraciones, creencias o hechos que se basan en la realidad y se puede demostrar que son ciertos mediante evidencia o verificación. En contextos filosóficos y científicos, la verdad, a menudo, se considera objetiva e independiente de creencias o perspectivas personales y, siempre, en construcción, y que cambia a medida que nuestro conocimiento sobre el mundo aumenta. En otras palabras, un hecho se considera verdadero si se corresponde con la realidad objetiva, independientemente de si un individuo lo cree o no.

A pesar de las más terribles predicciones de los futuristas, las aplicaciones basadas en la Inteligencia Artificial no se apoderarán del mundo. Las historias y las películas nos han enseñado durante años a pensar en la inteligencia artificial como una caja negra con capacidades cognitivas infalibles. Como ejemplos de estas máquinas tenemos HAL-9000 y la computadora Enterprise de Star Trek. La verdadera amenaza de esta situación es mucho más insidiosa: el auge de una variedad de tecnologías basadas en la Inteligencia Artificial presagia la erosión de la verdad y los hechos.

Las aplicaciones basadas en la inteligencia artificial generativa, en particular, destaca por su capacidad para crear información falsa que resulta difícil de distinguir de la realidad, facilitando la proliferación de fuentes de desinformación. Esto ya está ocurriendo; de hecho, se está acelerando en todos los canales informativos disponibles. Como ejemplo sangrante véase las campañas políticas en X y, qué paradoja, en TRUTH, el vehículo oficial del presidente Trump.

Estas redes sociales son un reflejo de los cambios políticos, sociales y tecnológicos en curso que impactan la forma en que se percibe y comunica la verdad, y subrayan la necesidad de una reflexión crítica y una gobernanza responsable del desarrollo tecnológico.

Qué respuestas buscamos cuando nos preguntarnos sobre la necesidad de entender la verdad y cómo preservarla para evitar daños de largo alcance en una sociedad instalada en la posverdad respecto de diversos aspectos de la vida pública, incluida la búsqueda misma de la verdad, los procesos democráticos –como la decadencia de las normas políticas y sociales– y las normas sociales.

El uso de los sistemas basados en la IA ofrece muchos beneficios, también plantea desafíos en términos de la fabricación y manipulación de información. Abordar estos desafíos requiere una combinación de pensamiento crítico, la alfabetización mediática y el desarrollo de herramientas para identificar y mitigar la propagación de desinformación.

La verdad, lejos de haber muerto, sigue viva y, cuando la encontramos, resplandece. Las falsedades, en cambio, se propagan como un virus: esparcen su simiente y echan raíces que son difíciles de arrancar, más en estos tiempos sembrados de bulos interesados que no sabemos –o no queremos– detener. Ni las plataformas digitales y ni los partidos políticos están interesados en ponerles freno.

Ante este panorama, es justo preguntarse si tiene futuro y a quién le conviene cultivarla defendiendo su valor y su papel en la configuración de una sociedad que viva en una democracia saludable. Aun si la verdad hubiese sucumbido a manos de la prisa y la cacofonía de las redes sociales, seguiría siendo, como la lámpara de Diógenes, una luz que nos iluminaría para distinguir, entre la multitud, a las personas íntegras.

 

ULISES CORTÉS

Catedrático de Inteligencia Artificial de la Universitat Politècnica de Catalunya. Coordinador Científico del grupo High-Performance Artificial Intelligence del Barcelona Sucercomputing Center. Miembro del Observatori d’Ètica en Intel·ligència Artificial de Catalunya y del Comitè d’Ètica de la Universitat Politècnica de Catalunya. Es miembro del comité ejecutivo de EurAI. Participante como experto de México en el grupo de trabajo Data Governance de la Alianza Global para la Inteligencia Artificial (GPAI). Doctor Honoris Causa por la Universitat de Girona.

 

Nota:

El termino posverdad se refiere a un fenómeno contemporáneo caracterizado por disputas sobre las afirmaciones públicas de verdad y una cultura política en la que los hechos se consideran irrelevantes. Es un término que refleja preocupaciones sobre la desconexión entre la opinión pública, las narrativas de los medios y las políticas, así como la posible erosión de la distinción entre verdad y falsedad en el discurso político.

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