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viernes, abril 19, 2024

Los ministerios de Dios y sus curas combatientes

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Los presbíteros jesuitas Javier Campos de 78 años y Joaquín Mora Salazar de 80 años fueron asesinados junto al guía Pedro Palma Gutiérrez en la localidad de Cerocahui, Urique, Chihuahua. Ellos trabajaban con la comunidad indígena rarámuri. El lunes 20 de junio se encontraban en la iglesia de la comunidad, cuando José N. alías “El chueco”, ingresa a la iglesia y sin mediar nada los asesina, cuando iba en búsqueda del guía Pedro Palma, su muerte se debió a que auxiliaron al guía. 

Al ataque sobrevivió el padre Jesús Reyes, quien se encontraba reunido con los otros dos curas porque El Chueco le pide confesión. Este líder del narco además se lleva los cuerpos y deja en conmoción al cura sobreviviente. 

Dentro de la iglesia católica las distintas órdenes han marcado cómo llevar el ministerio y su labor con ciertos grupos de la población. Los jesuitas y los dominicos se han destacado por estar al lado de los pobres, los desprotegidos y los marginados; sin duda estas dos órdenes son las que han puesto más mártires durante su ministerio. La razón es simple, no es fácil estar del lado de las luchas sociales, su cabeza al final tiene un precio. 

El 16 de noviembre de 1989 durante la guerra civil en el Salvador dentro de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, fueron vilmente asesinados seis religiosos jesuitas, la cocinera Julia Elba Ramos de la iglesia y su hija Celina. Ignacio Ellacurría teólogo y rector de la Universidad, Segundo Montes, Ignacio Martín Baró, Amando López, Juan Ramón Moreno y Joaquín López, fueron los curas asesinados. 

Esta fue una operación militar contra la decisión profética de la iglesia en la opción preferencial por los pobres, estos curas apoyaron a las comunidades que fueron duramente reprimidas durante el periodo de represión en El Salvador. 

A Monseñor Óscar Arnulfo Romero de la orden claretiana, el 24 de marzo de 1980, mientras oficiaba la misa en la capilla del hospital de la divina providencia, un francotirador militar le disparó y dejó tendido su cuerpo con el rostro ensangrentado frente al altar, su ministerio y su legado continuaron. A Monseñor lo asesinaron un lunes, pero el domingo anterior en la misa había pedido que cesaran las agresiones del gobierno hacia el pueblo salvadoreño, sus palabras siguen siendo la opción de muchos curas en el mundo, esta es su lucha, no callar y denunciar los abusos, la violencia y las injusticias sociales. 

“Yo quisiera hacer un llamamiento muy especial a los hombres del Ejército, y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles: Hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos y, ante una orden de matar que dé un hombre, debe de prevalecer la ley de Dios que dice: ‘No matar’. Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el Gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego… ¡Les ordeno! En nombre de Dios: ¡Cese la represión” 

He tenido el honor de conocer a muchos curan que luchan por sus pueblos y por los recursos naturales, que acompañan día a día a los pobres en sus demandas, que son la continuación de lo que algún día Monseñor Arnulfo Romero nos legó, algunos curas a través de la teología de la liberación, otros por sentido común y consciencia de clase, mi reconocimiento y amor para ellos, en mi corazón están los padres Urbano, Andrés y Toño, ejemplos de vida y grandes combatientes.  

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