🐫 LO QUE QUEDA del inefable Rubén Rocha Moya quedó exhibido la mañana de este sábado durante la rueda de prensa que la presidenta Claudia Sheinbaum ofreció en Culiacán. El gobernador de Sinaloa apareció hecho un guiñapo ante las cámaras. El puerco no miente: los hombros caídos, el vientre salido, las piernas enclenques, las manos dispersas, la mirada ida, la expresión desencajada y su futuro turbio.
🥔🥔 LA PRESIDENTA, EN CAMBIO, lució entera, dueña del entorno y del contexto, bien parada sobre sus pies. Quizás por eso el gobernador peor evaluado del país se vio tan patético, tan reducido a caca, tan frágil y pequeño. Al estar frente al video, no pude evitar una sensación de lástima frente a ese costal de papas. Un hombre muerto (políticamente hablando): un gobernador que quiere salir corriendo para escapar de la pesadilla en la que se ha convertido su vida. Sólo faltó que llorara por fuera, porque por dentro las lágrimas anegaban su alma. O lo que queda de ella.
🦫 SU EXPERIENCIA ACADÉMICA y política lo posicionaba como un líder con potencial para poner en marcha políticas progresistas, pero la violencia brutal en la que vive su estado lo ha dejado en el piso: un piso maloliente, lleno de ratas y balas. En marzo de 2024, Rocha Moya minimizó el secuestro de 66 personas, diciendo que “son cosas que pasan”, lo que desató indignación y mentadas. Además, el Mayo Zambada lo vinculó a una reunión con fines políticos, lo que ha generado acusaciones de nexos con el crimen organizado, aunque Rocha, ya se sabe, niega estas afirmaciones. Por lo pronto, la Fiscalía General de la República no tiene en sus planes la exoneración a su persona. O a lo que queda de ella.
👁️ VUELVO A VER EL VIDEO. El gobernador mira al suelo insistentemente. ¿Qué ve? ¿Cucarachas trazando su destino? ¿Ríos de mierda dibujando su rostro? ¿Rayones en el piso que semejan las noches de insomnio desde que todo se fue al carajo? Quién sabe. Lo único cierto es que, como me dijo un poeta metido a editor, le faltaron manos que meterse a las bolsas o bolsas que meterse a las manos. Escribió Octavio Paz en un poema: La pena de vivir así, no vale la pena.