Los electores de hoy, ya son proclives a las emociones. Así se han comportado en el proceso electoral que ya culmina, con ello, construyeron ya, sus decisiones electorales.
Si se hiciera una encuesta entre quienes irán a votar el próximo domingo, pocos serían los que recordarían algunas de las propuestas de los candidatos y menos los que, las registraron como base de su decisión.
Recordarán muchos, la canción de Movimiento Ciudadano —la de Máynez—, por su ritmo contagioso, pero no irán a volar por ese partido. Otros, las valentonadas de barrio de Xóchitl, que les parecieron folklóricas, irreverentes y oportunistas, pero no votarán por ella y unos más el carisma inescrutable y la lealtad de Claudia Sheinbaum con Andrés Manuel. Pero, no propuestas claras. Ninguno las archivó.
Quizá para todos sea mejor. Finalmente, sentido común electoral: muchas ni las recordará el candidato o candidata triunfadora, por lo mismo no se cumplirán. Ya es una tradición lamentable y un arquetipo de la relación entre los electores y sus nuevos gobernantes o representantes populares.
Todos sabemos que llegando al sitio que buscaban, el mundo que pudo haber sido construido en una campaña, cambiará totalmente. Razones de Estado, argumentarán ellos. Naturaleza corriente, pero real, diremos los que, desesperados comprobaremos, que el nuevo mundo postelectoral, tendrá en el Plan de Desarrollo, su nuevo génesis.
Para qué recordar propuestas, si en verdad el voto no sella, ahora, el compromiso de cumplirlas. Desde el día siguiente de la elección, todo será un enigma.
Antes, en las elecciones corruptas, así las nombró Andrés Manuel, muchas veces se analizaban, con calma e interés verdadero, las propuestas y se invertían votos en ellas. Había tiempo para explicarlas y entenderlas. Había propuestas y compromisos, construidos por los mejores ingenieros del convencimiento. Ahora, las propuestas no son el foco central del entendimiento entre los actores electorales. Los sentimientos, mueven mejor, más rápido a los electores y no les dan tiempo de pensar, solo de emocionarse. Esos electores son los que buscan los candidatos y las candidatas.
Ahí está la utilidad de la polarización, es prioridad, mantenernos distantes y enfrentados. La confrontación entre grupos y personas, como modelo de organización para tomar decisiones políticas, es más rentable que el diseño de propuestas. Finalmente, el compromiso es ir a votar, hasta ahí. Después de la elección se redefinirá todo.
Si las alianzas y los compromisos son efímeros, las propuestas más importantes son las que invierten en el descontento, las que favorecen expresar la ira que provocan las difíciles condiciones económicas y sus importantes faltantes de atención. Siempre será eficiente que sean la perversidad, dice Mario Alberto Mejía, la ruindad y la mala leche, las que dirijan nuestras decisiones. Finalmente, dice Mejía, somos el país de la ira, que queríamos ser.
Ahora, las campañas electorales hablan de valores, pero no comprometen actitudes, proponen ideas y programas que no consolidan compromisos reales y duraderos, al menos en el mediano plazo.
Todo el esfuerzo electoral giró en torno a la construcción del “Segundo Piso de la Cuarta Transformación”. Difícilmente quedó claro de qué hablamos. Cada vez que alguien pidió el voto para consolidar ese fin, cada vez que alguien pidió el voto, para que no fuera posible, hablaron, cada uno de su propia idea mental de esa multicitada Cuarta Revolución.
El domingo ganarán quienes quieren que se construya ese “segundo piso”. Los que desean la continuidad, están seguros que los “apoyos para el bienestar” continuarían y se incrementaría la cantidad de quienes las recibirán. Estos son los sentimientos que emocionaron las decisiones.
La continuidad, es, ya está visto, la razón que motivó el voto. Que sigan las lanitas de los apoyos para el bienestar de las personas, que los únicos intermediarios sean los “servidores de la nación” y que ahora sí me toque, son la razones.
Pero la continuidad, tiene un costo y muchos riesgos. Bueno, cualquier compromiso lo tiene. Lo demás es complemento.