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martes, septiembre 2, 2025

¡Más sabios, más fuertes, más vivos que nunca!

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Hoy, millones de personas mayores buscan algo más que cuidados: buscan sentido, dignidad y legado. Este trabajo periodístico quiere orientar la conversación digital para transformar la visión de la vejez: comprenderla como plenitud y trascendencia. A nadie beneficia pensarla como ocaso.

Nuestra reflexión busca acompañar este tránsito vital. Las siete décadas que he vivido me han enseñado que nunca será tiempo de fragilidad. Al contrario, la edad es ocasión de convertir la condición humana en fortaleza, pues la vulnerabilidad no es exclusiva de los viejos, sino inherente a toda vida. El largo aprendizaje —no siempre alegre ni justo— nos exige seguir transformando dudas en certezas y haciendo de la soledad una energía que alimente comunidad.

Y no, no es un poema ni un obituario.

Quienes ya peinamos canas necesitamos compartir lo aprendido. Es inteligente propiciar un encuentro entre generaciones: aquellas cuya experiencia —nunca mala ni desperdiciable— merece trascender, y aquellas cuyo aprendizaje requiere contenidos que pasen por el filtro de la utilidad y la pertinencia.

Se trata de ofrecer a todos la posibilidad de reconciliarnos con nuestra historia y darle a la longevidad vida y esperanza. Conversando, viejos y viejas, podemos hablar de plenitud, no de decadencia. En ese intercambio habita la magia de sentirnos eternos. Por eso, no hablaremos de fin, sino de heredar; no de pérdidas, sino de beneficios, sin costos ni riesgos.

“En tiempos de heredar” busca reintegrar una comunidad que empodere, inspire y una generaciones.

Heredar no es soberbia ni vanidad. La edad otorga este derecho, pero también lo convierte en responsabilidad.

¿Qué podemos heredar los viejos? Mucho. Un vasto portafolio de oportunidades para aprender a vivir con inteligencia: la inteligencia de lo que se comprendió y practicó frente a la dictadura de la necesidad y la prueba de la negligencia, dos lecciones inevitables de la vida.

Comenzamos este ejercicio periodístico reencontrándonos con la edad, no como carga, sino como contenido y oportunidad. No predicamos un deber ser, proponemos reconocer que la vida es aprendizaje inacabado.

La edad no es límite, sino reservorio de saber. Con los años se acumula experiencia, y esa experiencia se convierte en una lente más afinada para interpretar la existencia. Lo que en la juventud se vive con urgencia, en la madurez se contempla con perspectiva: aprendemos a distinguir lo esencial de lo accesorio, a reconocer patrones, a aceptar errores como parte del camino.

El tiempo nos enseña a aprender de otra manera: menos desde la prisa por acumular información y más desde la serenidad de asimilarla. Se aprende no solo de libros, sino de las relaciones, del silencio, de las pérdidas y de los logros. Así, la memoria se vuelve maestra y la experiencia, escuela.

La edad es fuente de aprendizaje porque nos da contexto, nos ofrece la riqueza de haber atravesado distintas etapas y nos recuerda que aprender no depende de juventud o vejez, sino de apertura. Quien mantiene viva la curiosidad convierte cada año en una clase magistral de vida.

 

Platiquemos aquí, en nuestra casa. Hipócrita Lector, es un buen hogar para hacerlo.

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