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jueves, octubre 17, 2024

Lo que no mata… engorda

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Leo muchas notas y comentarios del atentado contra Donald Trump y en todas hay desde una leve hasta una franca sugerencia de que esto le multiplicaría las posibilidades de ganar la elección para la presidencia de los Estados Unidos.

Desde la duda sobre la verdadera intención de los hechos, hasta la enorme colección de memes de salsa cátsup, todos empujan la idea que se ha vuelto causa.

La gente siempre se solidariza con la víctima, aunque, para ello, olvide circunstancialmente la verdadera naturaleza o el verdadero rostro de la víctima. Aquí no hay pierde, en ninguna condición de la vida, individual o colectiva, el asesinato, aun sea en el grado de tentativa, será camino a sugerir, menos a convalidar.

La Imagen pública de Trump es de suyo polémica. Ahora lo será más, primero por el proceso electoral, segundo por el atentado y tercero, porque, del otro lado, hay más riesgos de fracaso en la persona de su virtual contrincante. Lo dejo en virtual, hasta que no se informe lo contrario.

Pero hay una línea que une a los dos candidatos, Biden y Trump. Desde el tropiezo en la escalera del avión, hasta la lentitud en sus respuestas, Biden refleja más el paso del tiempo lo que impide que los demás aprecien sus otras virtudes y garantías. Después de todo, no cualquiera asume una presidencia en la nación más poderosa del mundo. Con todo, se traduce en riesgo e incertidumbre.

En Trump, esa vivacidad locuaz lo conecta a una situación similar. También ha sido presidente y esa característica trumpiana, también se traduce en riesgo e incertidumbre.

Los electores norteamericanos, en verdad, tienen un caso extremadamente difícil para decidir a quién de los dos le vuelve a colocar en la Casa Blanca.

Los norteamericanos, hay una mayoría típica, terminan siendo conservadores en el sentido semántico del concepto, más allá de la ideología. Todos quieren que su nación “conserve” la hegemonía mundial y, si se puede, la acreciente.

Pero hay algunos que se preguntan si para conservar este liderazgo su elección en noviembre próximo debe ser entre dos personas que, con todo respeto, acumulan edad y experiencia, cierto, pero a lo mejor también cansancio.

Admiro a los dos personajes de esta contienda y mi admiración, por supuesto, es por eso, porque para conservar el control del mundo, Estados Unidos necesita esa sabiduría que solo proviene de la edad y la experiencia. Sin embargo, hay quienes preferirían combinar un poco de audacia y riesgo de una adultez no mayor, que acomodarse en las ventajas de la experiencia.

Después de todo, para conservar el control mundial, Estados Unidos en sus ideas y estrategias debe motivar innovación y consolidar nuevos clientelismos.

La coyuntura política estadounidense es inédita: los dos aspirantes, ya han sido presidentes. Los dos bordan en una edad controversial. Los dos mueven multitudes en forma similar a la que, varios artistas lo hacen. Aquí el costo de la decisión de los electores norteamericanos será calcular el mediano y el largo plazo. Ley de la vida, la edad, también debe tomarse en cuenta.

Admiro dos instituciones de poder mundial, cuya permanencia en la historia de la humanidad ha sido su capacidad de adaptación a las etapas de la evolución de la civilización. Las dos han sabido enseñar una resiliencia especial, le podría decir, si me lo perdonan, una resiliencia de la inteligencia.

El ejército como institución y las iglesias, también como institución. En ambas, las ideas, las organizaciones, las metodologías de la adaptación a la indispensable congruencia y pertinencia con los tiempos, las han fijado a un simple detalle: la edad máxima para tomar decisiones del más alto liderazgo interno.

La edad es una virtud, nos recuerda el poeta mexicano. “Sabia virtud de entender el tiempo…amarse y desamarse a tiempo”. (…)“Dar tiempo al tiempo”. La edad, por lo tanto, también deja de ser virtuosa.

En todas las naciones modernas, especialmente en aquellas que pretenden dirigir al mundo y controlarlo, la movilidad ascendente en las decisiones internas de una nación es indispensables. Biden y Trump, sin que sea su intención, están llevando a los electores norteamericanos, hacia el ya indispensable debate de la edad, para poder ser elegibles a una responsabilidad pública, como mérito de garantía y sabiduría en las decisiones nacionales y en especial en las internacionales.

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