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jueves, noviembre 21, 2024

Economía y moral

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Durante más de un siglo, los líderes políticos, los científicos sociales y por supuesto los empresarios y los trabajadores han debatido sobre la responsabilidad moral de la actividad económica. El resultado, hasta hace unos cinco años, había sido el mismo: La economía y sus leyes, en cualquiera de los modelos experimentados hasta ahora, son salvajemente cínicos, implacables y ciegos.

En otras palabras, la economía tiene su propia moral: la apropiación de la ganancia, directa o indirectamente. A Marx no lo podemos evadir.

En el modelo capitalista de producción, la ganancia se la apropia el empresario a través de la plusvalía, ese concepto incómodo, pero cierto y fuerza de desigualdad e inequidad.

En el intento socialista de producción, fallido por no sustentable, la ganancia se la apropia el Estado. En su estilo, también, fuerza de desigualdad e inequidad. Las explicaciones salen sobrando.

Sobre esas realidades, el debate y ahora la conversación digital se centran en un haz de valores que se integran bajo el calificativo de eficiencia social, porque la escala de valores morales fundamentales estaría integrada en este concepto y evade, de manera inteligente, las reflexiones egoístas sobre moral o ética.

Pero, la economía tiene su moral en la insistencia de que, como sea, debe recomponer las condiciones de vida, hasta llevar al bienestar a una circunstancia general y compartida en paz y, si se pudiera, en armonía y colaboración efectiva y franca.

No por nada los esclavistas daban de comer a los esclavos.

Pero lo que importa son los medios, diría el clásico.

Ahora que la conversación digital se ha centrado en encontrarle un valor moral específico a la actividad económica, las condiciones del debate cambian.

“Primero los Pobres” en México es una condición mora, para toda la actividad de la sociedad entera, pero cuyo peso recae en un nuevo modelo de rectoría del Estado en la vida económica.

En los últimos seis años, como nunca, la decisión redistribuidora de la riqueza, ha dado muestras de posibilidad, sin riesgos mayores para la concordia.

Dar poder de compra a los que no lo han tenido ha sido una discusión amplia y por momentos álgida, pero finalmente, comprendida y socialmente eficiente.

Es una especie de economía circular, pero amarrada al combate de la desigualdad y la pobreza que, también beneficia “a los de arriba”, dice Andrés Manuel.

En su concepto de “economía moral”, sintetiza los objetivos de la eficiencia social de la actividad económica, pero no le elimina el contenido moral, porque toda actividad de quien razona, debe ser dirigida, siempre, a las responsabilidades con los demás.

Los resultados son totalmente positivos en la salud económica nacional y se persigue ahora sean duraderos.

Muchos pueden comprar, consumir y a veces ahorrar para invertir en mininegocios. Los de en medio, aseguran empleo digno y duradero y los de arriba, ganancias con un poco menos de “incomodidad moral”, porque, aunque no les termina de gustar el modelito, siguen ganando y se bañan en agua bendita.

Lo importante son los resultados y en el inicio de una nueva economía moral, que aún estaría por definir los caminos para transitar al bienestar.

Al final del sexenio, Andrés Manuel deja una economía sólida, con finanzas suficientes y un clima económico cada vez de mejor armonía, aunque, todavía difícil en la concordancia con los empresarios. Pero funciona.

La economía sigue siendo la misma que nos enseñó Marx, pero sus leyes, van cambiando, en cuanto a la intención y los resultados, que en eso se centraría cualquier análisis de responsabilidad moral o ética.

La moral, así vista, deja de ser “sermón” y “un árbol de moras”, como dijo un viejo político.

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