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jueves, abril 25, 2024

Claudia y Beatriz

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Frente a todos, sin tibiezas, se construyen las condiciones para que sea una mujer la próxima Presidenta de México.

Diferentes intereses, objetivos y compromisos, pero se van haciendo caminos que, al menos, formalmente, permitan en las candidaturas evaluar y votar, por una mujer.

Quienes lo sean serán mujeres especiales que permitan entender a los varones que, en el milagro de la vida, en la lucha por mantenernos vivos y en el éxito por vivir mejor está la inteligencia, la firmeza, el valor y la oportuna y pertinente, siempre pertinente, entrega de las mujeres.

No será fácil. Hablamos de una sociedad inclusiva, incluyente, pero falta mucho para lograrlo.

Queremos arribar a una sociedad con menos imperfecciones y pendientes significativos. Por eso, tenemos que abandonar aquella sociedad que antes, condenaba a la mujer a la sumisión y la obediencia.

Fueron las mujeres las que demostraron el error histórico de la humanidad que tardó muchos años en reconocer el valor real, moral y ético de su contribución al trabajo comunitario. Tardó aun más en reconocer que la inteligencia política, con las que construyen nuevos caminos de unidad y concordia.

Ni sorprende, ni asusta, pensar en la primera mujer Presidenta de la República.

Claudia y Beatriz lo saben. Saben también que la mayor dificultad será convencer al gremio femenil mexicano de aprovechar esta oportunidad.

Son dos personas distintas, con una visión diferente y contradictoria de lo que la sociedad y el trabajo colectivo debe ser.

Pero son dos mujeres que valen, más allá de su experiencia, más allá de su renombre, construido durante muchos años de intervención política.

Ninguna es improvisada. Las dos son capaces y las dos lo han demostrado.

Difícil paradoja para los electores mexicanos.

Claudia Sheinbaum, con un enorme ejército electoral en movimiento. Beatriz Paredes sin ejército electoral porque su partido agoniza.

Pero Beatriz Paredes estará por encima de su circunstancia partidista porque tiene todo para convocar en torno a su candidatura a electores que, indecisos, descontentos o en plena desconfianza hacia quienes hoy gobiernan el país, podrían elegirla.

Sin embargo, no será una batalla de carácter, firmezas y fortalezas personales. Ahí está la diferencia. Será una con un molde viejo, el de un aplanadora, que ha cambiado de nombre y el de una oposición que no sabe cómo serlo, no puede y no quiere.

Las dos enfrentan una batalla por la credibilidad de los partidos que las postulen, pero en una época en la cual la política se condena a la venganza, a la revancha, a la división, a la polarización. Beatriz podría aprovechar las ventajas de, ahora, estar en la oposición. A Claudia le tocará ahora defender lo que tienen. Los tiempos y los lugares han cambiado.

¡Reyes Heroles se suicidaría!

Las dos, Claudia y Beatriz, se enfrentarán a la corrupción, pero una lo hará para combatir la vieja corrupción, otra la nueva. Las dos, también, se comprometerán a la transformación de instituciones con objetivos diferentes.

Parece, al día de hoy, que Beatriz empezaría de más atrás que Claudia.

Beatriz tiene que reconciliar a su partido. Claudia debe controlar a las tribus que provocan el mismo efecto.

Beatriz luchará por la dignidad de un partido al que muchos, ya consideran extinto. Claudia por un movimiento que tiene que hacerse partido.

Las dos son intelectualmente capaces de motivarnos al a reflexión responsable y a la decisión inteligente.

Las dos nos llevarán a elegir entre dos Méxicos distintos. Pero eso mismo, es lo que hace, interesante, importante y socialmente eficiente, elegir entre dos mujeres.

Por eso, una mujer Presidenta, no es, desde ahora, ejercicio estéril, ni ilusión irresponsable.

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