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sábado, abril 20, 2024

Agenda ineludible

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Por más que se trate de innovar, inventar, modernizar, digitalizar o virtualizar las decisiones, nada habrá de novedoso, en los procesos y procedimientos para escoger candidatos para todos los puestos de elección en disputa el primer domingo de junio del próximo año.    

Siempre habrá un “fiel de la balanza” o un “dedo”, y siempre habrá un “tapado”. 

“Corcholatas” o “miembros distinguidos” no cederán ni su presencia ni su importancia, en un país donde todo se puede perdonar, menos que un aspirante a aspirante tenga iniciativa o se autopostule. Ninguno se puede mover sin el riesgo de salirse de la decisión o, de plano, no entrar ni a las primeras búsquedas. 

Para estar al menos en los listados de posibles y luego probables, tienen que ser preseleccionados por el que manda en el país, y respaldados por el grupo de su poder. Siempre habrá uno que mande y decida; después de 90 años ya estamos acostumbrados. 

El tapadismo es, después de tantos años de uso, toda una institución, además eficiente para que el líder supremo no pierda el control ni dilapide su prestigio. 

¿Qué pasaría si al jefe supremo de las instituciones le adivinan el nombre? Lo matan, respondió tajante Miguel de La Madrid, gran decisor en su tiempo. ¿Tanto? Nos preguntamos, quizá no en el sentido de arrebatarle la vida, pero sí derrumbarle sus posibilidades. Y es que la silla presidencial siempre ha valido mucho, hasta coleccionar muertos. 

La metodología pública sólo sirve para legitimar la decisión personal: que si las encuestas, que si asamblea de delegados, que si consulta a la base. De todas maneras, sólo entrarán quienes sean preseleccionados.  Los independientes son otro requisito de legitimización. Sus triunfos son una aguja en un pajar. 

Decidir no es sencillo, ni rápido, y menos a quien será el próximo Presidente de la República. El contexto cambia de manera imprevista y frecuente. Los aspirantes a aspirantes muchas veces no cooperan. En sus ansias, o en sus incapacidades, echan a perder los planes del Jefe Político. 

Ni siquiera Luis Spota podría definir algo concreto y más o menos duradero que le dé los espacios, tiempos y condiciones que le gustarían al Presidente. Y eso que, en su tiempo, sus tres libros sobre el poder sirvieron más que la Biblia o las Profecías de Nostradamus para explicarlo. 

Ni el que decidir lo sabe, antes de tiempo. 

Ahorita muchos creen que no vencería la tentación de pasar a la historia política nacional, como el gran arquitecto de la posibilidad real de que tengamos la primera presidenta de la República. 

O que le sería difícil olvidar el hogar y la protección que le brindó su paisano, allá en Tabasco, que contribuyó a que se mantuviera vivo e iniciara su carrera política.  Sería un ingrato olvido. 

Que no estaría en condiciones de enfrentar las presiones de los norteamericanos, que, como alguien sabiamente ha dicho, también votan en México y a lo mejor lo harían por el paisano más conocido allá en Washington. 

También que pudiera ser más fácil decirle al compañero que podría ser más útil en el gobierno de la Ciudad de México; después de todo, nadie lo llamó. 

Y ni de broma anotar a otro u otra. Ya se le ha complicado mucho y lo más deseable para Él sería que quienes ha pensado se eliminaran entre sí. Eso no será posible, porque le restaría capacidad de elegir y a esa suprema vanidad ninguno renuncia. 

Como sea, ya estamos en ese periodo de gestación. El filósofo del pueblo dirá que no será antes ni después y que influirán en él su personal manera de entender su intervención en la democracia nacional y el valor relativo que le conceda, el Presidente a la opinión pública, que también cuenta, más para desechar que para promover. 

Todo indica que el jefe ya está en ese cometido y que tiene la fuerza suficiente, el respaldo de muchos electores y un peculiar olfato político que le ayudarán a definir lo que, en su metaverso, sea lo mejor para él y todos. 

Y está bien plantado, ya está visto; sólo lo entretienen los virus, porque de lo demás, está más fuerte que nunca. Pero esto, es precisamente lo que mete presión, porque le confirma únicamente que, en esta suprema decisión sobre su sucesor, hombre o mujer, compañero de viaje, benefactor o buen obediente es, una vez más, el solitario de Palacio que no consultará ni a su almohada. 

La profecía siempre se cumplirá. ¿A quién comunicará “esas, que, dichas por la boca del Presidente son palabras mayores”? Ese Spota está vivo.  ¡Qué aguante! 

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