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sábado, julio 27, 2024

Un país de retos

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Pasada la elección, con los cómputos distritales terminados, Claudia Sheinbaum, exjefa de Gobierno de la Ciudad de México, virtual presidenta electa de México solo espera su constancia de mayoría. Su ascenso a la presidencia viene acompañado de una serie de desafíos complejos y multifacéticos que deberán ser abordados con destreza y visión. Y también con apertura y diálogo, no con imposición, como se encargaron de manifestar los mercados después de los contundentes resultados electorales. 

La violencia y la inseguridad siguen siendo una de las mayores preocupaciones de los mexicanos. Volver a salir a la calle, quitarse el miedo. Ese fue uno de los pilares de la campaña defectuosa de Xóchitl, pues con Calderón y la fallida guerra contra el narco y con Peña Nieto, los cárteles comenzaron una lucha territorial cruenta y violentísima. La alianza opositora no pudo quitarse ese lastre. Con niveles de homicidios y delitos violentos aún más elevados que en sexenios anteriores y con unas campañas electorales particularmente plagadas de violencia y homicidios, Sheinbaum deberá enfrentar el desafío de implementar estrategias efectivas de seguridad que puedan reducir la criminalidad sin recurrir exclusivamente a la militarización. La colaboración con estados y municipios será crucial, así como la mejora de las capacidades y la integridad de las fuerzas policiales. Algo de lo que la llamada “seguridad ciudadana” logró en la ciudad de México debería implementarse junto con una estrategia de inteligencia policial concertada deberán no solo abatir al crimen organizado sino la extorsión y el derecho de piso, prácticas ya extendidas por todo el territorio nacional. 

La lucha contra la corrupción ha sido una promesa recurrente en las campañas electorales mexicanas. Sheinbaum deberá demostrar un compromiso tangible en este ámbito, implementando políticas que fortalezcan la transparencia y la rendición de cuentas en todos los niveles de gobierno. El reto será grande, considerando las redes de corrupción que existen en muchas instituciones públicas y que el moche y el enriquecimiento ilícito empañan incluso al gobierno actual cuya bandera era la honestidad presidencial que “limpiaría” hacia abajo a los sectores medios de la burocracia. El ejecutivo no es el único de los poderes que deberá hacer una revisión de sus estrategias de corrupción y transparencia, también el judicial y por supuesto el poder legislativo. 

La economía mexicana enfrenta desafíos significativos, como el crecimiento lento (según algunas cifras no mayor al uno por ciento) y la alta desigualdad. Sheinbaum necesitará desarrollar políticas económicas que fomenten el crecimiento inclusivo, apoyando tanto a grandes industrias como a pequeñas y medianas empresas. La generación de empleo y la reducción de la pobreza serán fundamentales para mejorar las condiciones de vida de millones de mexicanos. Los programas sociales han ayudado indudablemente, el aumento al salario mínimo (que no aceleró la inflación como aseguraban el PAN y el PRI) serán quizá los logros mayores del sexenio de AMLO, pero el financiamiento de esos programas sociales ha corrido a cuenta de un adelgazamiento del estado en materia de salud (desabasto de medicinas, desatención a clínicas) y educación que alarman. Un gobierno de izquierda debe priorizar estas dos áreas y volver a hacerlas prioridad presupuestal, por lo que una reforma fiscal que grave a los ricos es impostergable. 

La mejora en la calidad de la educación y la salud pública son áreas críticas, como hemos mencionado. Sheinbaum deberá trabajar en la modernización del sistema educativo, asegurando que la educación sea accesible y de calidad para todos. Una promesa que sexenio tras sexenio se queda corta. En salud, la pandemia de COVID-19 ha expuesto las debilidades del sistema; será esencial fortalecer la infraestructura sanitaria y garantizar el acceso equitativo a servicios médicos, incluido el seguro popular. La paradoja de los programas sociales es que muchos mexicanos pagan de sus ingresos extra del estado una mala salud privada en dispensarios y farmacias y una magra educación privada en escuelas patito. La paradoja de los programas sociales es que están efectivamente privatizando las dos áreas centrales del bienestar: salud y educación. Esto deberá revisarse con profundo cuidado. 

Como científica y ambientalista, Sheinbaum ha mostrado un fuerte compromiso con las políticas ambientales. Sin embargo, el reto será equilibrar el desarrollo económico con la protección del medio ambiente. La transición hacia energías renovables, la gestión de residuos y la conservación de recursos naturales serán áreas prioritarias. 

En el ámbito internacional, Sheinbaum tendrá que navegar un panorama global complejo. Fortalecer las relaciones con Estados Unidos (con un posible triunfo, además de Trump), principal socio comercial, y diversificar los vínculos económicos y diplomáticos con otras naciones será clave para la estabilidad y el crecimiento de México. Además, su postura frente a temas globales como la migración y el cambio climático tendrá repercusiones no solo para su tiempo en la presidencia sino para la credibilidad internacional de México.  

Uno de los mayores desafíos será mantener la unidad y la cohesión social en un país marcado por profundas divisiones políticas y sociales. Sheinbaum deberá trabajar para construir puentes entre diferentes sectores de la sociedad, promoviendo el diálogo y la inclusión. Las elecciones son por su propia naturaleza confrontaciones de proyectos distintos, eso es indudable. La polarización que las redes cacarean no es tanta, si pensamos que un 49% de la clase media alta votó por Claudia Sheinbaum, tirando el mito de que los votantes de Morena provenían solamente de la población más desfavorecida. 

Además de estos desafíos, Sheinbaum enfrenta un dilema crucial: definir si continuará alineándose estrechamente con el legado de Andrés Manuel López Obrador o si marcará desde el inicio su propia ruta. Desde Lázaro Cárdenas con Calles, todos los presidentes de México han roto con sus predecesores. No creo que sea el caso, pero sí tiene como decimos que “pintar su raya”. Romper con AMLO podría permitirle establecer una identidad propia y adaptar sus políticas a las demandas actuales de la ciudadanía. Sin embargo, también implicaría riesgos, ya que podría alienar a una base electoral que todavía apoya al presidente saliente más popular de la historia reciente de México. Su habilidad para navegar esta relación y decidir estratégicamente cuándo seguir y cuándo innovar será fundamental para su éxito como presidenta y para el futuro de México. El Plan C, de hecho, es una primera prueba -de fuego- de sus habilidades políticas de negociación y de su capacidad para imprimir desde el inicio su sello al llamado segundo piso de la cuarta transformación. 

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