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jueves, noviembre 21, 2024

Trump, desesperado

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En la era de la posverdad, donde la veracidad de las declaraciones de los líderes políticos se ha vuelto un tema central en el discurso público, Donald Trump se ha destacado por su habilidad para manipular la información a su favor. En su reciente conferencia de prensa en Mar-A-Lago, donde abordó temas relacionados con la elección de 2024 y la salida de Joe Biden, Trump continuó con esta tendencia, haciendo más de 60 afirmaciones falsas en un solo evento. Trump no encuentra como replantear su campaña ante una nueva contrincante y se sale del guión, lo que desespera a sus estrategas que ya no saben qué hacer con él. Las encuestas favorecen a Harris cada día más y los estados bisagra, salvo Georgia, están inclinándose también hacia los demócratas.

La conferencia de prensa tuvo lugar en un contexto de creciente tensión política y judicial para Trump, enfrentando múltiples investigaciones legales y desafíos políticos en su intento por mantener su candidatura a flote. En septiembre se dictará sentencia en el caso de Nueva York donde silenció a la actriz porno Stormy Danielsq. Este evento no solo fue un intento de defenderse de las acusaciones legales, sino también de consolidar su base electoral a través de una narrativa de persecución y victimización. Entre las afirmaciones más notorias, Trump reiteró la falsa acusación de que la elección de 2020 fue robada, afirmando: “La elección de 2020 fue la más corrupta en la historia de Estados Unidos. Nos la robaron.” Sin embargo, no existe evidencia creíble de que las elecciones de 2020 hayan sido manipuladas o fraudulentas de manera significativa. Numerosas revisiones, auditorías y recuentos en estados clave han confirmado la integridad del proceso electoral. Incluso el propio Departamento de Justicia de Trump no encontró pruebas de fraude generalizado. Esta mentira ha sido una piedra angular en la narrativa de Trump desde noviembre de 2020, y ha alimentado movimientos como el ataque al Capitolio el 6 de enero de 2021. Al perpetuar esta falsedad, Trump sigue socavando la confianza en las instituciones democráticas. Esto abona al intento de terminar con el “Deep state” del proyecto 2025.

Otra afirmación recurrente de Trump es: “Bajo mi administración, vimos el mayor crecimiento económico en la historia del país.” Si bien la economía experimentó un repunte significativo en 2017-2019, este crecimiento no fue sin precedentes. Por ejemplo, los índices de crecimiento económico durante la posguerra en los años 50 y 60 fueron más altos. Además, la pandemia de Covid-19 revirtió muchos de los avances económicos logrados durante su mandato. Trump utiliza esta afirmación para fortalecer su imagen como un líder económico, aunque omite el impacto de políticas fiscales insostenibles y la desigualdad creciente durante su administración.

Trump también lanzó una nueva y alarmante acusación, afirmando que los países latinoamericanos están dejando salir de sus asilos mentales a sus enfermos y los envían a Estados Unidos como migrantes. Esta declaración, además de ser xenófoba y estigmatizante, carece de cualquier base factual. No hay evidencia que respalde la idea de que los países latinoamericanos estén utilizando a sus ciudadanos con enfermedades mentales como herramientas de migración masiva. Este tipo de retórica no solo es falsa, sino que también alimenta prejuicios y fomenta el odio hacia comunidades vulnerables, exacerbando las tensiones sociales y políticas.

En uno de los momentos más inverosímiles de sus recientes discursos, Trump llegó a afirmar que es “más guapo” que la vicepresidenta Kamala Harris, una declaración que mezcla la arrogancia con la banalización del discurso político. Al centrarse en comparaciones triviales, Trump no solo distrae de los temas importantes, sino que también refuerza una cultura política superficial que valora la apariencia sobre el contenido y la capacidad de liderazgo.

Los ataques de Trump a Kamala Harris no se limitan a comentarios sobre su apariencia. En varias ocasiones, ha recurrido a insultos misóginos y racistas describiéndola como “incompetente” y “un desastre total,” subestimando su trayectoria política y su rol como la primera mujer, y la primera mujer de color, en ocupar la vicepresidencia. Estos insultos no solo revelan el desprecio de Trump hacia sus oponentes políticos, sino que también perpetúan estereotipos dañinos que intentan deslegitimar a las mujeres y a las minorías en posiciones de poder. Dice que es tonta o que su risa es la de una “lunática”. Cualquier otro político hubiese cavado su tumba con estos insultos. Trump repite su táctica contra Hilary Clinton, pero no se da cuenta que ya no estamos en 2016.

El análisis de las declaraciones falsas de Donald Trump en su conferencia de prensa en Mar-A-Lago revela un patrón continuo de desinformación que no solo busca reforzar su base política, sino también socavar la confianza en las instituciones democráticas y legales de Estados Unidos. Al perpetuar mentiras sobre las elecciones, la economía, y su victimización, Trump no solo distorsiona la realidad, sino que también arriesga la estabilidad y cohesión social del país. En una democracia, la verdad importa, y es imperativo que el público y los medios sigan comprometidos con checar los hechos de forma rigurosa para contrarrestar las distorsiones de la realidad que intentan manipular la opinión pública. Una mentira repetida no provoca que se le crea necesariamente pero sí desalienta el voto y la participación política. Las recientes de Trump son tan risibles que si no fuera por su base electoral, no nos darían miedo.

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