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martes, abril 15, 2025

Sobre la libertad de Timothy Snyder

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Timothy Snyder, historiador de Yale reconocido por su lúcida disección de los totalitarismos en Europa del Este, regresa con Sobre la libertad, una meditación ambiciosa y urgente sobre el verdadero significado de la libertad en un mundo saturado de información, desigualdad y cinismo. Lejos de sumarse a la tradición liberal estadounidense que venera la “libertad negativa” —la ausencia de interferencias externas—, Snyder propone una relectura de la libertad como una práctica positiva, encarnada, social y profundamente política.

Frente a la atomización neoliberal del individuo, Snyder defiende una libertad positiva, es decir, no simplemente la libertad “de” algo, sino la libertad “para” actuar en el mundo, para transformar las condiciones de vida propias y ajenas. Esta libertad no es abstracta ni metafísica; está anclada en cinco condiciones sociales concretas: soberanía (la posibilidad de convertirse en un ser humano libre), imprevisibilidad (la capacidad de hacer lo inesperado), movilidad (la posibilidad de desplazarse a nuevos espacios dentro de la sociedad), factualidad (el respeto por la verdad como base del discurso público) y solidaridad (desear para otros lo mismo que para uno mismo). Cada una de estas condiciones no solo tiene un sentido social, sino que se refuerzan mutuamente. La propuesta de Snyder se distingue por ir más allá de los marcos filosóficos abstractos, como los de Sartre o Camus, y aterrizar en recomendaciones tangibles como la inversión en la educación preescolar. La libertad, en su visión, necesita cimientos materiales: salud, educación, estabilidad económica y vínculos comunitarios.

Un ejemplo que ilustra su concepción es lo que él llama la “política corpórea”. Una idea que desarrolla a lo largo del libro. Para Snyder, la libertad requiere un cuerpo activo, presente en el espacio público, capaz de moverse, protestar, abrazar, trabajar y, sobre todo, participar. “Tus pensamientos sólo son libres si tu cuerpo también lo es”, afirma con contundencia. Esta visión descarta la idea del ciudadano como simple espectador digital: la libertad no se practica desde el sofá ni en la trinchera de las redes sociales; se ejerce en las calles, en los vínculos, en las instituciones que nos permiten actuar colectivamente.

Las experiencias personales del autor —desde su infancia en Ohio hasta sus viajes por Ucrania o sus años como profesor— aparecen aquí como hilos narrativos que le otorgan al texto un carácter íntimo y testimonial. No es un tratado sistemático, sino un manifiesto con una dimensión ética, a menudo existencialista, pero siempre atento a las condiciones concretas de la vida democrática. La libertad, nos dice Snyder, no es un don ni una herencia; es una tarea.

Estas ideas no han estado exentas de crítica. Carlin Romano, en The American Scholar, reprocha a Snyder el haber minimizado el valor de la libertad negativa. “Al despreciar la libertad negativa, corre el riesgo de diluir los límites esenciales frente al poder”, señala. Asimismo, otros críticos lamentan la falta de diálogo con figuras clave del pensamiento liberal (Isaiah Berlin o Karl Popper) o con las complejidades institucionales del mundo real. En una reseña publicada en Current, se advierte que el libro oscila entre el ensayo filosófico y el testimonio personal, a veces sin suficiente rigor conceptual. Pero esa aparente falta es la que le otorga su carácter divulgativo, como ya hizo Snyder con Sobre la tiranía. Yale, después del éxito comercial del libro y de cómo el perfil de Snyder crecía realizó una serie de programas sobre Ucranía que lo volvieron una especia de intelectual superestrella.

Pero Snyder parece anticipar estos reparos y los responde de forma indirecta: “La libertad negativa es fácil de proclamar, pero imposible de sostener sin una base social que garantice la verdad, la movilidad, la salud y la justicia.” Para él, incluso la libertad de expresión —ese bastión de la libertad negativa— requiere una infraestructura de educación, protección de hechos y confianza en las instituciones. Sin todo ello, lo que llamamos libertad puede convertirse en simulacro. Para muestra, el botón de lo que ha ocurrido en las últimas semanas en Estados Unidos.

Sobre la libertad no pretende ofrecer una teoría cerrada ni una hoja de ruta política. Su ambición es otra: recordarnos que la libertad no es una comodidad sino una responsabilidad compartida, que no se ejerce contra los demás sino con ellos, y que se construye, se aprende y se defiende en lo cotidiano. En tiempos en que la palabra “libertad” ha sido banalizada por el populismo, el consumo y la desinformación, Snyder recupera su densidad histórica y su potencial transformador. Su llamado es claro: no basta con sentirse libre; hay que preguntarse qué condiciones hacen posible esa sensación y si esas condiciones están disponibles para todos. Solo entonces, sugiere, podremos decir que vivimos en una sociedad verdaderamente libre. Por ello, al terminarlo, me pregunto con cierto dolor si de verdad somos libres, positivamente libres, en el sentido de Snyder.

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