El triunfo de Donald Trump en las elecciones de 2024 nos obliga a desempolvar las lecciones que aprendimos de años pasados y prepararnos para tiempos difíciles. La historia nos ha enseñado que no hay nada más peligroso que un dictador wannabe armado con un ego desmedido, una cuenta en redes sociales y una masa de seguidores listos para aplaudir hasta sus errores ortográficos. Si creíamos haber superado el show, nos equivocamos. Ahora, toca resistir y participar con astucia.
Latinos, aunque hayan votado por él, prepárense: en los próximos meses seremos el centro de la narrativa conspiranoica. Trump ya empezó con su usual retórica de que “los países de América Latina envían lo peor”, mientras promete construir, *de nuevo*, un muro que probablemente termine financiado con campañas de GoFundMe. La realidad es que la comunidad latina ha resistido antes y resistirá de nuevo. El arma más poderosa contra el discurso de odio es la organización: desde registros masivos para votar hasta redes de apoyo para indocumentados, cada acto de solidaridad será un acto de resistencia.
El nuevo ciclo también será un llamado para no caer en el cansancio político. Sí, nos han atacado antes, pero el silencio nunca ha sido una opción. Trump puede intentar silenciar las voces latinas, pero no podrá con la música, la cultura y las calles llenas de familias exigiendo respeto. ¿Quién diría que los tacos y los corridos tumbados serían más subversivos que un tuit presidencial?
Para las personas transgénero, los tiempos oscuros son familiares. Trump y su equipo ya han dejado claro que la comunidad LGBTQ+ será un blanco prioritario, con políticas destinadas a borrar identidades bajo la excusa de “proteger a los niños”. Es un déjà vu de lo peor de su primer mandato, solo que esta vez con más descaro y menos filtros.
La resistencia transgénero no solo se libra en tribunales, sino también en las trincheras del día a día: existiendo, creando arte, organizándose. Mientras la administración planea leyes absurdas, las personas trans seguirán desafiando las narrativas de odio al simplemente ser quienes son. Y no olvidemos: la comunidad tiene aliados, desde familias hasta movimientos sociales, listos para alzar la voz cuando el gobierno intente borrarlos.
¿Cómo resistir sin perder la cordura? Primero, no pierdas el humor. Los dictadores wannabe se alimentan del miedo, así que nada los enfurece más que una burla bien hecha. Si Trump quiere twittear sobre “despertados” y “marxismo”, responde con memes y hashtags que se viralicen más rápido que sus discursos. Porque sí, hasta los wannabe dictatoriales tienen límites: no pueden ganarle al internet. Segundo, participa. Si no puedes marchar, escribe. Si no puedes escribir, dona. Si no puedes donar, educa. Cada pequeña acción suma, incluso si parece insignificante. Trump y su séquito querrán que la resistencia se fracture, pero la unidad será nuestra mejor estrategia.
¿Trump quiere censurarte? Haz que le cueste caro. Si decide prohibir libros, asegúrate de que todos quieran leerlos. Nada hace más atractivo un texto que el sello no oficial de “peligro para el régimen.” Organiza clubes de lectura clandestinos y pásate por TikTok para reseñar el último libro vetado con frases como: “Lo prohibieron porque la verdad duele, y este capítulo es más filoso que la peluca de Melania.” Si prohíbe banderas o símbolos, haz que aparezcan en todas partes: tatuajes temporales, camisetas, pasteles, incluso en stickers que decoren los baños de sus propios hoteles. Porque si algo detesta un dictador wannabe es perder el control de su propia narrativa, y nada subvierte mejor la propaganda que convertir sus intentos de censura en puro marketing viral.
Finalmente, recuerda que sobrevivir es resistir. Cada día que sigamos adelante, riendo, organizándonos y exigiendo justicia, será una derrota para el wannabe en jefe. Porque si algo sabemos de los dictadores amateurs es que sus reinados, aunque ruidosos, son siempre temporales.
Mientras tanto, aquí seguimos: sobreviviendo, resistiendo y dejando claro que no importa cuántos muros quiera construir, las comunidades que él desprecia siempre encontrarán una forma de derribarlos. ¿Lo hacemos juntos?