Así tituló el gran Alfredo Bryce uno de sus libros de cuentos, mostrando la ironía o riéndose de la felicidad. Ahora al fin de año la gente nos felicita, nos desea prosperidad, salud. Mi pregunta en estos días de seria reflexión es si realmente pensamos en lo que verdaderamente nos puede hacer felices.
La búsqueda de la felicidad ha sido un tema de reflexión durante siglos, pero en las últimas décadas, se ha transformado en un campo interdisciplinario de estudio que involucra a psicólogos, sociólogos, economistas y médicos. La felicidad ya no se ve únicamente como un estado subjetivo de bienestar, sino como un fenómeno complejo que está influenciado por múltiples factores sociales, económicos y personales. Diversas instituciones académicas y centros de investigación han dedicado recursos y esfuerzos para entender qué elementos contribuyen a la felicidad humana y cómo estos pueden aplicarse para mejorar la calidad de vida global. Entre estas instituciones, destacan la Universidad de Harvard, el Instituto de la Felicidad de Dinamarca y estudios sobre el bienestar de los países más felices del mundo.
La Universidad de Harvard, por ejemplo, a través de su famoso estudio longitudinal, el Harvard Study of Adult Development, ha seguido a más de 700 personas durante más de 80 años para entender los factores que contribuyen a una vida larga y satisfactoria. Los resultados de este estudio sugieren que las relaciones humanas cercanas y saludables son el factor más importante para la felicidad a largo plazo. A pesar de los avances tecnológicos y de la acumulación de riqueza, los participantes que mantenían relaciones estrechas y satisfactorias con amigos, familiares y parejas eran los más felices y los que presentaban mejor salud mental y física en la vejez. En este sentido, la clave no parece estar en tener un gran número de relaciones, sino en la calidad de las mismas.
Por su parte el llamado Instituto de la Felicidad de Dinamarca, creado para promover el estudio y la mejora del bienestar en la sociedad, sostiene que el modelo nórdico, basado en altos niveles de confianza social, bienestar económico y servicios públicos accesibles, juega un papel crucial en la felicidad de los daneses. Según sus investigaciones, la estabilidad social y política, sumada a un sistema de bienestar que proporciona seguridad y apoyo en momentos de necesidad, ayuda a reducir el estrés y la ansiedad, factores que minan el bienestar emocional. Este enfoque ha sido confirmado por el Informe Mundial de la Felicidad, que en sus ediciones recientes ha colocado consistentemente a Dinamarca, Finlandia y otros países nórdicos como los más felices del mundo. Estos países destacan por su alto nivel de cohesión social, bajos índices de corrupción y una fuerte sensación de igualdad.
<Los estudios realizados en estos países resaltan cómo la felicidad no depende únicamente de factores materiales, sino de la calidad de las interacciones humanas, la estabilidad económica, el acceso a servicios de salud y la sensación de seguridad. En la mayoría de las naciones nórdicas, por ejemplo, el sistema de salud es accesible y universal, lo que genera un entorno de bienestar general que fomenta la felicidad. Además, el equilibrio entre el trabajo y la vida personal, promovido por políticas laborales flexibles y generosos períodos de licencia, contribuye a reducir el estrés y aumentar la satisfacción general de los individuos.
<La relación entre felicidad y otros factores de calidad de vida, como la longevidad y la salud, es igualmente importante. Las investigaciones han mostrado que los países donde las personas disfrutan de una vida larga y saludable, como los mencionados anteriormente, también son los países en los que la población se siente más satisfecha con su vida. En estos contextos, los sistemas de salud pública son fundamentales, no solo para prolongar la vida, sino también para garantizar que las personas vivan con bienestar físico y mental. En general, el acceso a una atención médica de calidad, la promoción de estilos de vida saludables y el fomento de una dieta equilibrada y ejercicio son pilares en los países con mayor esperanza de vida y niveles de felicidad.
<Sin embargo, la relación entre dinero y felicidad es más compleja de lo que muchas veces se asume. Diversos estudios han demostrado que, hasta cierto punto, el aumento del ingreso mejora el bienestar subjetivo, pero solo hasta alcanzar un umbral. Según investigaciones de la Universidad de Princeton, por ejemplo, después de alcanzar un ingreso anual de aproximadamente 75,000 dólares (ajustado por inflación), el aumento de ingresos ya no genera mejoras significativas en la felicidad. Esto se debe a que una vez que se cubren las necesidades básicas y se alcanza un nivel de confort económico, otros factores como las relaciones personales, el sentido de propósito y la salud se vuelven mucho más determinantes para el bienestar.
<Esto también se puede vincular con la llamada “paradoja de la felicidad”, que sostiene que aunque las sociedades más ricas tienden a tener mayores índices de bienestar material, no necesariamente son las más felices. Esto contrasta con la experiencia de muchos países de ingresos medios o bajos, donde las personas parecen valorar más la comunidad, la familia y el sentido de pertenencia que las posesiones materiales. La felicidad, por lo tanto, es un fenómeno multifacético donde los factores emocionales, sociales y psicológicos juegan un papel más importante que las comodidades materiales.
<La estabilidad emocional, la compañía de amigos y familiares, y una pareja duradera son algunos de los factores que se han encontrado correlacionados con una mayor satisfacción en la vida. Las investigaciones de la psicología positiva, un campo que se centra en los aspectos que hacen que la vida valga la pena, destacan la importancia de cultivar relaciones saludables, tener un propósito claro en la vida y mantener una mentalidad optimista. Aquellos que sienten que sus vidas tienen sentido, que sus relaciones son satisfactorias y que pertenecen a una comunidad generalmente reportan niveles más altos de felicidad.
La felicidad no debería ser un destino fijo, sino un viaje compuesto por una interacción compleja de factores internos y externos. Si bien el bienestar material puede contribuir a la felicidad en un nivel básico, la salud, las relaciones interpersonales y la sensación de estabilidad son factores mucho más decisivos a largo plazo. Los países con altos niveles de cohesión social, acceso a servicios de salud y una distribución equitativa de la riqueza, como los países nórdicos, tienden a tener una población más feliz. La felicidad, en última instancia, parece depender menos del dinero y más de cómo nos sentimos conectados con los demás, con nuestra comunidad y con nuestra propia vida. Feliz 2025 a todos mis lectores de Hipócrita Lector.