Salman Rushdie, quien siempre está a la vanguardia en materia tecnológica, no se muestra excesivamente preocupado por el potencial plagio literario mediante la inteligencia artificial. En una experiencia personal, al pedirle a un sistema de IA que escribiera en su estilo, Rushdie calificó el resultado de insatisfactorio, lo que lo llevó a restarle importancia a esta amenaza. Sin embargo, señaló su preocupación por la capacidad de la IA de simular imágenes e imitar voces, lo cual podría ser una fuente de noticias falsas. Invito a los lectores a hacer algo similar. Pongan a ChatGPT, o a Bard por ejemplo, a imitar a un autor de su agrado y verán cómo le falta sofisticación, pero también vean como aprende muy rápido.
Por otro lado, Margaret Atwood, junto a otros autores como Dan Brown y Jonathan Franzen, han expresado su preocupación de una manera más directa y formal. Han firmado una carta abierta dirigida a las principales empresas de IA como OpenAI, Meta y Microsoft, advirtiendo sobre los riesgos que la IA representa para su profesión. Argumentan que la IA generativa amenaza con dañar su profesión inundando el mercado con obras mediocres basadas en su trabajo, sin su consentimiento y sin retribución económica. Los autores exigen que se les compense justamente por el uso de sus obras protegidas por derechos de autor, las cuales proporcionan el “alimento” para los sistemas de IA. Además, señalan un preocupante descenso del 40% en sus ingresos en la última década, atribuyéndolo en parte al impacto de la IA en su campo. Este reclamo es apoyado por una amplia gama de escritores y artistas, incluyendo a figuras como James Patterson y Suzanne Collins.
Es fundamental, entonces, abordar las implicaciones éticas y económicas de la inteligencia artificial en la industria del libro y la escritura. Subraya la necesidad de equilibrar la innovación tecnológica con el respeto a los derechos de autor y la compensación justa a los creadores de contenido original. Además, plantea interrogantes profundos sobre la originalidad, la creatividad y la humanidad en la era de la inteligencia artificial, temas que no solo afectan a los autores, sino también a la sociedad en general.
Esta convergencia de estas opiniones pone de manifiesto una tensión creciente entre el avance tecnológico y la preservación de los valores y prácticas tradicionales en el mundo literario. Mientras Rushdie adopta una postura algo más relajada, basada en su propia experiencia con la IA, Atwood y sus colegas destacan la urgencia de una acción colectiva para proteger los intereses y los derechos de los autores frente a esta nueva frontera tecnológica.
La necesidad de regular la inteligencia artificial (IA) es un tema de creciente importancia tanto en Estados Unidos como en Europa, donde recientes esfuerzos legislativos y regulaciones han comenzado a tomar forma.
En Estados Unidos, el presidente Joe Biden anunció un conjunto de normas y principios para regular la IA. Estas normativas buscan garantizar que Estados Unidos lidere en la regulación de esta tecnología, crucial en un contexto de competencia internacional. Entre las medidas anunciadas, se exige a los desarrolladores de IA presentar resultados de pruebas de seguridad al gobierno federal, especialmente cuando los proyectos suponen un riesgo significativo para la seguridad nacional, la economía o la salud pública. Este enfoque se basa en una ley de la Guerra Fría, la ley llamada Defense Production Act, que permite al gobierno influir en las empresas por razones de seguridad nacional. Aunque se ha logrado un compromiso con gigantes digitales como Microsoft y Google para realizar pruebas externas de sus sistemas de IA, cualquier normativa amplia y vinculante debería pasar por el Congreso, donde la división partidista hace improbable la adopción de una ley a gran escala.
La Unión Europea está avanzando para establecer un marco regulatorio para la IA, con la esperanza de marcar el ritmo a nivel mundial. La regulación de la IA en la UE se centra en establecer normas armonizadas y en garantizar la seguridad y los derechos fundamentales de las personas. Parte de esta regulación incluye la prohibición de ciertos sistemas de IA considerados peligrosos. La UE busca ser pionera en la regulación del campo digital y espera establecer un marco regulatorio integral para la IA antes de fin de año.
Estos esfuerzos en Estados Unidos y la UE reflejan una creciente conciencia sobre la necesidad de regular la IA, equilibrando la innovación tecnológica con la protección de la seguridad, la privacidad y los derechos humanos. Estas medidas también resaltan la necesidad de abordar los desafíos éticos y las preocupaciones sobre el impacto de la IA en el empleo y la discriminación. El sainete ocurrido en OpenAI, la empresa que lanzó ChatGPT, pone de manifiesto la opacidad con la que muchas de estas compañías se manejan. Además, el grado de monopolio de las grandes empresas, como Microsoft quien debido a su influencia económica es capaz de revertir en horas una decisión polémica como haber corrido a Sam Altman, el creador del polémico pero lucrativo algoritmo. En fin, veremos mucha agua correr aún al respecto.