¿Qué significa vivir verdaderamente? La vida, como lo demuestra Frederic Tuten, no es un camino lineal ni una carrera hacia la perfección. Me encontré con su historia hoy en el New York Times y me movió a esta reflexión.
La vida bien vivida es, más bien, un proceso continuo de descubrimiento y reinvención, una aventura que nos invita a despojarnos del miedo y abrazar la incertidumbre de cada etapa. Tuten, escritor y pintor, es la viva prueba de que nunca es tarde para renacer, para encontrar nuevas formas de expresión y para vivir con una pasión juvenil, sin importar los años que marque el calendario. Nunca se es del todo viejo, es un problema en realidad de perspectiva. La viñeta sobre Tuten forma parte, no es coincidencia, de una sección del diario llamada Los indetenibles. Y así es. Nada lo detiene de sentirse un chico. Pienso también en Leonard Cohen regresando a una extenuante gira a los ochenta y luego produciendo dos discos geniales, parte de lo que Edward Said llama el estilo tardío. No hay necesidad de recompensa. Como el propio Cohen escribe: “Nadie a quien seguir ni nada que enseñar”.
Desde muy joven, Tuten comprendió que su vida no estaría limitada por las circunstancias que lo rodeaban. Creció en el Bronx, un lugar que describió como apagado y carente de estímulos culturales. Sin embargo, en lugar de resignarse, cultivó un anhelo profundo por un mundo más amplio, uno lleno de arte, literatura y belleza. Inspirado por películas como An American in Paris, soñó con una vida creativa en París, lejos de los límites de su entorno.
Su historia demuestra que los sueños no son solo para los jóvenes, sino para todos aquellos que se atreven a imaginar algo distinto. Dejar la escuela a los 15 años para perseguir una vida artística podría haber parecido un acto imprudente, pero para Tuten fue el primer paso hacia una vida de propósito. Guiado por mentores como John Resko, quien le enseñó que la verdadera aventura está en la creación y no en las distracciones externas, aprendió a enfrentar sus ansiedades y a sumergirse en su trabajo creativo.
Este espíritu de valentía y reinvención no se ha desvanecido con el tiempo. Hoy, a sus ochenta años, Tuten continúa escribiendo, pintando y exponiendo su obra. Para él, el secreto de la vida no radica en aferrarse a la juventud física, sino en mantener viva la curiosidad y la pasión. Como él mismo afirma, no se siente ni viejo ni joven, sino plenamente presente en el momento. Esta perspectiva le permite vivir con una energía que sorprende incluso a quienes lo rodean.
Su historia es una lección sobre la importancia de no sucumbir al miedo, especialmente al temor de parecer obsoleto o irrelevante. En un mundo obsesionado con la novedad y la inmediatez, Tuten nos recuerda que la verdadera vitalidad proviene de la conexión con lo que amamos, ya sea a través de una relación significativa, una obra de arte o el simple acto de sentarse frente a un lienzo o una hoja en blanco.
Vivir sin miedo implica aceptar que cada día es una oportunidad para comenzar de nuevo. Como demuestra Tuten, nunca es tarde para explorar, aprender y crecer. Su capacidad para reinventarse no solo inspira, sino que también plantea una pregunta esencial: ¿qué nos detiene? Tal vez el secreto de la vida no sea otro que la voluntad de avanzar, de crear, y de abrazar cada etapa con el entusiasmo de un niño.