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Puebla
martes, abril 1, 2025

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El tiempo no es el rostro que imaginaba,
es una sombra en la pared del sueño,
un lento resplandor que ya no ciega.

Los que amé se han quedado en sus relojes,
donde el invierno nunca se disuelve
y la ceniza es dócil a la lluvia.

Escucho en la madera su latido,
una respiración que ya no es mía
y que sin embargo aún me pertenece.

Hoy bebo de la copa que dejaron,
rebosada de luces extinguidas.
No han venido, o quizás no los he visto.

Pero el viento regresa con sus cifras,
con su ceniza azul sobre mis párpados,
y es el único idioma que comprendo.

Aún quedan brasas dentro de la sombra,

un oro sigiloso en los escombros,
la luz que no se apaga en la distancia.

No temo la marea de los días,
ni el eco de mi nombre entre los álamos:
soy la raíz que vuelve a la corriente.

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