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miércoles, abril 2, 2025

Valorar la voz de los docentes

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El 5 de octubre es el Día Mundial de los Docentes, fecha en que se conmemoran las recomendaciones relativas a la Condición del personal docente (1966) y a la Condición del Personal de la Enseñanza Superior (1997). Más que de una celebración, se trata de un llamamiento, de un emplazamiento a la acción, de una exigencia. En los últimos años, la UNESCO ha señalado la falta de profesoras y profesores suficientes para atender a la población en edad escolar, la necesidad de retribuir justamente a los educadores, la importancia de reconocer su trabajo y empoderar a las maestras y a los maestros como agentes de transformación. Este año, el tema es “Valorar la voz de los docentes: hacia un nuevo contrato social para la educación”.

En el tema resuenan las recomendaciones del Grupo de Alto Nivel sobre la Profesión Docente (UNESCO, 2024) para reforzar el papel de los docentes en la transformación de la educación hacia el año 2030, el Informe mundial sobre los docentes elaborado por el Equipo Internacional de Tareas sobre Docentes para la Educación 2030 (UNESCO, 2024), y el informe de la Comisión Internacional sobre los Futuros de la Educación, denominado “Reimaginar juntos nuestrosfuturos. Un nuevo contrato social para la educación” (UNESCO, 2022).

En los tres documentos mencionados existe la consciencia de que el profesorado es esencial para la transformación social y el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. En general -y no sólo para la UNESCO- está claro que, si queremos un futuro pacífico, justo y sostenible, diferente del futuro que las tendencias y los pronósticos anuncian, es necesario que la educación misma se transforme. El problema empieza cuando surgen las preguntas sobre cuál es el giro que se requiere y desde dónde debe promoverse.Atestiguamos diariamente cambios económicos, políticos, culturales -algunos abruptos, algunos amables-, la sorpresa y las novedades han dejado de ser extrañas, emergen nuevas formas de habitar y comprender el mundo… Con todo, no faltan, por increíble que parezca, quienes aferrados a un pasado que ya no existe sostienen que lo que hacen ahora es más pertinente que antes.

Entre las recomendaciones del Grupo de Alto Nivel sobre la Profesión Docente resalta una que parece obvia (aunque casi nadie la ve). Si queremos cambios en la enseñanza, es indispensable “permitir la transformación de la profesión docente”. Suena lógico. Una perogrullada… Y, sin embargo, hay quienes no se dan cuenta de que es ineludible trabajar las condiciones de posibilidad para que las cosas buenas sucedan. Esa -y no otra- es la tarea fundamental de la Administración y la Gestión. La tarea es fácil: para ser eficaces, profesoras y profesores requieren, entre otras cosas,“un entorno propicio y apoyo social integral”, necesitan el ejercicio efectivo de “la libertad de expresión, la libertad de pensamiento y la libertad académica” y deben orientar elaprendizaje con los principios de “cooperación y solidaridad”. Pero, además de permitir el cambio, hay que impulsarlo económicamente (asignando al menos el 6 por ciento del PIB y el 20 por ciento del total del gasto público a la financiación de la educación pública), mejorando la formación docente, promoviendo la equidad y la inclusión, apoyando la innovación y reconociendo a las maestras y los maestros.

El Informe mundial sobre los docentes, por su parte, recomienda el desarrollo de políticas educativas que integren“todas las dimensiones que afectan a los docentes” en un marco de colaboración y diálogo social, la reconfiguración de los procesos formativos del profesorado pasando “de esfuerzos individuales basados en cursos a procesos a lo largo de la vida, colaborativos y dirigidos por docentes” así como la mejora de las condiciones laborales “comenzando por los salarios” y llevando el financiamiento de la educación al 6-20 mencionado en el párrafo anterior.

El documento “Reimaginar juntos nuestros futuros”, escrito después de la pandemia de COVID-19, recuerda que enfrentamos un doble reto: “cumplir la promesa de garantizar el derecho a una educación de calidad para todos los niños, jóvenes y adultos, y aprovechar plenamente el potencial transformador de la educación como vía para un futuro colectivo sostenible”. Para afrontarlo se requiere un nuevo contrato que se base en la justicia social, económica y medioambiental, un contrato en el que participen todos, lo cual no es poca cosa porque “una de las formas de conocimiento más preciadas que se encuentran amenazadas por el triunfo de la digitalización es el conocimiento social”.

“En un nuevo contrato social para la educación, la pedagogía debe basarse en la cooperación y la solidaridad, desarrollando las capacidades de estudiantes y docentes para trabajar juntos en un espíritu de confianza para transformar el mundo”, explica el documento. Y añade: “La educación debe orientarse a permitir que las personas creen bienestar social y económico a largo plazo para sí mismas, sus familias y sus comunidades”. Como puede verse, el dicho aquel según el cual “cada profesorcillo tiene su librillo” es impronunciable en este escenario. El aprendizaje requiere un mundo que explorar y compañía para realizar el viaje. La teoría necesita acción, disposición, emociones para tener sentido. La enseñanza ha dejado de ser vertical y autoritaria para convertirse en un actuar deliberativo y colegiado. “Juntos, los docentes y los alumnos deben formar una comunidad de investigadores y constructores del saber que se nutra de los bienes comunes de la humanidad y contribuya a ellos”, se dice (para que no quede duda).

Más adelante, en el capítulo 5 de “Reimaginar juntos nuestros futuros se precisa que “en el nuevo contrato social para la educación, el profesorado debe estar en el centro y su profesión debe revalorizarse y repensarse como un esfuerzo colaborativo que genere nuevos conocimientos para lograr la transformación de la educación y la sociedad”. No es extraño, por tanto, que este año, el tema del Día mundial del docente exija darles voz, más aún, dar valor a su voz, ya que tomar en cuenta su conocimiento y su experiencia para la elaboración de políticas educativas y para la toma de decisiones sobre la práctica educativa constituye un factor indispensable en la definición de los futuros deseables.

Mi reconocimiento y admiración a las y los docentes. Mucho se ha dicho de ellas y ellos. Ahora, hay que escucharlas y escucharlos. Ahora hay que darle voz, dice la UNESCO. Ahora, es un buen momento.

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