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jueves, mayo 8, 2025

¿Recordar… es vivir?

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Presurosos subimos las escalinatas del majestuoso Palacio de Bellas Artes y una vez dentro del recinto, sin mayor trámite nos dirigimos a nuestros lugares, a un par de metros del escenario donde empezaban a afinar sus instrumentos los miembros de la Orquesta Sinfónica del Estado de México, dirigida por su fundador, el maestro Enrique Bátiz Campbell, quien inició su carrera musical a edad temprana como pianista hasta llegar a ser Director de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, previo a fundar a inicios de la década de 1970, la Orquesta Sinfónica del Estado de México.

No recuerdo con precisión el año, si fue en 1974 o 1975, cuando siendo unos adolescentes que desentonábamos en cierta medida con el público asistente al concierto, adulto en su mayoría y vestido formalmente casi en su totalidad, no encontrábamos impedimento alguno para disfrutar de la temporada de Conciertos de Primavera, a los que nos habíamos vuelto asiduos.

En aquél portentoso auditorio, escuchamos y gozamos con muchas obras memorables de grandes compositores de la coloquialmente llamada “música clásica”, al ser la clásica sólo un género de la música culta, o de concierto, o académica, experimentando en dicho sitio sensaciones que se quedan lejos de las que uno percibe al escuchar tan grandiosa música en la radio o en los discos.

Aquella ocasión en particular, la interpretación del Concierto para Violín en Re Mayor, Opus 35 de Piotr Ilich Tchaikkovski, realizada por el maestro Hermilo Novelo como solista, violinista veracruzano de talla mundial y después director de orquesta, se me que quedó grabada en lo más profundo de mi ser por su gran entrega:

Sublime en el primer movimiento, sensible en el segundo movimiento y vigoroso en el tercer movimiento.

Esa época fue maravillosa por la gran facilidad y el bajísimo costo que tenía el acceder a actividades culturales de gran relevancia y elevado nivel en las bellas artes, las cuales ahora parecen reservadas a todas aquellas personas que gozan de una situación socioeconómica privilegiada, o que pertenecen a cierta clase determinada por su nivel académico, el lugar donde estudiaron, la gente que conocen, o la zona donde habitan.

Es triste ver que ahora lo que más se impulsa de manera gratuita son “conciertos” de música popular de ínfima calidad, pero con gran arrastre entre la masa, preferentemente de un estrato socioeconómico de medio a bajo, así como otro tipo de eventos de dudoso perfil cultural que desafortunadamente gozan de la preferencia de buena parte de la población.

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