“¿Por qué la Primera Cruzada?”
*Artículo basado en diversas lecturas, específicamente “Nueva Historia de Francia” de Jacques MARSEILLE
Hace casi 1,000 años, dio inicio lo que se conoce como la Primera Cruzada. Reunidos en el corazón de Francia, el papa Urbano II pronunció un inspirado sermón frente a una gran audiencia de nobles y clérigos franceses.
En el llamado Concilio de Clermont, el 27 de noviembre de 1095, hizo un llamado para que se arrebatase el control de Jerusalén de las manos de los musulmanes.
Muchas de las tierras islámicas habían sido anteriormente cristianas. Siria, Egipto, Hispania, el resto del norte de África, Chipre, Judea y por supuesto, la ciudad de Jerusalén.
En ésta última y las vecinas tierras, Jesucristo había vivido. En consecuencia, eran especialmente sagradas para los cristianos.
La idea de una Guerra Santa contra los musulmanes caló en la población y resultó una idea atractiva para los poderes tanto religiosos como seculares de la Edad Media europea. Para el público en general, se convirtió en un motivo de “salvación”.
Es importante mencionar que la Primera Cruzada no supuso el primer caso de guerra santa entre cristianos y musulmanes inspirada por el Vaticano. Durante el papado de Alejandro II este predicó la guerra contra el infiel musulmán en dos ocasiones.
Así, en ese momento, dentro de la nueva visión política “de vanguardia” del papa Urbano II, surgió la idea de englobar a la cristiandad en su conjunto. Esto supuso unir a los distintos reinos cristianos bajo la guía espiritual de la iglesia de Roma.
Existía una gran problemática entre los nobles de esa época. Peleas, batallas, asesinatos y disputas estaban a la orden del día. Fuera por tierras, poder, herencias o el amor de una doncella.
Urbano II tomó esos problemas y “sugirió” que la solución era ofrecer la espada al servicio de Dios: “Haced que los ladrones se vuelvan caballeros”… En otras palabras, en nombre de Dios, otorgó el permiso de cometer canalladas y abusos.
Habló de las recompensas tanto terrenales como espirituales, ofreciendo el perdón de los pecados a todo aquel que muriese en la misión divina.
Urbano II hizo esta promesa investida de la legitimidad espiritual que le daba el cargo papal. Ante esta “convocatoria divina”, durante el Concilio de Clermont, una multitud envuelta en un frenesí religioso, y entusiasmada por la sacra misión, interrumpió el discurso papal con gritos de ¡Deus vult! (“¡Dios lo quiere!”)
A la postre, con la creación de un ejército cristiano que luchase contra los musulmanes, el lema de la Primera Cruzada, serviría de anormal, furibundo y aberrante grito de guerra para emprender una de las muchas barbaries cometidas en la historia, en nombre de Dios.
Siempre habrá que analizar los antecedentes. Y, sobre todo, analizar ambos puntos de vista. Por algo, en una audiencia de divorcio, el juez está obligado a escuchar a ambas partes.
Mientras la región de Palestina estuvo bajo dominio persa y durante la primera época islámica los peregrinos cristianos fueron, en general, tratados correctamente.
Hubo gobernantes islámicos que permitieron a los cristianos llevar a cabo todos sus rituales, salvo cualquier tipo de celebración en público. No obstante, hubo otros que realizaron intensas persecuciones. Una de ellas, en 1009, llevó a la destrucción del templo cristiano más sagrado: la Iglesia del Santo Sepulcro.
Cuando un grupo de turcos musulmanes, los selyúcidas, muy poderosos, agresivos y fundamentalistas en cuanto a la interpretación y cumplimiento de los preceptos del islam, inició su ascenso al poder, los peregrinos cristianos se comenzaron a ver a como contaminadores de la fe.
Surgieron historias llenas de barbarie sobre el trato a los peregrinos, que fueron pasando de boca en boca hasta la cristiandad occidental.
Estas historias, no obstante, en lugar de disuadir a los peregrinos, hicieron que el viaje a Tierra Santa se tiñese de un aura sagrada.
Como punto remarcable y esencial de esta sencilla crónica, debo decir que en Jerusalén convivían, a veces no de tan ecuánime forma, el cristianismo, el judaísmo y el islam. Jerusalén es hasta el día de hoy, Ciudad Santa para las tres principales religiones monoteístas del mundo.
Ahora, ¿qué sucede cuando el ejército cristiano llega a Jerusalén? Los cruzados desencadenaron una terrible matanza de hombres, mujeres y niños, musulmanes, judíos e incluso los escasos cristianos que habían permanecido en la ciudad.
La descripción de esa carnicería de Raimundo de Aguilers, un canónigo francés que fue testigo presencial, es más que horripilante:
“Maravillosos espectáculos alegraban nuestra vista. Algunos de nosotros, los más piadosos, cortamos las cabezas de los musulmanes; otros los hicieron blancos de sus flechas; otros fueron más lejos y los arrastraron a las hogueras.
En las calles y plazas de Jerusalén no se veían más que montones de cabezas, manos y pies. Se derramó tanta sangre en la mezquita edificada sobre el templo de Salomón que los cadáveres flotaban en ella y en muchos lugares la sangre nos llegaba hasta las rodillas.
Cuando no hubo más musulmanes que matar, los jefes del ejército se dirigieron en procesión a la iglesia de Santo Sepulcro para la ceremonia de acción de gracias:”
Desde el punto de vista del mundo musulmán, las Cruzadas son vistas como una invasión bárbara protagonizada por unos fanáticos religiosos con un nivel cultural muy inferior al que en ese momento se disfrutaba en el mundo árabe.
Dos siglos de guerra en los que los habitantes de poblaciones como Jerusalén, Antioquía, Trípoli o Tiro sufrieron asedios, masacres y atrocidades de todo tipo. Y cuyo recuerdo ha permanecido en la cultura popular musulmana acentuando las diferencias culturales entre las civilizaciones cristiana e islámica, marcando la historia de la región hasta la actualidad.
¿Porqué comento estos antecedentes? Porque es importantísimo conocer las dos caras de la moneda… SIEMPRE.
Analizar el punto de vista ruso sobre la actual crisis en Europa, debido a la desgarradora guerra entre Rusia y Ucrania, será motivo de mi próxima entrega.