“Convertid un árbol en leña y podrá arder para vosotros,
pero ya no producirá flores ni frutos”.
RABINDRANATH TAGORE
Al leer el título, el recuerdo de alguien a quien nos hemos enfrentado seguramente aflora.
Existe un hermoso poema del poeta escocés Charles MacKay:
¿No tienes enemigos, dices? Una pena, amigo mío: ese alarde es vano.
Aquel que participa en la refriega del deber, que los valientes soportan,
debería haber hecho enemigos.
Si no los tienes, pequeño es entonces el trabajo que has hecho.
Si a ningún traidor has escarmentado, si ningún zafio patán te ha calumniado,
si ningún entuerto has enderezado, entonces… has sido un cobarde redomado.
La importancia de discernir sobre esto radica en comprender el trasfondo del asunto. En el recorrido de nuestra vida, no solo nos enfrentaremos a lo que dice MacKay. Al enemigo que se opone.
Es indudable que, si nos mueven las causas justas, ecuánimes, sensatas, el camino de la vida nos llevará a desafíos y pugnas. No es posible evitarlo.
Si no somos mediocres e indiferentes, en la brega de la existencia se lucha, se batalla, se rivaliza…
Otros se pelean por causas injustas, abominables, perversas, imprudentes, divisorias…
Causas, al fin…La dicotomía del ser en plena exposición.
Sin embargo…
El título de este artículo hace referencia a una película de los 80’s, cuyos protagonistas son Dennis Quaid y Louis Gosset Jr.
Quaid es un humano y Gosset Jr. un alienígena. Son enemigos a muerte. Pero ambos se dan cuenta rápidamente de que deben unirse para lograr sobrevivir en el duro e inhóspito medio ambiente que los rodea.
Como muchas veces, la realidad parece estar superando a la ficción.
La diversidad entre los seres humanos pareciera ser el motivo principal para prejuzgar, maltratar, dividir, polarizar, enjuiciar y hacer la guerra.
No necesitamos de alienígenas que nos vengan a invadir para encontrar una causa aparentemente “justa” para sacar a la luz, razones y justificaciones en la defensa de lo que creemos.
Los motivos los encontramos a la vuelta de la esquina, literalmente. Las fronteras limitantes de nuestra propia mente nos conduce a encontrar enemigos por doquier.
Si nos asomamos un poco más, encontraremos argumentos que nos van a segmentar, a dividir, aún más.
Cuando alguien pregunta que somos, pocas personas contestarán: “Soy humano o terrícola”.
Muchas respuestas serán en el sentido de la nacionalidad, o la profesión. Hoy en México, adicionalmente, la respuesta pudiera ser: “Soy mexicano. Soy fifí o chairo…”
Uff… Pero por el amor de Dios, no nos limitemos a eso.
Abramos nuestro espíritu. Hagamos un zoom out. Ampliemos nuestra perspectiva y tomemos conciencia que vivimos en una roca, que va viajando por el espacio, en un universo que continúa expandiéndose y que, en la eternidad, sólo somos un soplo de vida terrenal.
El primer enemigo por identificar es el Yo interior. El Ego… el Satán que todos llevamos dentro, pero que, si no tomamos conciencia de él, se convertirá, sin duda alguna, en nuestro peor adversario.
Nadie posee la razón absoluta. Los radicalismos son peor que los enemigos alienígenas. Nos están llevando a una destrucción planetaria.
Todo en la vida necesita de la mesura, la cordialidad y la comprensión. El pensamiento absolutista tiene su raíz en la irracionalidad y solo provoca sentimientos negativos que se traducen en acciones dañinas y contradictorias.
“Tu propio interés te sirve mejor sino te dejas llevar por él”. Lao Tse
¿Qué podemos hacer? Pudiera parecer una respuesta simplista. Pero tenemos que empezar a conocernos mejor y a meditar sobre nuestra efímera existencia terrenal.
Meditar nos llevará a tranquilizar los turbulentos pensamientos del ser que se pueden convertir en ráfagas de enojo y odio.
Es momento de tomar conciencia de nuestras responsabilidades individuales. Ya no podemos echarle la culpa a gente irresponsable, inconsciente, egoísta y ególatra.
No debemos dejar que el interés personal sea el que siempre nos conduzca. Acabaremos cavando nuestra propia tumba. Y hablo como humanidad.
Somos nuestros propios enemigos.
“El egoísmo no es el amor propio, sino una pasión desordenada por uno mismo”, escribió Aristóteles.
La humanidad está en el umbral de pasar a otra dimensión. La energía que sembremos, es la que cosecharemos.
El origen del crucigrama, no es algo extraño. El enemigo… es el conocido egoísmo.