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sábado, noviembre 23, 2024

De planetas, estrellas, galaxias… y vacíos

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“La sabiduría y el conocimiento están abiertos a todos,  

incluso a los de escasa agudeza mental y a los incapaces de prestar atención. 

La puerta está abierta a quien desee recorrer este camino,  

pero no al perezoso e indiferente”. 

                            La Palabra del Buda 

 

Grandiosidad y vacío, 

que agobia y duele, 

el devastador sentimiento, 

del Cosmos diverso. 

 

Pasmoso e intenso frío, 

que perturba y demuele, 

el desolador pensamiento, 

del Universo infinito. 

 

Es confuso y abrumador 

el resultado de esa meditación. 

Estremecimiento avasallador 

y sobrecogedora, la sensación. 

 

La comprensión de lo eterno, 

confunde y oprime… 

¿Será qué el invierno, 

fortalezca y lastime? 

 

A todo ello, 

insondable es la reflexión. 

Y es puro y bello, 

el sentimiento de admiración. 

A partir de aquí, dos caminos se bifurcan.  

El primero y más cómodo es el de la indiferencia. Ante la desazón y el agobio que producen la magnitud y la vacuidad que nos rodea, preferimos voltear la cara hacia otro lado. 

Seguir el camino de la indiferencia implica llevar como guía a la ignorancia y como linterna a la soberbia. 

El segundo, es el del conocimiento. Solo que aquí se necesita de trabajo, esfuerzo y estudio. Algo que mucha gente no está dispuesta a ofrecer. 

El trabajo, con constancia y disciplina abre muchas puertas. 

Una persona que contribuyó enormemente para acercar a las personas el conocimiento científico fue Carl Sagan. 

Astrónomo, astrofísico, cosmólogo, astrobiólogo, escritor y divulgador científico estadounidense. Gran impulsor del conocimiento y promotor para acercar la ciencia a los lectores en general.  

En su libro “Cosmos”, el cual se convirtió también en serie, el gran astrónomo narra con una habilidad fuera de lo común, la evolución del Universo dentro de un contexto más humano. 

Sagan consigue con su obra que las ideas científicas sean accesibles y claras.  

Pero también apasionantes, conmovedoras y sumamente ilustrativas.  

“El tamaño y la edad del Cosmos superan la comprensión normal del hombre. Nuestro diminuto hogar planetario está perdido en algún punto entre la inmensidad y la eternidad”. 

Estas palabras de Sagan… asombran e iluminan.  

Sin duda, nos llevan a pensar. A repensar… y a reflexionar. 

Cómo no intimar con el agobio nihilista de Nietzsche, los “poemas malditos” de Baudelaire o el existencialismo puro y simple de Camus. 

 Es perfectamente comprensible llegar a percibir, o inclusive, experimentar en carne propia, una crisis existencialista cuando tratamos de vislumbrar el sentido de la vida. 

Llevar a cuestas la pesada losa para tratar de descifrar el objetivo de nuestra efímera existencia – si es que existe alguno -, no es cosa menor. 

¿Qué lugar ocupamos en el Cosmos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Para qué vivimos si al final… morimos? 

En “El Extranjero”, la magnífica novela de Camus, la siguiente frase del protagonista, Meursault, manifiesta brutalmente nuestra “pesadilla existencial”: 

“Pues bien, habré de morir. Antes que otros, era evidente. Pero todo el mundo sabe que la vida no vale la pena de ser vivida”. 

Dice Sagan que en una perspectiva cósmica la mayoría de las preocupaciones humanas parecen insignificantes, incluso frívolas 

Tiene razón.  

El Big Bang tuvo lugar hace 15 mil millones de años. Nuestro Sol nace en un extremo de la Vía Láctea hace 4,5 mil millones de años. 

Son eones de tiempo que nuestra mente ni siquiera puede procesar. 

Las siguientes notas del propio Sagan no hacen más que proseguir con el torbellino de tribulaciones. 

“Ningún planeta o estrella o galaxia puede ser normal porque la mayor parte del Cosmos está vacía.  

El único lugar normal es el vacío vasto, frío y universal, la noche perpetua del espacio intergaláctico, un lugar tan extraño y desolado que en comparación suya los planetas, las estrellas y las galaxias se nos antojan algo dolorosamente raro y precioso, 

[…] la probabilidad de que nos encontráramos un planeta como la Tierra es inferior a 1 entre 1033… en la vida diaria una probabilidad así se considera nula. Los mundos son algo precioso”. 

¡¡Pufff!!… Solo por curiosidad, escriban ese número (1033, un uno seguido de 33 ceros) y traten de leerlo… 

Ahora bien, hay cientos de miles de millones de galaxias. La ciencia estima esa cantidad en 1011. Y cada galaxia con un promedio de un centenar de miles de millones de estrellas. 

Es posible que en esas galaxias existan tantos planetas como estrellas.  

Es decir, 1011 x 1011 = 1022. Son diez mil millones de billones y la pregunta es:  

“¿Cuál es la probabilidad de que una estrella ordinaria como el Sol, vaya acompañado por un planeta habitado? 

¿Por qué seríamos nosotros los afortunados, medio escondidos en un rincón olvidado del Cosmos? 

El Dr. Sagan dice muy bien que a él le parece muchísimo más probable, un universo rebosante de vida. 

Coincido plenamente.  

Es demasiada soberbia y falso orgullo pensar que somos el único planeta que lleva vida en esa inmensidad cosmogónica de la Creación. 

Pero eso… lo ignoramos…aún. 

Lo cierto, es que el conocimiento científico es una extraordinaria herramienta para permutar nuestro corazón y nuestra mente hacia el camino de la humildad. 

La ciencia puede ayudar a construir cimientos de una iluminación espiritual 

Retraerse unos segundos para tomar conciencia de lo diminuto, lo insignificante que somos en el contexto cósmico… 

Y al mismo tiempo, percatarnos y sensibilizarnos que ocupamos un espacio. Pequeñísimo e ínfimo espacio. Pero SOMOS en ese infinito. 

Reconocernos ante ELLO, es ciertamente, impresionante y apabullante.                                  

Nuestra “casi invisibilidad” resulta en una dicotomía existencial tremendamente perturbadora. 

Ante tal vacío, tal es la vacuidad experimentada -valga la sentida redundancia -, que solo nos resta tratar de seguir y profesar las Leyes Universales. 

Solo adentrándonos en nuestro propio Ser, saboreando la dulzura de la soledad y el gozo interior, nos liberaremos del miedo y el sufrimiento. 

 

“La atención es el sendero hacia la verdadera vida; 

La indiferencia es el sendero hacia la muerte. 

Los que están atentos no mueren; 

los indiferentes son como si ya estuvieran muertos”. 

La Palabra del Buda 

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