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jueves, noviembre 21, 2024

El Ying y el Yang

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Hasta hoy, la historia de la humanidad se ha desarrollado en el ir y venir de las ideas, para siempre devenir en una síntesis. El sistema filosófico de Hegel y su dialéctica establecen como fin último de la Historia el crecimiento del Espíritu Universal, a través de la superación constante de las antinomias políticas que se resuelven en un tercer término que las supera. Este ritmo de tres tiempos —tésis~antítesis~síntesis— ha sido el modo de desarrollo, hasta ahora, de nuestra joven humanidad.

Esta manera de pensar, “occidentalizada”, es la que prevalece en gran parte del mundo debido a la importancia del poder económico. Sin embargo, en vez de seguir con la “occidentalización”, deberíamos voltear hacia el Oriente para “orientarnos” un poco. El pensamiento oriental reconoce a la vez las dos energías existentes, las dos caras de Jano (que, en términos del taoísmo serían el Ying y el Yang), y su posibilidad de fundirse en una sola.

Las palabras de Lao Tsé, sabio chino precursor de la filosofía del Tao y que vivió en el siglo VI a. de C., expresan claramente la contrastante manera de percibir el Poder en el Oriente:

“Gobernar un extenso país es como freír un pececillo.

Cuando el imperio es regido de acuerdo con la Vía,

las energías perversas pierden su poder, pues, aunque activas,

influyen en menor grado en los hombres.

Ni las energías perversas son perjudiciales para el pueblo,

ni el espíritu del sabio resulta nocivo.

Naturalmente, si estos dos influjos no chocan entre sí,

sus fuerzas acaban uniéndose.”

Sun Tzu, en su conocidísima y estupenda obra “El Arte de la Guerra”, muy citada por cierto en Occidente y, sin embargo, tan mal entendida, pone de manifiesto la concepción más holística de la vida que tienen los orientales. La mayor parte de sus lectores se queda sólo en el análisis “objetivo” y “frío” de sus criterios estratégicos:

        • conocerse a sí mismo;
        • conocer al enemigo;
        • conocer el terreno;
        • conocer el clima;
        • determinar el mando, quién será el general;
        • formación de las tropas;
        • a través de disciplina, logística y doctrina.

Unos párrafos más adelante, Sun Tzu complementa ese análisis frío y pragmático con el otro gran instrumento de la Guerra: la influencia moral, la autoridad del general; el amor y el respeto por una causa… Es esta parte, tan a menudo olvidada y desvalorada, la que hace que hoy, una estrategia política no tenga el éxito debido. Virtudes como la sabiduría, la prudencia, la humanidad, la equidad, la justicia, la paciencia, son hoy tan importantes como hace 4 mil años. La forma es fondo.

La civilización occidental moderna ha separado prosa y poesía. Y ha olvidado que la vida humana se entreteje y se enlaza a través de ambas. Todo ser humano habla los dos lenguajes. El primero, es objetivo y se funda en lo lógico. El segundo, utiliza la analogía y la metáfora. Visualizarlos y vivirlos separados, nos ha llevado a NO sentirnos parte del mundo en que vivimos. Y ha producido esa visión fragmentada y segregada de la realidad.

Realidad que, prosaica o científicamente hablando, nos define como una pequeñísima parte del Todo. Como lo expresara poética y magistralmente uno de los científicos y astrónomos más influyentes de los últimos tiempos, Carl SAGAN:

El nitrógeno de nuestro ADN, el calcio de nuestros dientes, el carbón en una tarta de manzana, fueron concebidos en el interior de estrellas colapsándose. Estamos hechos de polvo de estrellas”.

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