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jueves, noviembre 21, 2024

Andares de la política y lo político

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Hablar de estos términos suele generar confusión. La política es el instrumento, el medio. Lo político es el fin, el hombre.  

Desde que el ser humano reflexiona sobre esto, se han constituido dos visiones fundamentales que se convierten en actitudes frente a la política. Son diametralmente opuestas. 

Para algunos, la política es esencialmente una lucha, un combate, una guerra por el poder que permite a los individuos y a los grupos que lo detentan asegurar su dominio sobre la sociedad y obtener provecho de ello.  

Para otros, la política es un esfuerzo dedicado a impulsar la supremacía del orden y la justicia; es asegurarse que el poder sirva a los intereses generales con objetivos sociales claros.  

Para los primeros, la política sirve para mantener los privilegios de una minoría sobre la mayoría. 

Para los segundos, la política es un medio para realizar la integración de todos los individuos en la comunidad para crear la ciudad justa de la cual hablaba Aristóteles. 

Hoy, más que nunca, es fundamental entender que aquellos que hacen la política los hombres políticos, el Estado, las instituciones asuman como fin primario aquello que constituye lo político los ciudadanos, la comunidad 

Los Estados, el poder y las políticas se han olvidado de la esencia de su razón de ser: el hombre 

Los llamados de personas conscientes de lo que esto está produciendo se intensifican. Se habla del establecimiento de valores que puedan aplicarse a una sociedad global, a partir de la reflexión interna, reconociendo como punto de partida nuestra falibilidad. 

San Agustín decía: “Quien reviste la lucidez, reviste la tristeza”.  

Nos encontramos ante eventos mundiales, nacionales y locales que nos deberían llevar a una intensa reflexión. No podemos ser como “zombis” que van caminando a trastabillas, desmembrados y alimentándose de sobras. 

Personas muy peligrosas son aquellas que quieren rehacer la historia, desempolvando ritos anquilosados y poblar la historia con muertos. 

Uno de los principales deberes como ciudadanos sería luchar contra una razón por esencia opresiva y mal intencionada. 

La eficacia de los estados nacionales está envuelta en una tormenta de egoísmos estúpidos y una visión brutalmente miope 

Es sobrecogedor observar como hombres de una gran miseria humana, pero con el poder que el Estado les proporciona, desencadenen una guerra, anteponiendo todo, incluida las vidas humanas.  

Bien cabe aquí una cita de una persona que vivió los horrores de la guerra y llegó a un simple pero contundente verdad. 

 Erich Hartmann, as de la aviación alemana durante la 2a Guerra Mundial y el piloto más exitoso en la historia de la guerra aérea, dijo durante una entrevista:  

“La guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen y no se odian, se matan entre si, por la decisión de viejos que se conocen y se odian, pero que no se matan”. 

No por algo, una gran mayoría de aquellos que han tenido la horrorosa experiencia de haber estado en el “frente”, se vuelven combatientes por la paz. 

Enfrentar a la ciudadanía, dividiéndola a través de discursos ominosos. Haciendo de la mentira y tergiversación de hechos, los personajes principales de su aventura teatral. Destruir una cultura ajena a la propia… todo esto puede resultar en una hecatombe que se sentirá al pasar de los años. 

Aquellos que aprovechándose de su poderío económico manipulan a la opinión pública con el único objetivo de anteponer intereses personalísimos solo exhiben la podredumbre de su interior. La educación y la cultura, fundamentos primordiales de una humanidad más “humana”, no existen para esos personajes sacados de una historieta surrealista. 

 ¿Qué pasa con el trascendente objetivo de educar? El “becerro de oro”, como me lo diría un cercano y querido maestro, hace continuamente de las suyas. 

La juventud ha sido el objeto de una demagogia desenfrenada y mal intencionada. El conocimiento de una causa pasa por el de la comprensión. Comprender es un proceso intelectual y racional, que permite apropiarse de una noción nueva y constatar su coherencia con rigor.  

Este proceso necesita esfuerzo, cuestionamiento y auto-cuestionamiento. Hay que mantener la exigencia. La disciplina es una virtud encajonada por muchos. La sociedad requiere de alumnos y ciudadanos disciplinados, que investiguen a fondo causas para saber a quien defienden y donde se encuentran parados. 

Hoy puede ser más fácil hacer marchas, pintar carteles y tocar cláxones que leer e investigar las verdaderas causas y motivos de acciones. 

Resulta peligrosísimo no darse cuenta de que quienes van estimulando la guerra lo hacen desde la retaguardia y en la comodidad de sus suntuosos palacios. 

El contenido principal de la acción política es la preservación de la paz. No hay vida sin paz. La libertad, el ejercicio de la razón y del pensamiento es la finalidad de la política.  

Y al final de cualquier análisis, relaciones, experiencias… no debemos de perder de vista que “al árbol por sus frutos lo conoceréis”. 

Hoy, cuando en múltiples situaciones, hablar de autoridad es insultante… ¿cómo poder construir una sociedad cuando las figuras de autoridad clásica se están desmoronando? 

En esencia, el reino de lo no-político es aquello que se aleja del bienestar del hombre en sociedad. 

Como lo menciona Spinoza: “los hombres no realizan plenamente sus derechos más que en una colectividad que se los garantice”.  

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