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jueves, noviembre 21, 2024

Viviendo en un mundo diseñado para los que sí pueden ver

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En las calles bulliciosas de la ciudad de Puebla, hay personas enfrentando desafíos que pocos imaginan. Uno de ellos es Francisco Velázquez, una persona invidente que desde hace 20 años navega por un mundo diseñado predominantemente para aquellos que pueden ver.  

Cada paso que dan es una danza cuidadosa para Francisco, quien diariamente vive la discriminación de personas que evitan cederle un asiento en el transporte público o cuyos conductores de unidades ignoran su petición de abordar para no perder segundos en su trayecto por las congestionadas calles de la Angelópolis. 

La falta de empatía es el común denominador cuando de salir a las calles se habla. Francisco relata que al intentar cruzar una avenida y pedir el auxilio de una persona, estos ignoran el llamado por pena o miedo y fingen no estar acompañándolos. 

 

CONSTANTE DISCRIMINACIÓN

Sin embargo, para él esta situación resulta en un evidente acto de discriminación, toda vez que con años de práctica los invidentes han agudizado sus oídos, por lo que al escuchar el desliz de los pies perciben la presencia de las personas en su entorno y su falta de apoyo. 

“Para nosotros es una aventura salir de la casa: nos pegamos con las ramas de los árboles, registros de luz que tienen su conexión de herrería, negocios que tienen sus toldos muy bajitos, yo mido 1.80 centímetros y cada vez que paso por ahí son unos golpes en la frente”, añadió. 

En la ciudad, las intersecciones se han convertido para Francisco en campos de batalla al depender de sus otros sentidos: señales auditivas insuficientes y cruces peatonales mal diseñados se suman a la complejidad de la movilidad de forma constante. 

Además, en el ámbito tecnológico, la falta de accesibilidad en aplicaciones y sitios web lo ha excluido de muchas actividades y conocimiento, generando una brecha digital mayor en el que ha optado por otro tipo de actividades de entretenimiento. 

ABANDONO DEL MUNICIPIO

Francisco se ha visto inmerso en una realidad poco favorecedora, en la que recientemente sufrió lesiones al caer en un registro sin tapa en el cruce de la 31 poniente y 9 sur, pero la respuesta de las autoridades fue su ausencia. Sin reparación del daño y sin ayuda, denunció la falta de atención a la infraestructura por parte del gobierno municipal. 

Los “estorba banquetas” se suman a sus luchas diarias, obstáculos que los dueños de negocios colocan sin pensar en aquellos que no pueden ver. “¿Qué no te fijas?”, le han gritado, ignorando la difícil situación de quienes dependen de sus otros sentidos para navegar la ciudad. 

Francisco destaca la falta de inclusión en los estudios de movilidad. Se queja de que cuando se realizan, excluyen a quienes tienen discapacidad visual real, reflejando la escasa importancia que se otorga a este sector. Para él, es como si les preguntaran a los ciegos sobre la utilidad de los cines o teatros. 

Francisco expone que inclusive ha escuchado cómo mujeres con zapatillas piden que quiten las huellas podotáctiles porque no pueden caminar bien, situación que dijo, está en desacuerdo, toda vez que éstas son diseñadas para personas con discapacidad visual y son las pocas herramientas que tienen para desplazarse en las calles con seguridad. 


En su 20 aniversario de pérdida de visión, Francisco comparte su experiencia única de adaptación. Mientras algunos tienen el respaldo de familiares, él enfrenta la realidad solo, ya que su familia está ocupada con el trabajo y no puede acompañarlo en su rutina diaria. 

Sin embargo, Francisco ha encontrado un refugio en la Asociación Cultural y Recreativa para la Proyección del Invidente, que ofrece clases de braille para poder leer, bisutería, computación, así como de orientación y movilidad, un lugar que se ha convertido en su verdadero hogar con un ambiente donde todos se apoyan mutuamente. 

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